Entre la vida y la muerte

Los sanitarios de los hospitales y hospitalillos mineros han llevado a cabo un excepcional trabajo en un oficio donde el riesgo y los accidentes están muy presentes

26/11/2023
 Actualizado a 26/11/2023
Las ocho camas del hospital Izaguirre de Hulleras de Sabero. | L.N.C.
Las ocho camas del hospital Izaguirre de Hulleras de Sabero. | L.N.C.

Mina y accidente (no siempre grave) son dos palabras que siempre nos suenan unidas, al menos cuando hablamos de los que podríamos llamar ‘tiempos heroicos’ de la minería. Ahora que se acerca Santa Bárbara es buen momento para rescatar algunas vivencias, de sanitarios en las empresas mineras, recuerdos de épocas diferentes que pueden ir desde los 90 años (o más) del médico Luis Fernández Arias-Argüello, muchos años médico en la Hullera Vasco Leonesa o Enrique Coto, que entró como practicante con solo 16 años (en 1950) en el Hospital José Izaguirre de Hulleras de Sabero y posteriormente se hizo médico; o José Fernández Amez, médico en los 70 en Hulleras de Sabero y la enfermera Cristina Pérez Morán, que llevaba unos años en este mismo hospital (y los hospitalillos ‘asociados) cuando la empresa ‘bajó la trapa’ y se produjo el primer cierre de la minería en la provincia, en 1991, principio del fin. 


Los nonagenarios son los que tienen los recuerdos más duros. Enrique Coto recordaba que en su época "No había día que no hubiese cinco o seis accidentes y haríamos aproximadamente unas cuarenta curas diarias". Por supuesto que la mayoría no eran accidentes muy graves, mortales, aunque también los tuvieron que atender.


El médico asturiano Luis Fernández Arias-Argüello rememoró sus vivencias mineras en parte en alguna de sus novelas, "que siempre tienen algo de autobiográficas" y en las entrevistas al publicarlas rememoraba sus tiempos en León, que comenzaron siendo muy duras. "No es que Asturias sea la Costa del Sol pero cuando llegué a Santa Lucía coincidió con una nevada bastante curiosa, no había agua en las casas y la gente hacía cola en las fuentes; era duro, pero después ya tengo muy buenos recuerdos", explicaba en una entrevista en La Crónica cuando publicó ‘Crónica ilustrada de un emigrante’, una historia basada en la vida de un amigo. y que era la cuarta novela que publicaba después de su jubilación: "Antes no podía, la medicina en una empresa minera o en el medio rural, que fueron mis destinos, es un trabajo muy absorbente. Siempre me gustó escribir, otra cosa es que pudiera". Una vez jubilado, en León, vieron la luz otros títulos suyos como ‘Dos guerrilleros’, ‘Los últimos mayorazgos’, ‘El señor de Poladura y la daga mágica’ y aquel en el que más presente está su trabajo, sus recuerdos mineros... ‘Episodios mineros’, con gran presencia de la cuenca minera de Gordón. "Los accidentes, por ejemplo, están descritos en mis obras con evidente realismo, porque eran muy duros, los accidentes mortales eran mucho más frecuentes de lo que hubiéramos querido, pero así era la mina y había que afrontarlo, había que actuar. Los medios eran los que eran y muchas veces también influía el aislamiento climatológico, era fundamental actuar y puedo decir, aunque parezca presuntuoso, que se practicaba  una muy buena medicina. Por otra parte, era una medicina mucho más humana que la actual". Y recordaba como un caso extraordinario el de un hombre al que se le clavo una barrena en la cabeza... 

"Había que actuar frente al accidente, no se podía dudar; en la mina la muerte estaba muy presente"


Sobre los medios con los que contaban Enrique Coto ponía en valor el ‘gran hospital’ (y más para la época) José Izaguirre de Hulleras de Sabero, protagonista de una exposición actual en el MSM. "Era un hospital puntero, tenía todos los servicios y personal. Despachos para los médicos, una sala de curas muy amplia, sala de Rayos, laboratorio, ocho camas para dejar hospitalizados y sala de autopsias pues, por desgracia, en la mina entonces había muertes; pero allí se hacía de todo: lo mismo se operaban vesículas, que estómagos o fracturas de huesos, quemaduras; y yo, que entré siendo casi un niño, allí con el cirujano, unas veces de anestesista, otras de ayudante de manos... cuando estudiaba Medicina e iba a las prácticas casi me parecía un juego". Recuerda Coto que entonces se atendía también a las familias de los mineros y que había otros ‘centros’ dependientes del Izaguirre. "Había un hospitalillo en cada grupo: Vegamediana, La Herrera y Sotillos. Los atendíamos entre 6 ó 7 practicantes, y dos médicos, un traumatólogo y un cirujano. En mi vocación influyó el hecho de que mi padre murió en un accidente de mina".  


Hablaba Arias-Argüello de otro médico de la comarca, el doctorRicardo Tascón, y, curiosamente, éste hombre, una leyenda en la cuenca de Matallana, fue quien propició la llegada de José Fernández Amez a Hulleras de Sabero. "Yo soy de Matallana y al acabar la carrera necesitaba trabajar y fui a ver a Ricardo Tascón; al día siguiente entré en este hospital Izaguirre, mi primer trabajo, ahora lo veo como una osadía pero creo que la gente me recuerda con cariño y yo a ellos más. El cirujano era entonces el doctor Antolín y había 4 enfermeros: Ángel, Toso, Alfredo Lorenzana y Pantaleón". El hospital mantenía la misma estructura y funcionamiento, «ya se operaba mucho menos, y no era para los familiares». Trabajó allí siete años muy intensos, en los que también reconoce «cierta presión para no alargar mucho las bajas». 


También fue este hospital el primer trabajo como ATS de Cristina Pérez. "Me fueron a buscar incluso antes de acabar el curso por una jubilación de la anterior, y estuve hasta el cierre de ‘la empresa’ en 1991. La cara positiva fueron los medios de los que disponían, «incluso la carga de trabajo que fue una magnífica escuela" y en la cruz no puede obviar "la última etapa de Hulleras, antes del cierre, en el que ya se palpaba ese clima de tristeza y final de una etapa". Y de una forma de vida y de ejercer la medicina para un trabajo de riesgo.  

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