Fallece a los 84 años don Onésimo, maestro en La Robla, montañero y pionero

Fue el primer gran divulgador de la Cueva de Valporquero y descubridor de las del Ojo de Guareña, en Burgos

26/01/2025
 Actualizado a 26/01/2025
Onésimo González falleció este viernes a los 84 años. | LAURA PASTORIZA
Onésimo González falleció este viernes a los 84 años. | LAURA PASTORIZA

Onésimo González es de esos maestros que se ganó el merecido ‘don Onésimo’ porque así se lo otorgaban todos aquellos cientos de alumnos (no le gustaba hablar de exalumnos) que iba cruzando en sus diarios paseos por La Robla, su pueblo de adopción, al que llegó hace más de 40 años para ejercer su profesión y decidió quedarse allí, con toda su familia y ser un roblano más. Fueron muchos años de maestro y director por lo que le resultaba tan grato como inevitable ir escuchando el “¿qué tal don Onésimo?”. Y tras una mirada por encima de sus gafas, en un gesto muy suyo, casi siempre recordaba al alumno, el pueblo, aquellos años.

Repetía el veterano maestro, fallecido este viernes a los 84 años, que el magisterio era una forma de entender la vida que iba más allá de las horas de clase en las aulas, incidiendo en un aspecto que siempre quiso cultivar en las aulas y fuera de ellas: el compañerismo y la solidaridad.

Y estas dos facetas decía que se retroalimentaban con sus otras pasiones: la montaña, la espeleología y el atletismo. Todas las practicó y todas las sembró en sus enseñanzas. “La Montaña es la naturaleza en estado puro y practicarla, al menos en mi época, requería de unas  altas dosis de compañerismo, que es algo que a mí me apasionaba”.

Y en los destinos de sus salidas a la montaña, con los amigos y con los alumnos, tenía Onésimo González Reguero un destino favorito, más bien una pasión: La Cueva de Valporquero, en  cuya divulgación fue un gran pionero. “Cuando empezamos a ir por supuesto que no había guías, ni tan siquiera luz, llevábamos nuestras propias lámparas, con ellas podíamos llegar más allá de lo que entonces era visitable, que era una mínima parte de lo que hoy se puede ver”.

A esta pasión llegaba además por un éxito importante en su etapa anterior a su llegada a La Robla, al ser uno de los descubridores –con el grupo al que entonces pertenecía– de las históricas y espectaculares cuevas burgalesas de Ojo de Guareña, con más de 100 kilómetros de galerías.

Y en La Robla se sumó a todas las iniciativas que iban surgiendo, colaborando en la fundación del CAR (Club Atletismo Roblano)  o el Coro Voces de Alba, en el que cantó

¿Cómo no iba a ser habitual que a cada paso detuviera alguien para saludar a este afable maestro en las aulas y ejemplo de bondad y cercanía fuera de ellas?   

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