Es sobre las aguas del cuarto embalse de mayor capacidad de la provincia, con 308 hectómetros cúbicos, donde se erige el puente apodado como ‘Golden Gate español’. Rectilínea, la construcción surca, unos metros por encima, las aguas de un pantano en el que yacen hundidos más de una quincena de lo que fueron pueblos y barrios hasta la inauguración del embalse de Barrios de Luna en 1956.
La simbología no es parca tratándose de un puente, analogía por antonomasia de la unión entre dos trozos de tierra; dos mundos distintos en el sentido más poético. Y es que el bautizado como ‘Ingeniero Carlos Fernández Casado’, a modo de tributo del ingeniero de caminos, canales y puertos, catedrático e intelectual español fenecido en 1988, permite el recorrido por autopista entre León y Asturias.
Uno de los más emblemáticos de la provincia, estudiado por su innovación en distintas partes del mundo, fue diseñado por Javier Manterola. Más de cuatro décadas después de su inauguración, la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de la Universidad Politécnica de Madrid anunciaba este domingo, 12 de mayo, el fallecimiento de Manterola, catedrático en el centro desde 1976.
«Su marcha marca el final de una era en la que su genio relativo y técnico transformó no sólo paisajes urbanos y rurales, también la forma en que concebimos la funcionalidad y la estética en la ingeniería moderna», relataba el centro universitario en su comunicado, poniendo en valor «un legado que perdurará en cada uno de los puentes que diseñó, en cada estudiante que inspiró, y en cada página que escribió», recordando siempre «la armonía perfecta entre funcionalidad y belleza». En ese legado, el puente que levita con matemática rigurosa sobre las aguas del río Luna es una de «sus obras más destacadas». Con 643 metros de largo, una anchura de 22 metros y 4 diferentes carriles, la estructura fue la de mayor longitud horizontal entre puentes tirantes de toda la geografía española hasta 2015, cuando el propio Manterola inauguró en Cádiz el de la Pepa.
Aunque no lleva su nombre, la construcción mantiene vivo el recuerdo del ingeniero en plena Montaña Occidental leonesa, permitiendo el paso entre comunidades en un guiño al concilio que hace honor a la expresión. Pues el mejor modo de acercarse a la armonía, como bien sabría Javier Manterola, pasa sin duda por tender puentes.