«Mi padre era muy de la lucha leonesa, es verdad, y los hermanos también pero cuando se juntaban dos o tres, o todos, hablaban mucho más del molino, de las cosas del pueblo y, sobre todo, les gustaba cantar juntos, cantaban muy bien, era una gozada escucharles». Quien así hablaba era la hija de Cástor Álvarez, Begoña, uno de los recordados «molineros de Carbajosa», que así se llamaba a los cinco hermanos varones (en total eran nueve) que también fueron famosos y muy buenos luchadores. Viene la frase a incidir en algo que se repite con los históricos practicantes de la lucha leonesa, que uno de sus valores es que representan la esencia y los valores de sus pueblos; no en vano la mayoría de las veces el ‘trofeo’ que buscaban era defender el honor de sus localidades frente a otros.
El motivo de esta reunión en la Sobarriba era honrar a uno de los molineros de Carbajosa, Emiliano, que en este 2023 cumpliría cien años. Lo primero que llamaba la atención es precisamente ese nombre «colectivo»: Los Molineros de Carbajosa, que no se daba en otras sagas de luchadores. «Es que eran una familia muy unida y trabajaban juntos en el molino, iban juntos a todas partes, se defendían unos a otros e, incluso, su hermana Pilar, que también se agarraba al cinto... Y ojo con ella».
El símbolo de la unión de estos paisanos es que no tenían nombre ‘propio’, eran todos los molineros de Carbajosa
Esta situación provocaba que saliera a relucir en los recuerdos una anécdota que delata el carácter bromista y socarrón de todos ellos: «Cuando a otros luchadores les preguntaban por su mejor día en las entrevistas era frecuente que dijeran ‘cuando tiré a los molineros de Carbajosa’, aunque realmente solo había tirado a uno de ellos. Llegaban ellos al corro y, generalmente Cástor, el más socarrón, decía delante de quien había hecho la entrevista: Hoy sale en el periódico otro que nos tumbó... a los cinco, porque dice a los molineros...». Y se reían abiertamente.
Ciertamente fueron 5 los luchadores: Emiliano, Elías, Cástor, Luis y Patricio, aunque los que más compitieron fueron los tres primeros. Se convirtieron en verdaderas leyendas pues a su calidad unían la fuerza que solían tener los molineros más la facilidad para dar la cadrilada que les daba el movimiento mecánico de subir sacos al molino, tan parecido a esta espectacular maña.
- Yo subía perfectamente al carro un saco de 119 kilos, desde el suelo; contaba uno de ellos, Elías.
- ¿Y porqué no dice 120 kilos, es prácticamente lo mismo?; le dijo ingenuo el periodista.
- ¿Lo ves? Ya te quieren reventar; le decía el irónico Cástor. Eran ingeniosos para todo. Iban a luchar a pueblos alejados y tenían dos bicicletas para los tres. Salían dos en bici, uno andando, y al cabo de unos kilómetros uno de los de la bici la dejaba en un sitio ya convenido, la cogía el que salió andando y así sucesivamente iban turnándose.
Y es famosa la presencia en Canarias de Elías y Emiliano, para competir con luchadores de las islas. Emiliano se mareó en el barco y temía la vuelta, pero al llegar allí y ver al famoso Faro de Maspalomas, Elías le dijo: «No te preocupes por la vuelta; que seguramente no necesitaremos el barco para el regreso».
Y, sin embargo, como bien recordaba aludido «el leonés Emiliano Álvarez derrota al Faro de Maspalomas», decía orgulloso repitiendo el titular de un periódico que guardaba en casa e informaba de su gesta. Y después seguía arreglando las bicicletas de los chavales de Vegas, donde vivía, y era uno de sus entretenimientos mientras les contaba aquellas historias de la lucha que lo eran de la vida».
Que es lo que es la vida, la lucha.