Influencers, redes sociales y salud mental

La figura del influencer se ha hecho fuerte en los últimos años, especialmente en Instagram, donde nos enseñan los manjares que comen, los lugares a los que viajan, las marcas que publicitan, y donde, ahora también, nos hablan de salud mental

Sofía Morán
05/12/2021
 Actualizado a 05/12/2021
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Algo está cambiando, eso es evidente. ¿No lo notan? Cada vez se habla más de salud mental. En el Congreso de los Diputados, en los medios de comunicación o en las redes sociales. Hace sólo unas semanas el cantante Dani Martín hablaba sin tapujos en el programa ‘El Objetivo’ de Ana Pastor sobre su vuelta a los escenarios y sobre su último año y medio acudiendo al psiquiatra. Ibai Llanos, con más de 8 millones de seguidores en Twitch, lanzaba este mensaje hace unos meses. «Cuidad siempre vuestra salud mental. Pedid ayuda a la gente que os rodea y acudid a un profesional. Sé que a veces es complicado o da vergüenza buscar ayuda y contar los problemas, pero hay momentos donde es totalmente necesario». Dos claros ejemplos donde les podría poner doscientos. El asunto va saliendo discretamente del ostracismo, de la cueva, se va sacudiendo el miedo y la vergüenza. Y es que normalizar un tema que ha sido tan estigmatizado como el de los trastornos mentales es una lucha totalmente necesaria, pero ojo, porque como hacemos con otras muchas cosas, corremos el riesgo de llevarlo al otro lado, justo al extremo más opuesto posible, el de la banalización y el postureo más absurdo.

La figura del ‘Influencer’ se ha hecho fuerte en los últimos años, especialmente en Instagram, ese fabuloso álbum de vidas perfectas, donde ellos y ellas nos enseñan los manjares que comen, los lugares a los que viajan, las marcas que publicitan, y donde, ahora también, nos hablan de salud mental.

El pasado verano, la influencer Laura Escanes, que cuenta con más de un millón y medio de seguidores, publicaba que abandonaba las redes sociales por un tiempo. Por salud mental. Sin embargo, tras diez días de desconexión, volvía a su actividad habitual con la publicación de una foto en la que explicaba que había estado de retiro en la Cerdanya, que necesitaba parar, que había pasado épocas mejores, y que se sentía mejor así, mostrando sus debilidades. Y está bien, no hay mala intención en ninguna de sus palabras, más bien al contrario. Le valoro la valentía, lo de levantar la mano para decir que no estás bien en ese mundo de decorados perfectos. Sin embargo, con este tipo de publicaciones se corre el riesgo de dar un mensaje equivocado de lo que es en realidad un problema de salud mental. Que desde luego no es tener un día de mierda, ni siquiera una mala época, nada que se cure pasando unos días de relax en la montaña.

Aída Domenech, más conocida en redes como ‘Dulceida’ (con casi tres millones de seguidores en Instagram), publicaba hace sólo dos días varias fotos suyas en las que aparece llorando. Pretende así mostrar el mal momento, normalizar, hablar de salud mental y de acudir a terapia. Y de paso, esas publicaciones reciben cientos de miles de ‘likes’.

Nos hablan de las bondades de acudir a terapia, «aunque no te pase nada», salir de tu zona de confort (signifique lo que signifique eso), y todo se mezcla con el coaching motivacional que tanto nos gusta. Ya saben, lo de superar nuestros límites y conseguir la mejor versión de uno mismo.

Y es que vamos a pasar de relacionar la terapia y la enfermedad mental con esa vieja iconografía de los manicomios y las camisas de fuerza a convertirlo justo en lo contrario, como ese plan molón, indispensable y de lo más cool.

Pero la realidad es otra bien distinta. Tras la llegada de esta interminable pandemia, las urgencias psiquiátricas han aumentado en un 50% en niños y adolescentes. Aumentan en un 250% las tentativas de suicidio y autolesiones entre los jóvenes y el 54,8% de adolescentes europeos sufren ansiedad y depresión.

Hablemos entonces en redes de la escandalosa escasez de psicólogos públicos en el sistema de la Seguridad Social, porque hay mucha gente pasándolo mal, pero la falta de recursos lastra la atención en salud mental, porque al final, el que puede, se paga un psicólogo, y el que no, se aguanta.

Sofía Morán de Paz (@SofiaMP80) es licenciada en Psicología y madre en apuros
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