Izan nació enfrente de la estación de Villamanín. Su madre, Diana, recuerda que, como tantos niños, «había noches que me costaba mucho que se durmiera y cuando ya se quedaba... sonaba un tren por las vías y se le ponían los ojos como platos. Las veces que maldije al tren».
Lo que no imaginaba es que aquello debía ser una señal de lo que iba a ser la pasión de aquel niño que acababa de nacer en Villamanín. Hoy, ocho años después, aquel niño acude cada día orgulloso al colegio con la cazadora amarilla con el logo de Renfe, una gorra con un pin a cada lado de dos máquinas de la citada empresa, una camiseta que lleva en el pecho grabada la imagen de una locomotora de la que te dice su nombre exacto en el argot ferroviario —es la 251— y se muestra feliz como unas castañuelas cuando su tío le regala los últimos números de la revista Vía Libre.
- ¿Las lees?
- De principio a fin; explica el chaval, al que delata su cara de niño tranquilo pero, como es físicamente bastante grande, pareces estar escuchando a un ferroviario hecho y derecho, de los muchos que hay por la comarca de la Tercia, especialmente de la zona de Busdongo, que en tiempos fue una de las estaciones más importantes del norte de España.
Parece lógico pensar que la pasión de Izan es una tradición familiar, como suele ocurrir, pero no es el caso. «Tiene un tío que trabajó en Renfe, que es quien le deja las revistas de Vía Libre, pero nada más, como no sea que yo nací y viví mi infancia enfrente de la estación de Busdongo y conocí su importancia, como todos, pero vamos, nada especial», explica su padre, Miguel, al que extraña la fuerza de la pasión de Izan pero la alimenta, a la vista de lo feliz que hace al niño y no ve en ella ninguna ‘maldad’. «Le hemos habilitado la terraza superior de la casa para que tenga parte de sus trenes, su scalextric, las fotos, revistas... parte, porque la habitación la tiene llena de otras máquinas y piezas de Renfe repartidas por toda la casa».
Y mientras lo va contando pasamos ante un histórico teléfono, de los ‘internos’ que utilizaban en Renfe. «Es original; de una caseta de guardaagujas que tiraron en Busdongo, para hablar con la estación», nos cuenta su padre para, a continuación, explicar Diana, su madre. «No te imaginas las horas que ha pasado jugando con este teléfono, marca, habla con otra estación, les dice a qué hora ha salido el tren... se monta él solo una película».
- Izan, ¿conoces a los trenes por el sonido?
- A todos. Escucho de lejos la máquina y ya se la que es. Y por los colores y los dibujos. Mira, ¿ves esta foto? Es una (dice el número) que es igual que la que tiró del AVE en la inauguración, pero no es la misma porque esta raya que lleva en el medio no llega hasta el final.
Increíble. Le chispean los ojos de felicidad cuando le proponemos ir a hacer las fotos a la estación de Busdongo. «Es mi preferida», dice feliz, para contar una historia realmente singular, en la linea de su especial relación con el mundo ferroviario. «Yo tenía un ojo vago y lo tuve que operar. Entonces el médico le dijo a mis padres que no podía llorar, que era malo para la operación. Y cuando veían que iba a llorar, porque claro era un niño, me llevaban a la estación de Busdongo y nada más llegar... no lloraba nada», cuenta mientras nos va explicando cada uno de los elementos y dependencias de la estación, «el reloj es de lo que más me gusta».
Y lamenta la pena por lo que fue este lugar hoy casi abandonado; mientras su padre también recuerda aquellos años de esplendor de la Renfe y la estación: «Hubo en Busdongo 27 bares, 5 carnicerías, de todo... mi padre me contaba que vivía gente en una especie de parcelas que hacían en la parte superior de las casas, y para el otro lado de la vía había un poblado completo que lo han tirado...». Izan escucha, recuerda que «ahora solo pasa ‘el regional’ y los mercancías» y nos sigue explicando historias de «la 313, que era una Alco, de la 242, la 333...» (no se si son exactamente estos números) y explica que los números se refieren «a los ejes, el primero es el de los ejes tractores, el otro...».
- ¿Cuántos nombres de locomotoras sabes?
- Uff. Te estaría diciendo un mes.
Tiene el ‘niño ferroviario’ una ventaja añadida, no menor, y es que es muy fácil para los regalos de cumpleaños o lo que sea:«Le regalas un tren o algo relacionado con el mundo ferroviario y es feliz», dice su madre, mientras Izan señala a una luz roja de la pared: «¿Sabes de qué es? La del final del tren».
No solo pregunta. Responde. En una visita al Museo del Ferrocarril de Asturias, en Gijón, «la chica que lo enseña, la guía, alucinó con él, conocía todas las máquinas, las historias... le miraba con una cara, como diciendo ‘de dónde ha salido este niño’».
- Izan, ¿el próximo regalo?
- Ir a Canfranc, a ver la estación internacional de Ferrocarril.
- Habrá que aprobar.
- Sin problema.