Se la concedió un comité calificador integrado por representantes de viticultores, elaboradores y enólogos en una cata celebrada esta vez en la sede del propio Consejo Regulador -siempre ha sido pública- como consecuencia de las restricciones impuestas para preservar la seguridad sanitaria. Y lo hizo además con la más alta puntuación posible: cero puntos en un baremo inverso en el que esa referencia numérica marca la excelencia al no sumar defectos dignos de consideración.
El comité de calificación tomó como referencia tres vinos blancos de la variedad Albarín y tres rosados -uno de ellos madreado- y tres tintos -incluido uno elaborado por el proceso de maceración carbónica- de Prieto Picudo, los dos viníferas autóctonas con las que prácticamente todas las bodegas adscritas al Consejo Regulador elaboran sus monovarietales de alta calidad.
Fueron justamente la gran viveza, la limpieza y pureza y el marcado carácter varietal los aspectos más valorados por el jurado en una calificación tardía (habitualmente se hace en los primeros días de mayo) para el perfil de vinos que se elaboran en esta zona de producción del sur de la provincia; en este caso a partir de una vendimia de escaso volumen que no alcanzó los 3,5 millones de kilogramos, informan desde el Consejo Regulador.
Informe técnico
Los vinos de la añada 2019 mantienen la línea de calidad que se aprecia en los últimos años. Los daños causados a los viñedos por las heladas de 2017 provocaron que las producciones de los años siguientes fuesen muy ajustadas en términos de cantidad de uva por hectárea, lo que desde el punto de vista cualitativo se tradujo en añadas excelentes.
De hecho, la de 2017 alcanzó el reconocimiento de ‘muy buena’ y ya en 2018 consiguió el ‘excelente’. Los de esta edición 2019 se caracterizan nuevamente por el altísimo nivel de los blancos, todos ellos elaborados con la variedad Albarín. Son vinos muy aromáticos y expresivos, y con un paso por boca que expresa el perfecto ensamblado del grado alcohólico y la acidez. Esa misma línea siguen los rosados, que concurrieron a la cata de la añada en un excelente momento de evolución, conservando toda la frescura e intensidad de la Prieto Picudo e integrando perfectamente la aguja en el caso de los vinos elaborados con la técnica del madreo.
Sin embargo, fue en los tintos en los que quizá se manifestó de manera más nítida la evolución que están siguiendo estas elaboraciones con la variedad estrella: vinos extremadamente afrutados en nariz que transmiten claramente el potencial de esta vinífera, con un paso por boca en el que los taninos están presentes pero muy controlados.
Como novedad, este año se recuperaron las elaboraciones por el proceso de maceración carbónica con unos resultados extraordinarios que sin duda agradarán a quienes sean amantes de este tipo de vinificaciones.