La leonesa desaparecida en la dictadura de Videla

Omar Álvarez sufrió la desaparición de su hermana Lucina, nacida en Santibáñez y su gran referente. Una cruel historia que ahora recupera en la novela ‘Perros de invierno’, un título con guiño al pueblo leonés de su ‘vieja’, ‘Perros’

Fulgencio Fernández
21/05/2023
 Actualizado a 21/05/2023
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"La desaparición de Lucina y Óscar fue el 7 de mayo de 1976, es decir: al poco tiempo de producido el golpe militar de Videla (24 de marzo). Todavía no habíamos visto transcurrir en toda su crueldad los tiempos de esa ignominia que duró hasta diciembre de 1983. Creo que, en gran parte, esa pérdida fue el desencadenante de la enfermedad de mi vieja". Omar Álvarez, leonés y argentino, jamás olvidará aquellas fechas en las que se llevaron a su hermana Lucina y su compañero Óscar (escondidos bajo el eufemismo de ‘desaparecidos’) pues, además de familia, era su gran referente: "Ella fue una figura guía para mí en varios sentidos. Soy diez años menor y siempre, en cada acontecer cotidiano, me tenía que referenciar en ella para entender el mundo".

La cercanía del golpe, el dolor... levaron a la familia a soñar con recuperar a la joven Lucina. "El momento de la desaparición fue muy desolador para nuestra familia, cosa que se vivió igual en otras familias que tuvieron que pasar por lo mismo. Al principio, con mucha ingenuidad, se hacían los trámites frente a distintos organismos del Estado, judiciales y clericales, con esperanzas de obtener alguna respuesta o de volver a encontrarnos con los seres queridos".

Pero la realidad fue terriblemente cruel y aquella infamia se llevó a la leonesa Lucina Álvarez. "Ella había nacido en León, en Santibáñez, municipio de Bembibre. Vino a Argentina de muy pequeña con mis viejos". Aunque el nombre que marca los recuerdos familiares es el de la madre, Villaviciosa de San Miguel, "aunque mi vieja siempre decía Perros", recuerda Omar, quien explica que "era el lugar de donde parecían surgir más fuerte las emociones. Hasta el nombre considero que guarda mucho sentimiento. Villaviciosa de Perros cambió su nombre por Villaviciosa de San Miguel en 1978, precisamente el día del patrono y que para mi sorpresa descubro (mucho tiempo después) que es el día del cumpleaños de mi mamá, el 29 de septiembre". Y esa presencia se alarga en los recuerdos hasta el punto que Omar Álvarez lo ha llevado al título de la novela de reciente publicación en la que recupera la historia de su hermana Lucina. "El título, ‘Perros de invierno’, claro que guarda relación con el pueblo de mi madre. De hecho, es el último pueblo en el que vivió Lucina antes de viajar a este lado del océano. Pero también con el nombre de ‘Perros’, apelativo con el que se conocían a los militantes del PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores), la organización política que tenía orientación sobre la AGE (Agrupación Gremial de Escritores). Después, hacia el final de la novela hay una conversación entre dos personajes sobre el significado del invierno y la primavera como inicios de ciclos que se renuevan, con valoraciones sobre la actuación del hombre en el mundo. Hay en el inicio y en el cierre de la novela una conversación con Jose, un personaje de ficción que tiene un papel muy importante y se sitúa precisamente en los pueblos del Bierzo". Y es que la leonesa —que "guarda la nacionalidad española" (Omar habla de ella en presente)— se fue se fue siendo una niña y su formación se hizo en Buenos Aires, muy implicada en el mundo cultural y de la educación. "Fue maestra, pero además incursionó en la poesía y en el teatro desde muy temprana edad. Por un lado tenía influencia de las letras españolas: Miguel Hernández, Antonio Machado, Federico García Lorca y por otro seguía la poesía y la literatura latinoamericana y argentina: César Vallejo, Raúl González Tuñón, Juan Gelman, Humberto Costantini, Mario Jorge de Lellis. Con este último tuvo un romance con una gran diferencia de edad, que duró hasta su fallecimiento en 1966. Además ‒cosa que me deslumbraba‒ tenía vinculaciones con varios escritores, Abelardo Castillo, Isidoro Blaisten, Irene Gruss, Carlos Patiño. Con Oscar Barros formó pareja hacia fines del la década del 60 y ya entrados los años 70, integraron la AGE, junto a otros escritores amigos y compañeros suyos: Haroldo Conti, Roberto Santoro, Miguel Ángel Bustos, Humberto Costantini, etc. Muchos de ellos también fueron víctimas de la desaparición forzada de personas, esa forma particular que ejerció el terrorismo de Estado en Argentina". Perros era el lugar de donde surgían más fuerte las emociones; ante la visita de alguien que había estado en León las actividades de mi casa se paralizaban para dar espacio al visitanteSe muestra convencido que aquella desaparición causó la grave enfermedad de su madre, la leonesa de Perros, emigrante, como tantos otros en aquella época, cuando aún no había nacido Omar. "Mis viejos eran leoneses, más precisamente de la comarca del Bierzo. Mi madre nació en Villaviciosa de Perros (así se llamaba entonces)perteneciente al ayuntamiento de Folgoso de la Ribera, y mi padre en Santibáñez de Toral, en el ayuntamiento de Bembibre. Terminada la Guerra Civil Española, las penurias económicas eran grandes, además de la crudeza del régimen franquista que regía desde entonces. Ya algunos familiares de mis padres (especialmente de mi padre) habían emigrado a Argentina en busca de horizontes algo más promisorios. Es así que en 1947 emprende el viaje mi padre hasta conseguir trabajo y establecerse. Y al poco tiempo lo hace mi madre, con mi hermana a sus dos años de edad".La relación de Omar Álvarez, que mantiene la doble nacionalidad, fue "de extrañeza para mí, de chico. Una cosa que siempre me perseguía era no tener cerca a mis abuelos, que lo vivía como no tenerlos. Y una nostalgia fuerte en las conversaciones de mis viejos, que yo advertía más en los relatos de mi madre. Ella era en aquellos años quien tenía la relación epistolar más fluida con León. Y ante la visita de algún familiar o persona que había estado en Bembibre, Santibáñez, Perros o cualquier lugar de España, en especial de León, las actividades de mi casa se paralizaban para dar espacio al monologuista en que se transformaba el invitado".Con el tiempo pudo visitar las tierras de sus antepasados, en 1998 realizó su primer viaje a España y en 2001 y 2002 vivió en Bilbao, "mientras cursaba el doctorado en Psicodidáctica en la Universidad del País Vasco, si bien estaba establecido en Bilbao, toda vez que podía me hacía un tiempo para visitar tierras bercianas. Recuerdo claramente que los pobladores, a pesar de tanto tiempo transcurrido, lo seguían llamando así: ‘Perros’. En el primer viaje pude conocer a buena parte de mi familia. En Bembibre, en Ponferrada, y ya en otras partes de España. Con varios tíos y primos pude establecer una muy linda relación. Hay varios que ya partieron. Pero con algunos primos mantengo afectuoso contacto aún". Recuerda Omar que la vida fue plácida en Argentina para la familia después de llegar desde León, tanto en lo económico como en el apartado cultural, que tanto sedujo a Lucina. "Ella trabajó además en la primera escuela de educación estética de la provincia de Buenos Aires, en Ramos Mejía. Se llamaba ‘escuela experimental’, justamente porque era la primera y tenía un modelo de enseñanza de actividades artísticas a través de talleres (pintura, música, teatro, letras) para chicos en edad escolar, y que se brindaba como escuela pública estatal a contraturno de la escolaridad primaria o secundaria. Actualmente hay más de 60 con esa modalidad. Y aquella, la primera, lleva desde 2012 su nombre: Escuela de Educación Estética Lucina Álvarez"... hasta 1976. "El golpe de Estado de 1976 vino a instalar, además de un plan económico neoliberal de fuerte retroceso para los trabajadores, una forma de dictadura que implementó el terrorismo de Estado como método. De hecho se empezó a hablar de las ‘desapariciones’ como el modo típico de represión de Argentina. Y eso golpeó directamente en nuestra familia, claro".

Una historia que Omar ha llevado a la novela ‘Perros de invierno’, una experiencia dura el escribirla: "La escriturame llevó, desde los primeros borradores, aproximadamente en cinco años. Rayén Pozzi, una profesora que me acompañó en una presentación decía que el tiempo que tardé en escribirla fueron cuarenta años. Yo diría que sí, tomándolo más como proceso de elaboración, un proceso más bien de superación de fantasmas; alguna gente dice de sanación. Yo creo que de comprensión. Por encima de la cuestión personal, lo que intenté mostrar en la novela es el ideario de una generación que luchó por un mundo mejor repartido, y que sigue vigente. Aquí hago mía una frase de la misma profesora: "En Perros en invierno, el dolor y el horror se repliegan frente a un profundo sentimiento de esperanza".
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