Claudiano Pellitero, de 81 años de edad y conocido en la zona como ‘Nano’ es el abuelo y Saúl Coque, de 27 años, el nieto. Son un total de 54 años los que los separan, pero son muchas más las cosas que les unen. Entre todas ellas se encuentra una bodega familiar situada en la localidad leonesa de Villagallegos, en el término municipal de Valdevimbre.
La bodega carga más doscientos años a sus espaldas y por ella han pasado hasta cuatro generaciones diferentes de la familia Pellitero y que Claudiano conoció desde bien pequeño. “Aquí hicimos vino durante muchísimos años para casa”, cuenta, pero con el paso de los años, dejó de utilizarse “porque las viñas producían poco, había mucho coste y trabajo y no se disponía de medios”, así que “se abandonó” hasta estar “a punto de caerse”.
En el reparto de la herencia, la bodega quedó en manos de su hermana, a la que tanto él como su nieto pedían constantemente que se la diera o se la vendiera “para que no se echara a perder”. Además, “a mí me llama muchísimo todo esto del Páramo”, reconoce Saúl.
Así, un buen día, Claudiano llegó a casa de su nieto con unos papeles en la mano que le entregó a este y que, para su sorpresa, era el cambio de titularidad de la bodega. Saúl recuerda ese día con brillo en la mirada y comenta que le hizo una “ilusión tremenda”. “Dije ‘no puede ser’ y me quedé totalmente flasheado”.
Ese día fue el principio de un nuevo capítulo para la familia Pellitero y, particularmente, para la bodega en la que tanto vino se había hecho durante décadas pasadas. Con los papeles en la mano y el propósito firme de darle una segunda oportunidad, Saúl y Claudiano viajaron desde la localidad de Llanos de Alba, donde residen, hasta Villagallegos, para ver cuál era exactamente el estado de su ‘nueva’ propiedad.
“Estaba caída entera. Ya antes, cuando veníamos hasta aquí a tomar un café y nos acercábamos, veíamos que no había puerta y que todo estaba derrumbado, pero cuando entramos lo comprobamos”, recuerdan. Por eso, a pesar de que su primera idea era ponerse manos a la obra y reconstruir la bodega entre los dos ya que pertenecen a una familia que “controla de albañilería”, se dieron cuenta de que “hacía falta mucha maquinaria” de la que no disponían, lo que les llevó a tener que contratar a una empresa externa para “la obra más gorda”, aunque “cosas como la electricidad o los suelos” lo harán ellos.
La bodega, que pasará a llamarse ‘La cueva de Nano’, dispone de unos 200 metros cuadrados de espacio y, bajo la tierra entre la que se abre paso, se encuentran varias viñas enterradas que eran las que en su momento utilizaba la familia para hacer el vino. Un vino que Saúl y Claudiano van a recuperar y para lo que utilizarán esas viñas, conscientes de que “son súper duras y no se van a morir”, a las que se sumarán otras nuevas para poder producir el vino.
No obstante, para que esto pueda comenzar a suceder aún queda mucho tiempo, ya que prevén que para a finales del próximo verano se terminen las obras aunque “el tiempo no está acompañando mucho”, ya que las lluvias “están provocando retrasos”.
Un regalo especial
Si Claudiano apareció un buen día con la sorpresa para Saúl de que había adquirido la bodega, su nieto no se ha quedado corto en este aspecto y también le ha querido hacer un regalo cargado de emoción y significado a su abuelo, que el pasado 30 de octubre cumplió 81 años.
“Hablé con un amigo que me hace a mí los tatuajes, le expliqué una idea que tenía y hemos diseñado la etiqueta que llevará el vino que se hará en esta bodega y que lleva por nombre ‘La vida es dulce’”, explica Saúl, quien sueña con “poder hacer vino y etiquetarlo”.
Una etiqueta que entremezcla una fotografía real de su abuelo y su abuela tomada cuando iban a vendimiar a Aranda de Duero (Burgos) con otra de las amapolas que florecen en primavera en la tierra que cubre la bodega en su exterior.
Con una sonrisa en la boca, el nieto cuenta que cuando la enseñó esta etiqueta a su abuelo “se emocionó muchísimo”, tanto como reconoce haberse emocionado él al ver que en algún momento podrá hacer realidad el “tener vino para tomar en casa y dárselo a los amigos, porque somos muy de vino”.
Proyecto conjunto
“Más allá de recuperar la bodega y poder hacer vino, ‘La cueva de Nano’ es un proyecto conjunto entre mi abuelo y yo”, resalta Saúl, a lo que su abuelo añade, visiblemente emocionado, que el proyecto “supone mucho” para él porque les une, de manera que supone una forma de mantenerse juntos, particularmente tras el fallecimiento de su abuela, cuando la relación entre ambos “se volvió más fuerte” de lo que ya era.
Por eso, Claudiano y Saúl celebran que gracias a esta iniciativa ambos pueden pasar “mucho más tiempo juntos”, al tiempo que sonríen mirando al cielo, convencidos de que, desde allí arriba, a la que fuera su abuela y su mujer, “le está gustando mucho”.
De hecho, cuando nieto y abuelo se paran a hablar detenidamente sobre cómo se está haciendo realidad la ilusión de revivir la bodega familiar, quien siempre está presente es ella, Lucía, a quien “le encantaría todo esto”.