La voz rota y cascada de José Vicente Rodríguez a media tarde de este sábado delataba demasiadas cosas: una jornada intensa y cargada de emociones, un día frío en la montaña leonesa (en Lario, su pueblo)que no arredró a los vecinos para rendirle homenaje pero sí le pasó factura a su garganta y el descanso en casa después de una horas de emociones contenidas. «La gente joven todavía sigue en el baile. Habían puesto una carpa y varias estufas de estas que se usan ahora y están allí reunidos, de celebración. Yo se lo agradezco mucho pero ya no estoy para esos trotes».
Esos trotes es que su pueblo, Lario, sus familiares, vecinos, amigos y colegas sacerdotes que acudieron a arropar a José Vicente quisieron viajar cincuenta años en el tiempo para encontrarse otra vez con aquel joven cantamisano, que había pasado por los dos seminarios leoneses, después fue a Toledo donde se ordenó sacerdote y acudió a Lario para cantar misa en una celebración que ahora han querido recrear.
Primero recordando cuando se pinaba el mayo para honrar al cantamisano y después cuando se le acompañaba desde su casa a la iglesia bajo un arco de flores, exactamente igual que volvieron a hacer en la jornada de ayer, seguramente inolvidable para este sacerdote que ahora está vinculado al proyecto del padre Ángel, Mensajeros de la Paz, de ahí que el cura asturiano acudiera un año a ‘apadrinar’ el famoso torneo de fútbol sala de la localidad.
Las imágenes de hace cincuenta años y las de este sábado se parecen mucho aunque, reconoce el homenajeado, el que «ya no está tan joven como aquel cura, cuando veo las fotos...».
Y la fiesta aún seguía. Es Lario.