Las lecciones más importantes en la vida suelen aprenderse en los momentos más difíciles. Cuando nos enfrentamos a retos que parecen inabarcables, solo queda escuchar al pueblo; recuerdo una pintada que circuló por las redes con el siguiente mensaje: «No volveremos a la normalidad, porque la normalidad era el problema».
Esta crisis ha puesto de manifiesto las deficiencias de un sistema en el que dejar a los más vulnerables atrás ha sido la opción preferida con el pretexto de avanzar. Dijeron que el virus no entendía de clases sociales, pero sí lo hacen sus consecuencias: las zonas más golpeadas por los recortes no lo afrontan en igualdad de condiciones, y las dificultades para llenar la nevera son patrimonio de esa gente a la que la precariedad se le impuso como forma de vida.
En León sabemos lo que es estar abandonados a nuestra suerte. Llevamos con una mezcla de resignación, humor e indignación el formar parte de esa España vacía, en realidad vaciada, que parece no existir más allá de la M-30 y de la capital administrativa de la Comunidad. Estamos listas para romper ese ciclo.
La tarea que afrontamos va más allá de un paquete de medidas concretas (aunque necesarias) y de volver a poner parches que impliquen hacerse trampas al solitario. La nueva normalidad no tiene que ser la misma con algo de chapa y pintura: es hora de construir una realidad que sea radicalmente diferente a la que dejamos atrás. Una lección es que debemos blindar los servicios públicos: nunca más una sanidad en los huesos, nunca más una educación en apuros, nunca más un sistema de cuidados precario que ponga en riesgo a sus usuarios y trabajadoras. Nunca más mujeres y hombres valientes dejándose la piel, la espalda y las manos para ser olvidados cuando más necesitan nuestro apoyo.
Toca pensar el futuro. Debemos recuperar el trabajo, reactivar la economía, garantizar que las leonesas y leoneses no tengan que salir a buscarse la vida en otro lugar, sin olvidar lo que vendrá después. Creo que el horizonte hacia el que debemos caminar es que exista la posibilidad real y auténtica, sin letra pequeña, de vivir una vida digna en nuestra tierra. No se puede entender la reconstrucción si aspiramos a menos que eso. No podemos volver a sobrevivir, a crear empleo del que mejora la estadística pero no las vidas que hay detrás; no podemos normalizar la pérdida de derechos con la excusa de que no existe otro camino y de que, para salir adelante, siempre deben sacrificarse las mismas.
Afortunadamente contamos con un Gobierno que se está esforzando por no dejar a nadie atrás. Así lo demuestran medidas como el Ingreso Mínimo Vital, la protección de los Erte, las ayudas a los autónomos y pymes, la prohibición del corte de suministros básicos, la suspensión de los desahucios y la moratoria de las hipotecas. Aunque servirán a muchas personas de nuestra provincia, somos las leonesas y leoneses quienes debemos reconstruir esta tierra. Debemos seguir empujando, desde cada barrio y cada pueblo, para que la sociedad sea más justa. Recordemos que sólo el pueblo salva al pueblo: frente a la crispación y los discursos de odio, no ha habido imagen más digna que la de los vecinos y vecinas organizándose para ayudarse entre sí, repartiendo alimentos o haciendo la compra, compartiendo material sanitario. Ese es el camino a seguir, porque la esperanza siempre vence al miedo.
Ante una sociedad civil que da ejemplo, las administraciones deben estar a la altura; siendo sensibles, por ejemplo, a las necesidades del mundo rural. Necesitamos contar con un sistema de transporte público de calidad que conecte nuestros pueblos y comarcas. Debe llegar la cobertura telefónica y el internet a cada rincón; el teletrabajo es una gran oportunidad, pero no servirá de nada si no defendemos derechos básicos como el de la desconexión digital. Es fundamental una política industrial capaz de planificar qué futuro les espera a las comarcas mineras. Además, no podemos vivir allí donde no se garantiza un acceso adecuado y suficiente a la sanidad, la educación o los cuidados. León se muere si se mueren sus pueblos, y un pilar de su salvación debe ser la expansión, consolidación y blindaje de los servicios públicos.
Estamos, sin duda, ante una crisis de cuidados. Se evidencia en el problema que está suponiendo para muchas familias la vuelta al trabajo mientras los colegios permanecen cerrados. La pandemia ha sacado a la luz un problema preexistente: la conciliación es más un deseo que una realidad, y muchos niños no tienen una red de apoyo adecuada para las horas en las que sus padres y madres trabajan. La imposibilidad de atender a familiares mayores o dependientes y la falta de protección para las trabajadoras de ayuda a domicilio mostraron que no estamos cuidando a quien nos cuida. Es imprescindible una política pública de cuidados, que entienda que son una responsabilidad de todos y todas y como tal debe ser compartida.
Es, también, una crisis que afecta especialmente a las mujeres. Por un lado, porque hemos sido y seguimos siendo las que asumimos la mayor parte del trabajo no remunerado, no computable en el PIB pero imprescindible para el mismo. Por otro, porque tenemos los trabajos más precarios, temporales y peor remunerados. Legislar para acabar con la brecha de género en todos los sentidos es un primer paso; colectivizar los cuidados, otro. León saldrá adelante si lo hacen sus mujeres, esas valientes que resisten en los pueblos o trabajan el campo, las que levantan la trapa cada mañana o nos sirven un café por la tarde. Las mujeres sabemos que los derechos se conquistan y se defienden cada día, y no dudo de que las leonesas darán ejemplo en la inmensa tarea de reconstruir nuestra provincia.
León tiene numerosas posibilidades de expansión económica: la necesaria –y justa- transición ecológica; su patrimonio rural, histórico y cultural; su localización geográfica, idónea para la logística y el transporte de pasajeros y mercancías, e industrias con gran potencial de futuro. Nadie duda de los sectores que debemos potenciar, lo fundamental será la manera de hacerlo. Fomentemos una reindustrialización de la provincia, mediante una planificación industrial pública y tomando medidas firmes contra la deslocalización. Contemos con el turismo y la hostelería, entendiendo que la precariedad y la temporalidad deben ser cosa del pasado; de ahí la importancia de derogar íntegramente la reforma laboral que nos ha traído hasta aquí. Caminemos hacia la producción de energías renovables, sin olvidarnos de la pobreza energética y de que la energía no solo debe ser sostenible desde un punto de vista ambiental sino social.
Está en nuestras manos decidir cómo queremos que sea la nueva normalidad. Nosotras lo tenemos claro: no basta con conectar los pueblos, es necesario dotarlos de una red de servicios públicos que no conviertan a sus habitantes en ciudadanos de segunda. No basta con crear empleo; debe ser de calidad, estable y suficientemente remunerado. No es suficiente con cumplir la Ley de dependencia, es imprescindible construir un sistema de cuidados público en condiciones dignas que vaya más allá. No basta con atraer a empresas, debemos crear mecanismos públicos para que se queden.No vale con aplaudir a los trabajadores y trabajadoras, debemos crear una red de derechos laborales que los protejan. León tiene futuro, y es su pueblo quien debe construirlo.
León tiene futuro y su pueblo es quien debe construirlo, por Ana Marcello
La exdiputada de Podemos en el Congreso analiza las líneas que debe seguir el resurgir de León una vez superada la pandemia
11/06/2020
Actualizado a
11/06/2020
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