Ángel Pablos, eterno corresponsal de La Crónica de León en Bembibre, nacido en Riaño donde su padre era guardia civil, entrañable hombre de derechas, antiguo pagador de una empresa minera, conocedor de todos los vecinos de la capital del Bierzo Alto y pueblos cercanos, me dijo un día, hará quince años: «Te voy a hacer un regalo que no vas a olvidar, una mujer de las que merece la pena conocer, minera, cantinera, buena, agradable, conversadora, y con una vida para contar».
No me sorprendió con la presentación de Ángel el abrazo que se dieron el hijo del guardia y la hija del represaliado en la cárcel de San Marcos, el pagador y la minera, el conservador y la mujer que jamás olvido quiénes eran los suyos (lo cuenta Abel Aparicio en su artículo). El abrazo sincero entre Ángel y Aurora, aunque el primero al presentar a su amiga le dijo:«Dile cómo te llamas en realidad».
- Me llamo LibertadAurora. Mejor dicho me he vuelto a llamar Libertad pues me lo habían quitado durante muchos años , no hace falta que te expliqué ni quién ni por qué me lo prohibió.
En cuanto pudo Libertad recuperó su nombre, aunque no le preocupaba que todo el mundo la llamara Aurora, pues era un gesto de cercanía con los suyos, con su padre, con su historia.
Yremataba su explicación con una sonrisa amplia y dulce, con la misma que te recibía siempre antes de invitarte a pasar a su pequeño huerto y mantener una tan larga como amena conversación sobre «aquellos duros tiempos»mientras servía alguna bebida en vasos cargados de historia. «Todavía son de la cantina que regenté aquí en Almagarinos, muchos años, con mi marido».
- Pero veníamos a ver a una minera;es más, Ángel siempre te llama ‘la minera’.
- Porque lo fui antes de cantinera, mientras pude y aguanté. 13 años de minera, en la linea de baldes.
Yel pagador sabe muy bien, lo conoce de primera mano, el primero de los agravios que sufría Aurora y las otras mujeres mineras de aquella comarca. «Aquí en Almagarinos y estos pueblos trabajamos muchas en la mina... lo que pasa es que yo estuve más tiempo y en peor sitio. Yeso que era la encargada...». Ycorrobora Pablos cómo «cobraban exactamente la mitad que los hombres . A13 pesetas la hora ellos y a 6,50 las mujeres».
Libertad sonríe porque ya sabe la pregunta que viene después, la tópica y repetida de siempre: «Pero es que las mujeres no hacíais trabajos de interior, no entrabais en la mina». Ytenía una batería de respuestas que no dejaban lugar a dudas.
- Qué más quisiéramos que entrar en la mina y no estar a la intemperie.
- ¿A quién le gusta mojarse?
- Ycuando se declaraba un incendio ¿quién lo iba a sofocar sin cobrar nada a mayores estuvieras el tiempo que estuvieras».
- Ysi nos casábamos nos echaban, que no querían mujeres casadas que pudieran tener compromisos familiares, a los hombres les daba igual.
Y, la definitiva, en voz más baja y con su sonrisa eterna y dulce: «Yo estaba en un puesto de trabajo donde los hombres no aguantaban».
Era Aurora —así se llamaba entonces por imperativo oficial— encargada de la linea de baldes. «Cargábamos cinco o seis vagones al día, lloviera o nevara o hiciera un viento que te cortaba la cara. Ydespués a empujarlos a la linea, que pesaban mucho y me ayudaba con las rodillas, que las tengo negras y destrozadas desde entonces». Yremata la explicación con una reflexión que nos lleva a la inoportuna pregunta inicial:«¡Qué más quisiera que haber estado en el interior!».
Y recuerda cómo la dureza del trabajo les llevó incluso a una huelga de las mujeres de la linea, de las que ella era la encargada. «Éramos solo cinco para mucho trabajo, y quisieron quitar a una, entonces hicimos una medio huelga, nos sentamos y nos pusimos a cantar... les debió extrañar mucho, pero no la echaron».
Y esta mujer, dura como pocas, a la que enterraron el día de Santa Bárbara en el País Vasco, donde había emigrado como tantas familias cuando también la cantina se resintió con la despoblación, recibió muy agradecida todos los reconocimientos, reportajes en prensa, su presencia en el libro de Abel Aparicio con la foto de cuatro mineras en la portada y ella era de ellas y la dueña de la foto que sirvió de ‘modelo’ para el gran mural que su pueblo inauguró en el verano de 2021, obra del genial Dados.cero.
Emocionada, con su sonrisa dulce, permaneció allí sentada, delante de su imagen, apenas pudo articular palabra y miró al cielo, recordó a su padre, el que un día le puso de nombre Libertad.