"Le llamo ‘el barco de Chanquete’, ahí está, para todo el mundo"

Juan Suárez ha convertido un trozo de lo que era ‘bosque intransitable’ en la Candamia en un espacio de descanso y ocio para todo el mundo

12/05/2024
 Actualizado a 12/05/2024
Juan Suárez en el interior de la singular casa que ha levantado con empalizada, piedras pintadas, techo de escoba y mucha paciencia. | MAURICIO PEÑA
Juan Suárez en el interior de la singular casa que ha levantado con empalizada, piedras pintadas, techo de escoba y mucha paciencia. | MAURICIO PEÑA

A Juan se le encienden los ojos cuando alguien se detiene ante su ‘barco de Chanquete’ o su ‘Casa Juan’ y alaba su trabajo, traba conversación con él o, sobre todo, si se sientan en sus bancos a descansar, a disfrutar del lugar o jugar una partida de ajedrez. Dos adolescentes jugaban el viernes y Juan se les acerca y les gasta una broma habitual: «Es el más antiguo del mundo, es de la Edad de Piedra». 

Y se va. Juan siempre se va a sus quehaceres pues no le gusta ‘meterse’ en las cosas de quien llega hasta su rincón. Si le dan conversación habla. Si están a sus cosas Juan se va a las suyas, que siempre tiene algo que hacer. El viernes trabajaba en la empalizada de una especie de mini chozo que tiene una pinta excelente para descansar a la sombra de las escobas que va colocando con mucha maña, como quien también ha tenido un pasado vinculado a los rebaños.  

- Lo de Casa Juan lo entiendo bien; ¿y lo del barco de Chanquete?

Sonríe y echa a andar a la parte posterior de la ‘construcción principal’ de su espacio, hasta un punto en el que se detiene y te pide que mires la forma que le ha dado a la parte posterior de Casa Juan que lleva piedra debajo, una empalizada de madera y un techo de escoba:

- ¿Qué forma tiene?; pregunta.

- De barco.

- Pues el barco de Chanquete, le llamo, pero sin acordeón, que sí la tuve pero no la se tocar.

A la entrada de Casa Juan ha colocado un espejo que, dicecon mucha lógica, «es para mirarse y para darle uso que aquí todo se recicla». MAURICIO PEÑA
A la entrada de Casa Juan ha colocado un espejo que, dice con mucha lógica, «es para mirarse y para darle uso que aquí todo se recicla». | MAURICIO PEÑA

Lo del ‘barco de Chanquete’ es también todo un símbolo para una generación, un lugar al que acudir a jugar o descansar los chavales. Y es que ésa es la idea de este entrañable paisano que un día, después de jubilado, se cansó de dar vueltas por León, de ir a un bar u otro y descubrió la Candamia. Allí, en un rincón intransitable, al que no se podía entrar por la maleza que había invadido el espacio, cerca del río «empecé a desbrozar, era el 7 de mayo de 2023, llevo un año y tres días. Después de dejar limpio el lugar comencé con las construcciones, Casa Juan sobre todo y otro ‘soportal’ «que me ayudó mucho Marcos», mesas y bancos artesanos pintados, una mesa con un ajedrez dibujado en la madera y las piezas (peones, torres, reina...) pintadas en piedras, de ahí su broma de «ajedrez de la Edad de Piedra. 

Le ha hecho a la casa un suelo de canto rodado del río y también en el techo hay un ‘mosaico’ hecho con piedras decoradas con dibujos; y algunas piezas también de madera.

- ¿Las has dibujado tú?

- La mayoría sí; pero también vienen padres y madres con niños y me gusta que las pinten ellos, algunos lo hacen muy bien.

- ¿De dónde eres Juan?

- Bien que lo sabes. Cuenta de dónde vengo.

Y es que Juan es sobrino de la que posiblemente sea la mayor leyenda de la lucha leonesa: Juan Antonio Suárez, El Sastrín de Rucayo, Campeón Provincial de lucha en los años 30 y una de las víctimas más incomprensibles de la guerra civil. El Sastrín logró algo muy difícil de repetir, era luchador de ligeros, de muy poco peso, y en aquellos años 30 el Campeón de ligeros se enfrentaba al Campeón de pesados para disputar el título absoluto. Y dos veces seguidas Juan Antonio, el tío de Juan, tiró en franca desventaja al campeón de pesados. Hace unos años Juan cedió la hebilla de campeón al Museo de los Pueblos de León «para disfrute de todo el mundo», que parece ser el lema de vida de este montañés que le robó un espacio a la maleza «para disfrute de todos». Y añade él: «Y para disfrute mío, que aquí me paso los días entretenido, haciendo cosas, ahora mismo estoy haciendo la empalizada de esta especie de chozo que después le pondré techo de escoba, que es lo mejor para el calor.

Juan Suárez, de Rucayo y Tolibia de Arriba , dice que es feliz en su rincón de la Candamia y tiene entretenido todo el día «haciendo cosas».MAURICIO PEÑA
Juan Suárez, de Rucayo y Tolibia de Arriba , dice que es feliz en su rincón de la Candamia y tiene entretenido todo el día «haciendo cosas». | MAURICIO PEÑA

- ¿Y el material necesario?

- Aquí todo es reciclado. Todos estos palos, los tableros... los encuentro por aquí. Incluso dentro de la casa he aprovechado como vigas y asientos algunos árboles que ya estaban aquí y no los he tocado.

- De familia ya sabemos de dónde vienes; ¿y de pueblo?

- Bien lo sabes, cuéntalo.

Siendo sobrino de El Sastrín es evidente que Juan tiene el origen de una  rama familiar en Rucayo; y la otra en Tolibia, donde pasó buena parte de su vida.

Juan es uno de esos tipos trabajadores desde niño, callados, entrañables, buena gente, orgulloso de su ‘raza’, que llegó a ir a Madrid para traer los trofeos de El Sastrín que allí tenían y que todo el mundo supiera de él. Y cuando lo cuenta se acuerda de otro pariente: «¿Y mi primo Sindín el de Ferreras de Vegamián?», pregunta para que cuente a los presentes lo que tantas veces me contó él antes. «El Campeón enfermo, Sindín. Que estando en el frente se perdió en el monte y vagó solo durante semanas, adquirió una grave enfermedad pulmonar que le tenía postrado en cama largas temporadas, pero en algunos ‘días de mejoría’ luchaba el Provincial y lo ganó en dos ocasiones. Después murió muy joven, a causa de la enfermedad».

Juan atiende como si nunca hubiera escuchado la historia y sonríe con un orgullo indisimulado.

Juan trabajó un poco de todo. ‘Arreando’ rebaños desde los puertos de la montaña de Tolibia, Lillo... hasta embarcar en Villamanín, también al regreso; muchos años estuvo en la construcción con Julito ‘El Rebeco’ de Lugueros (o Piedrafita) y un poco lo que saliera. En estos oficios varios adquirió ‘maña’ para levcantar este oasis «para todos» que le ha ido arrancando a la maleza de la Candamia, en el que ve pasar a la gente que le saluda. Se detiene uno de los organizadores de la Trascandamia y le dice: «Para el año que viene hacemos aquí avituallamiento». 

- Para eso está, lo que quieras.

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