Lorenzo ‘Cueto’, mil oficios y pionero del mastín leonés

Nacido en un pueblo de pastores y trashumantes, después de varios oficios regresó a Casares de Arbas y se convirtió en un pionero en su comarca de la cría, cuidado y defensa del mastín

30/03/2025
 Actualizado a 30/03/2025
"Cuando tus mastines veían cómo te ponías la funda y las botas, ellos sabían que ya estaba el jefe allí, porque ellos sabían que eras el jefe". | JORGE ARÉVALO
"Cuando tus mastines veían cómo te ponías la funda y las botas, ellos sabían que ya estaba el jefe allí, porque ellos sabían que eras el jefe". | JORGE ARÉVALO

Caminaba detrás del féretro de Lorenzo Rodríguez, ‘Cueto’ para todos ellos, mucha gente. De la Tercia, muchos criadores de mastines compañeros en tantos concursos, vecinos... y uno de ellos, Manuel Díez Estrada, Manu, alcalde de Villamanín entre 1991 y 1995 hacía una reflexión: "Si tuviera que destacar algo de Cueto sería su compromiso público, altruista, su espíritu colaborador. Fue mi teniente alcalde y lo puedo decir, si no hubiera estado él habría tenido que dimitir pues coincidió que me nombraron gerente de Atención Primaria y me absorbía mucho tiempo, pero estaba tranquilo sabiendo que Cueto estaba aquí... iba a todas las obras, atendía a todos los vecinos, las nevadas, todo. Y después me lo trasmitía con una fidelidad que ya no se lleva. Lo tengo que decir".

Y añade que era "un paisano de una sola palabra, recto, gran conversador y al que le gustaba estar informado. Buen lector". Tal vez mirar para gente como su hijo Eduardo ayude a entenderlo.

Era una faceta. Tenía muchas Lorenzo Rodríguez, de Casares, para todos los vecinos Cueto, muchos creían que era apellido y descubrieron en la esquela que no.
- ¿Y lo de Cueto?

Quien lo sabe es Tomás, el cantinero de Casares, compañero de Lorenzo en avatares de etapas anteriores. "Lo de Cueto es de una época que se dedicó al trato del ganado, después de venir de Asturias, y era Cueto el tratante y con Cueto se quedó".

En los últimos tiempos había adquirido más presencia pública como criador y defensor del mastín leonés, ganador de concursos, conversador y, sobre todo, defensor de la raza. Él mismo lo contaba alguna vez que le pedían su ‘biografía’ después de algún reconocimiento. "Me llamo Lorenzo Rodríguez Rodríguez (Cueto), y soy criador de mastines españoles desde hace más de 40 años. Mi afición comenzó desde muy temprana edad porque en toda la zona de la Tercia el mastín siempre ha desempeñado un papel muy importante, ya que era el encargado de cuidar los rebaños trashumantes que pastaban en los valles leoneses en verano y en los encinares extremeños en invierno". Y es que de su pueblo (Casares) y otros cercanos como Poladura, Cubillas o Viadangos son algunas de las leyendas del mundo de la trashumancia, de Ezequiel al Trota, de Eloy al Moreno... y todos conocedores de un lema: "Con buen mastín no hay festín".
 
Y ahí estaba Cueto para hacerlo realidad. Como corroboran algunos testimonios. El de Arantxa es de profunda admiración: "Se abría una puerta, unos brazos ,y una familia, para que fuera una más  en la tuya. Me regalaste tu sabiduría, tu admiración y tu pasión por el mastín, el gusto por escucharte sin pestañear, el brillo de esa mirada hablando de tus queridas montañas y la convicción de creer firmemente en lo que debe de ser nuestro mastín, el de León". Y desde uno de los grupos en los que participaba —Mastines corteceros— recuerdan una estampa de la que muchos hablaban: "Tus perros no te olvidarán, como les digo cuando estoy con ellos ¿dónde está el jefe? porque eso eras tú para ellos, el jefe de la manada, cuando escuchaban tu furgoneta y bajabas te esperaban mientras veían cómo te ponías la funda y las botas, ellos sabían que ya estaba el jefe allí, que llegaban la hora de comer, de mimos. Te sentabas en la silla y ellos todos a tu alrededor tumbados tranquilos porque tú estabas con ellos".

Pero la andadura de Cueto, más bien de su etapa de Lorenzo el de Casares, va más allá, fue la de un montañés que se supo abrir camino y hacer nombre a base de trabajar y me muchos oficios. Después de una infancia ‘al uso’, de nieve, en Casares, pronto se buscó la vida y lo hizo con una salida muy habitual en estas tierras fronterizas, en Asturias, en la industriosa Avilés. Lo recordaba otro que hizo el mismo camino, Tomás, el de la cantina de Casares. "Coincidimos en Avilés, en una empresa de ferralla que trabajaba para Ensidesa. Yo después compré el camión y él sacó unas oposiciones para entrar en Ensidesa, como ya trabajábamos para ellos... Y tenía un muy buen puesto, en un puente oruga".

Pero le llamó la tierra y la genética y regresó, compró ganado, se hizo tratante —ahí se acuñó el nombre de Cueto—, trabajó con un camión en la cantera de Ciñera y en sus últimos años trabajó en la mina. "Era muy duro, tanto que resucitó como Cristo, a los tres días", recuerda Tomás, que lo explica: "Cuando estábamos en Avilés le dio la meníngitis, lo vimos morir y otro y yo cogimos la moto y bajamos a por un médico. Subió, le sacó líquido de la espalda y estuvo tres días tirado, muerto... pero enderezó y como si tal cosa".

Hasta esta etapa final, con un cáncer que le fue llevando poco a poco, en dos años de lucha como un paisano, «como un mastín», decían los criadores que le fueron a decir adiós.

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