El otro día leía la noticia de ese profesor de Gijón que tiene la costumbre de poner un 10 a todos sus alumnos siempre. Dice que «les da confianza», que «se puede aprender sin angustia», que «el estrés no incentiva el progreso del alumno» y que «la nota es un freno para el aprendizaje».
Por supuesto, no utiliza libros de texto, trabaja por proyectos y evalúa, ojo al dato, «de forma holística». Automáticamente pienso en cuánto daño ha hecho ese romanticismo arrollador de películas como ‘El club de los poetas muertos’ y su ‘Oh capitán, mi capitán’. La Consejería de Educación del Principado de Asturias, supongo que poco dada a romanticismos, ha sancionado a este docente básicamente por saltarse a la torera el derecho que tienen los alumnos a una evaluación decente y objetiva.
Estarán de acuerdo conmigo en que, como mínimo, se podría decir que vivimos un momento educativo complejo, y que a veces, sinceramente, no sabemos ni por donde nos da el aire. El desconcierto nos arrolla porque venimos de una educación autoritaria, incuestionable y llena de dogmas, aquello de «la letra con sangre entra», y hemos corrido despavoridos justo en dirección contraria, hacia esta especie de libre albedrío que ahora no sabemos ni cómo manejar.
Vivimos en la era de la inmediatez y el éxito fácil, las redes sociales y el reality show.
Es el mal de nuestro tiempo, el «aprenda inglés de forma sencilla y sin estudiar», la receta del «calentar y listo» y por supuesto, las dietas milagro del «adelgace en pocas semanas, sin esfuerzo y sin moverse del sofá».
Desdeñamos el esfuerzo, el sacrificio, el mérito, la disciplina o la fuerza de voluntad porque nos dan una pereza terrible, nos suenan a lo de antes, a esa fórmula ya gastada, casposa y pasada de moda que, de ninguna forma puede servir para los tiempos que corren, ¡faltaría más! Para nuestros retoños queremos otra cosa, por eso les educamos acomodándoles la vida para que consigan todo lo que quieren, pero sin esfuerzo, sin sacrificio, y sin que nada les frustre.
El pasado martes el consejo de ministros, por la Vía del Real Decreto que tanto le gusta al Gobierno, dictaminaba que desde este mismo curso los alumnos podrán graduarse sin tener todas las asignaturas aprobadas, se permitirá presentarse a Selectividad con un suspenso, y finalmente no habrá exámenes de recuperación en la ESO. Ya no hacen falta, porque será el equipo docente quien evalúe y tome la decisión de si el estudiante pasa o no pasa, sin tener ya en cuenta el número de materias que haya suspendido.
Sí, ya sé, nos dicen que se trata de hacer frente a los sonrojantes datos de fracaso escolar que nos avergüenzan en Europa. Pero digo yo que, si de verdad se gastaran la pasta, si existiera la inversión necesaria para la formación del profesorado y la imprescindible bajada de ratios, más docentes y mejor preparados, atención a la diversidad, personalización del aprendizaje… igual no hacía falta bajar el nivel de exigencia y la calidad educativa dinamitando la formación de nuestros hijos, porque los alumnos aprenderían (y aprobarían), por sus propios medios. Eso sí que es innovación educativa de la buena.
Ustedes ya lo saben, criamos a niños vitrina que no pueden y no saben cómo enfrentarse a los problemas que se encuentran en su día a día. Las continuas facilidades, y la completa falta de exigencia (en la escuela y fuera de ella) hace que muchos de ellos lleguen a la Universidad o a sus primeros trabajos, sin las competencias más elementales para enfrentarse a la vida adulta, y esto, muchas veces, les pone en situaciones que rozan el esperpento. Esos padres que se presentan en la Universidad para revisión del último examen de su hijo, o aquellos que pretenden entrar al despacho en la primera entrevista de trabajo del retoño. Y ya no sabe uno si reírse o llorar.
Es urgente educar en inteligencia emocional, enseñarles a ser resilientes, a resolver conflictos, a asumir responsabilidades, a reconocer el trabajo duro y la fuerza de voluntad. Hablarles de sueños y de metas, pero también del trabajo necesario para conseguirlas.
Sofía Morán de Paz (@SofiaMP80) es licenciada en Psicología y madre en apuros.
Los niños vitrina y la ley del mínimo esfuerzo
Por Sofía Morán
21/11/2021
Actualizado a
21/11/2021
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