El colegio Gumersindo Azcárate es un reflejo fiel de la realidad de su barrio, Armunia. En sus aulas, conviven un gran porcentaje de niños de etnia gitana con hijos de inmigrantes de diversas nacionalidades. Son mayoría y tienen un denominador común: la gran parte de sus familias disponen de escasos recursos económicos. Un indicador que lo demuestra es que 80 de los 124 alumnos matriculados en la actualidad son beneficiarios del 100% de la beca de comedor. Las rentas bajas se suman a que en sus hogares no tienen herramientas como internet para complementar su formación y en muchas ocasiones sus padres no les pueden ayudar a hacer los deberes, bien por el desconocimiento del idioma, bien porque abandonaron sus estudios de forma temprana.
Ante esta tesitura, el centro de Educación Infantil y Primaria lleva varios cursos empeñado en eliminar la etiqueta de «problemático», trabajando para hacer del colegio un lugar más atractivo en el que la convivencia estuviera garantizada. Así, el equipo directivo, junto al resto de maestros, comenzó a tejer una red de colaboraciones basada en la tecnología que dio un giro de 180 grados a la realidad del Gumersindo Azcárate.
El curso pasado, empezaron a colaborar con el proyecto Smart School de Samsung, a través del cual consiguieron una dotación de tabletas y televisores para digitalizar la enseñanza. A cambio, era necesario que el profesorado recibiera una intensa formación enfocada a aprender a usar esta tecnología y modificar los espacios de aprendizaje. «Muchos lugares se habían convertido en almacenes», asegura César Amez, secretario y maestro de Educación Física.
Esto permitió rediseñar el hall del centro, la biblioteca o el laboratorio, un trabajo «muy importante» que presentaron a los premios nacionales de Innovación Educativa, resultando ganadores de su categoría.
Pero no solo han cambiado las paredes y se han llenado de color haciendo del colegio «un sitio más bonito» al que los niños llegan con gusto, también se ha transformado la vida en las aulas gracias, sobre todo, a la tecnología.
Así, las tabletas han entrado en la vida de unos niños que, en la mayoría de los casos, no disponen de internet en sus casas ni de estos aparatos, que se han convertido en una herramienta más de trabajo con la que formarse, que no sustituye al libro y al bolígrafo, sino que los complementa.
En el centro, conviven niños de etnia gitana con hijos de inmigrantes de varios países, un reflejo fiel del barrioPara que todo funcionara correctamente, tuvieron que mejorar la conectividad del centro, una de las exigencias del programa. Para ello fueron imprescindibles las manos de Marce Grandmontagne, uno de los profesores. «Como tenía más o menos idea», dice él, empezó a investigar por dónde iban los cables y a mejorar los puntos wifi, porque «al principio con cuatro tabletas se colapsaba todo y tenían que funcionar cien a la vez». Él consiguió hacer del Gumersindo un ‘cole’ conectado que ha permitido lo que no duda en calificar como «magia».
Todos están ya familiarizados con las tabletas, las pantallas táctiles y los proyectores. Hasta los más pequeños. En el aula ‘digital’ de Infantil trabajan junto con sus dos profesoras los niños de 3 años y los de 4 y 5, que componen la misma unidad por el ratio de alumnos. Todos tienen su pantalla y la manejan a la perfección. El aparato dispone de distintas aplicaciones con niveles para cada uno, por lo que el sistema permite individualizar la formación y no hay ningún problema en juntar a los alumnos de dos clases en el mismo espacio. «Seguimos trabajando de forma tradicional, pero la tableta es una herramienta que utilizamos para motivarles», explica Jaqueline García, maestra del segundo curso de Infantil. Eso sí, si por ellos fuera, «la usaríamos todos los días», asegura.
Tienen una aplicación que se llama ‘Smile and Learn’ con ejercicios de diferentes asignaturas y niveles, también trabajan con ‘Snappet’ y aprenden robótica o lenguaje de programación con ‘Makey Makey’.Son solo algunos de los ejemplos de la tecnología de la que disponen en el centro, gracias en gran medida al esfuerzo del equipo docente.
Son 12 maestros más otros cinco compartidos con el colegio Lope de Vega o el Padre Manjón de Armunia, como los de Religión Católica y Evangélica. «Te tienes que implicar principalmente en la formación del profesorado porque es evidente que no te van a dar una tecnología que cuesta mucho si no la sabes usar, sería muy triste que se quedara en las cajas o que le diésemos un mal uso», explica César Amez, que asegura que el esfuerzo del profesorado es total para «ver de qué manera conseguimos que nuestros alumnos tengan tantas oportunidades como si vivieran en otro barrio distinto».
Sus nuevos y aprovechados espacios educativos les han valido un premio nacional y más que merecido para ellos Este trabajo supone muchas horas extra para ellos, que tienen que investigar nuevas aplicaciones, aprender a sacar partido a la tecnología de la que disponen y un largo etcétera. Pero no solo eso, también tienen una vinculación especial con los niños y las familias, la «tercera pata» del centro junto a profesores y alumnos. «Recibimos a los niños a la puerta, hablamos con los padres, les devolvemos también en la puerta...», ejemplifica César asegurando «los padres nos conocen y eso también ha hecho que la convivencia mejore», porque existe una labor social importante por parte del centro. Por ejemplo, en muchas ocasiones tienen que ayudar a las familias a rellenar los impresos para conseguir becas o a hacer las matrículas, porque en sus casas no tienen internet o, simplemente, no saben hacerlo.
«Ahora todo está muy tranquilo y conviven las distintas etnias, pero antes era muy difícil», asegura el secretario, que también hace el trabajo de jefe de estudios al ser un centro pequeño.
Se nota en las aulas. En la de los mayores, por ejemplo, todos tienen su propia tableta y trabajan junto a Marce Grandmontagne sentados en mesas por grupos. Con ‘Smile and Learn’ van haciendo ejercicios de diferentes asignaturas. Si los resuelven de forma correcta, consiguen monedas con las que construir su propio mundo. Una motivación añadida. También tienen tareas que tienen que completar. Una de ellas se la encomendó el profesor antes de salir de casa a través de la plataforma ‘Classroom’ de Google, una herramienta gratuita a través de la cuál Marce controla el trabajo de sus alumnos.
«Nos vimos en la obligación de buscar algo que fuera más exitoso, nosotros con solo libros y cuadernos vamos cortos, no somos tan atractivos», explica César Amez, ya que «otros niños lo tienen en sus casas pero nuestros alumnos no». Por su parte, Marce Grandmontagne defiende el uso de la tecnología en las aulas. Es, asegura, la realidad, por lo que «no puede haber discusión entre tecnología sí o tecnología no, tecnología sí», remata.
Las tabletas se quedan en la escuela, pero el siguiente paso es que estos niños también puedan disponer de ellas en sus casas. Para ello, acaban de entrar en otro proyecto de Ayuda en Acción bautizado como Gigas Solidarios, a través del cual las familias que no disponen de recursos para tener internet en casa reciben una conexión y una tableta a través del centro. En total, 48 niños se beneficiarán de esta iniciativa.
Todo ello es fruto del empeño de unos profesores que llegan al colegio «con alegría y ganas de trabajar», asegura Marce, pero también de hacer de sus alumnos personas con oportunidades. Porque la cuestión no es otra que hacer «personas críticas y responsables a largo plazo» y que la tecnología sirva como una herramienta de inserción para cuando estos pequeños crezcan.
Los problemas, solo en las pantallas
En el Gumersindo Azcárate de Armunia utilizan la tecnología para garantizar que sus 124 alumnos crecen con igualdad de oportunidades pese a la realidad del barrio
18/03/2019
Actualizado a
19/09/2019
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