«Este acto debió tener lugar hace tiempo, pero nunca es tarde si la causa es buena. Y la causa aquí lo es, es más que buena, es inmejorable el motivo de este homenaje a D. Antonio Guada, al que fuera alcalde (en 1923) y vecino ejemplar, además de profesional prestigioso e incansable en una saga generacional de veterinarios».
Estas fueron las primeras palabras que pronunció la concejala de Cultura del Ayuntamiento de Mansilla, Mireia López, al inaugurar la placa en reconocimiento a la figura de Antonio Guada. Tal vez sea tarde, lo merecía el personaje, pero era oportuno cuando se cumplen cien años del mandato como alcalde quien fuera el patriarca de una saga de veterinarios vinculados a Mansilla, los Guada, y que aún continúa, ya con la quinta generación.
Es también muy oportuno el lugar en el que se colocaba la placa, un Pozo, frente al ayuntamiento, que ahora da nombre a toda la plaza y que fue inaugurado en el mandato de Fernando Guada «con la particularidad y el mérito añadido de que el propio alcalde corrió personalmente con los gastos de esa obra, según atestiguan sus familiares directos que han solicitado e impulsado este acto», explicó la concejala.
El origen de la saga de veterinarios cumple ahora dos siglos pues se establecieron en Mansilla en 1823 cuando Antonio Guada Villaoz, se estableció en la villa como albéitar-herrador, que es como se llamaban entonces los veterinarios. Desde entonces han sido cinco generaciones y nunca han faltado veterinarios en ellas; el primero un hijo del citado Guada Villaoz, José María Guada Cañón, veterinario de segunda clase por la Escuela de Veterinaria de León y sus hijos Antonio (el ahora homenajeado) y Armando también acabaron sus estudios de Veterinaria en la Facultad leonesa en los años 1900 y 1909 respectivamente. la cuarta generación fue la más ‘prolífica’ pues cuatro de los hijos de Antonio –Antonio, José, Fernando y Julio– cursaron los mismos estudios de sus antepasados.
Dos más, José Antonio Guada Vallepuga y José Ramón Guada Díez, son la quinta generación.