«Me paso el día en bici por el monte, recorriendo todos los caminos de la zona, y me había pasado ya demasiadas veces lo de llegar a casa y querer explicar por dónde había subido o por dónde había bajado y no poder entenderme ni con mi padre ni con algunos vecinos, porque ellos se referían a algunas zonas concretas con nombres que yo, ni creo que nadie de mi edad, no había escuchado nunca». Lo cuenta Iván Santos, vecino de Puebla de Lillo, ciclista que llegó a ser profesional durante dos temporadas y que se puede decir el tópico de que conoce como la palma de su mano todos los montes de la zona. Cansado de esa situación, convencido de que todos esos topónimos, como las lindes, los apodos, los cantares, los refranes y tanto y tanto patrimonio oral de nuestros pueblos se iban a perder para siempre con la desaparición de la última generación, cogió un papel grande y un boli y empezó a pintar a mano los caminos que tan bien conoce y los nombres que en su pueblo se les daba a determinadas zonas.
Lo hizo primero en Puebla de Lillo, su pueblo, donde contó con la ayuda de su padre, de algún vecino y de los pastores que pasan la vida por el monte. «A toda esta gente yo le preguntaba, les puse delante de los mapas del Instituto Geográfico Nacional y usaban nombres distintos a los que aparecen para referirse a valles, a veredas, a fincas cuevas... Saqué boli y papel y me puse manos a la obra».
El resultado son unos mapas que se puede decir que están perfectamente actualizados, porque Iván Santos ha recorrido con su bicicleta todos los caminos para saber de primera mano su actual estado y hasta dónde llegan exactamente, unos mapas que además de para no perderse sirven también para no perder la memoria de los pueblos. Por una de las partes, el ex ciclista ha realizado de su puño y letra los planos con los principales puntos de interés y los topónimos que ha ido recabando en sus conversaciones con los vecinos más veteranos, y por la parte de atrás se incluyen los nombres precisamente de quienes le han ayudado a confeccionar los mapas, un hermoso homenaje que es en sí mismo la mejor herramienta para luchar contra el olvido del patrimonio oral.
Los primeros pasos fueron escribiendo sobre los mapas del IGN, pero luego Iván Santos confiesa que descubrió un programa para hacer mapas que facilitó mucho su trabajo, en el que ha empleado años. Como tantas y tantas iniciativas, empezó durante el confinamiento, pero se fue animando con los resultados y, sobre todo, con la respuesta de la gente. Hizo en la junta vecinal de Lillo, en el que se incluye nada menos que 480 nombres, está acabando el de Cofiñal y además ha realizado otros de Acevedo, La Uña y Liegos. «Si encuentras colaboración, como fue el caso de Acevedo con el contacto de Ángel Cimadevilla, o ahora que estoy con el de Solle y me ayuda Miguel Ángel, la verdad es que sale todo muy rápido», confiesa este apasionado de su tierra que vive en Oviedo pero sueña con el momento de coger la bici y recorrer parajes de hermosos nombres que él ha contribuido a que no se olviden.
Buena prueba del éxito es que en algunos de los pueblos han hecho a partir del mapa realizado por Iván Santos una marquesina con una reproducción a gran escala donde lugareños y visitantes pueden conocer los nombres que durante siglos han dado los habitantes de la zona a los paisajes de los que están rodeados.