La Consejería de Medio Ambiente, Vivienda y Ordenación del Territorio, a través de los agentes y celadores de campo, alcanzará el centenar de lobos radiomarcados con GPS, en un plan que persigue conocer a fondo su forma de alimentación, si en ella prioriza la fauna silvestre o doméstica, así como su reacción a los sistemas de prevención del ganado para evitar los propios ataques de estos cánidos. La iniciativa se encuentra en una primera fase, iniciada el pasado año, que consiste en la captura de ejemplares mediante lazos especiales para colocar en los animales unos collares programados que «emiten, de una determinada forma y periodo, los datos necesarios que permiten interpretar por los técnicos la actividad que tienen, qué comen, que predan entre presas silvestres y domésticas o cuándo hacen los encames», apuntó en declaraciones a Ical el director general de Patrimonio Natural y Política Forestal, José Ángel Arranz.
El objetivo es llegar a marcar alrededor de un centenar de lobos para contar con datos más fidedignos acerca de sus movimientos. Los datos logrados en horario diurno, los cuales se corresponden en su mayor parte a encames, «se revisarán en campo para su caracterización, únicamente cuando exista la total seguridad de que los encames ya no se encuentran en uso por los ejemplares equipados con emisores GPS o por otros integrantes de la manada». En todo caso, Arranz trasladó que «nunca» se revisará sobre el terreno estos datos en época de celo y reproducción de la especie. La otra parte importante del estudio, además de la alimentación, es profundizar en su reacción a los sistemas de prevención del ganado, «tanto los tradicionales o aquellos que se empiezan a probar y sean de otro tipo y que permitan innovación». «En esta fase intentamos no interferir, solo sacar conclusiones sobre esa manada que actúa y saber que si hay lobos que atacan, ver qué medidas preventivas podemos tomar. Es lo más adecuado mientras no podamos hacer controles poblacionales», justificó Arranz.
Para conseguir esta serie de datos, se han analizado varias posibilidades, si bien la Consejería ha optado por establecer un «criterio de compromiso» entre el número de puntos recogidos y la vida útil del collar. Así, se propone que, por defecto, todos los collares se configuren desde su instalación con una configuración que consiste en aportar información de una posición cada media hora durante 10 días (dos envíos diarios), y el resto del mes, cada dos horas (un envío cada dos días). De esta forma, se aumenta la tasa de detección alrededor de un 50 por ciento más de los grupos de lobos en un tercio del mes. «Esta configuración nos permite determinar el movimiento del animal, sobre todo en cuanto a la predación. Luego un equipo va a comprobar si en ese punto hay carroña o si hay ganado o animales silvestres», señaló el director general, algo que se acometerá al menos una vez a la semana y siempre fuera de las horas próximas a la actividad del animal (amanecer y atardecer), y cuando haya seguridad de que los ejemplares no se encuentran en la zona. Arranz consideró que, de esta manera, el mayor volumen de datos obtenido «compensaría la pérdida de vida útil del emisor». Una vez avanza la obtención de resultados, se podrá pasar a una segunda opción, más conservadora, o modificarse esta configuración para la realización de estudios específicos.
Medidas preventivas
De cara a las medidas preventivas, la Junta elabora un programa en las 200 explotaciones con más daños, que será “complementario”, porque testarán con los lobos del entorno si mejora o no la predación.
Además de las medidas más tradicionales, que son determinados tipos de cercados o vallados y también los perros, además de pastoreo en determinadas épocas, la Junta recomienda otras modalidades de pastoreo, como encerrar al ganado por la noche y, concretamente para el vacuno, estabular las vacas que están criando y los terneros en determinadas épocas porque “son las más proclives a los ataques”.