Las referencias que tuvo en su hogar ya hicieron que despertara su curiosidad por la ciencia, pero no fue hasta que llegó a la universidad cuando encontró su verdadero propósito: contribuir a la sociedad. La bañezana Marina Pollán es licenciada en Medicina por la Universidad de Salamanca, aunque sus estudios le han llevado también a Estados Unidos y Suecia. Es profesora de Investigación del Centro Nacional de Epidemiología, del que fue también directora durante los años de la pandemia, y la Universidad de Granada la nombró Doctora Honoris Causa en el 2023. Desde finales de enero de este año dirige el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), la referencia nacional e internacional en investigación biomédica y salud pública en España. Su línea de trabajo se ha centrado en los factores de riesgo frente al cáncer de mama, aunque su trayectoria profesional ha hecho que Pollán haya estado en contacto con la investigación de otros tipos de enfermedades. Por todo este recorrido, la bañezana fue la protagonista del ‘Homenaje al Personaje Leonés’ que el IES Juan del Enzina de León organiza cada año. Una distinción que recogió este viernes entre la emoción y el agradecimiento por ser un reconocimiento que llega desde la comunidad educativa.
– ¿Cómo se sintió al recibir el homenaje del IES Juan del Enzina?
– La verdad es que me hizo muchísima ilusión porque no me lo esperaba, estoy muy agradecida. Soy de La Bañeza, estudié allí, pero tuve que venir a recoger mi título de Bachiller al IES Juan del Enzina, además, mi marido es profesor de instituto. Me emociona por estas dos razones, por ser en mi tierra y por venir de un Instituto de Educación Secundaria.
– Aquella Marina estudiante, ¿ya quería ser científica e investigadora?
– No lo tenía tan claro. Tenía un hermano once años mayor que yo que trabajaba e investigaba en la universidad, y él para mí ha sido un referente. Quizá no pensaba en ser científica, pero sí tenía ese modelo de inspiración. Se ha podido hacer realidad y en ese sentido estoy muy contenta.
– Tuvo un encuentro previo con el alumnado del instituto, ¿qué les trasladó sobre sus inicios?
– Sí, la dirección del instituto me comentó que quería que viniera primero a darles una charla sobre lo que había sido mi trayectoria y el papel de las mujeres en la ciencia, y estuve aquí en febrero. Se habían estudiado mi currículum y me hicieron preguntas. Aproveché también para compartir mis vivencias. Influida por mi hermano mayor, comencé a estudiar Ciencias Físicas en Salamanca. Fue un año malo para mí. Tuve una especie de crisis sobre si me gustaría o no y, al final, decidí cambiar de carrera. Yo elegí mis estudios en función de esos roles a los que aspiraba, me fijaba en mi padre, que era químico, y mi hermano mayor. Sin embargo, en ese momento tenía muchos amigos que estudiaban Medicina, y lo que me contaban me gustaba. Además, para mí era importante dedicarme a algo que realmente sirviera en la sociedad, quería contribuir y en aquel momento me parecía que desde Físicas no lo iba a conseguir. Aunque al final aprobé porque me esforcé, viví mi primer año de carrera como un fracaso, y sin embargo aprendí cosas que me han sido muy útiles después en el ámbito de la epidemiología y la salud pública; a veces esos fracasos se transforman en palancas de ayuda. Con la perspectiva de los años, te das cuenta de que estas obligada a tomar decisiones cuando aún no tienes mucho conocimiento ni tampoco la madurez.
– Dirigió el Centro Nacional de Epidemiología, es la tercera mujer en estar al frente del Carlos III. ¿Sigue sintiendo algún tipo de presión por estar liderando estas instituciones?
– Cuando inicié mi carrera investigadora, mis referentes eran todos masculinos porque las mujeres hemos llegado más tarde. Salvo algunas excepcionales como Margarita Salas, no había muchas. Ahora la situación es diferente. Fui la primera mujer en dirigir un área del Centro de Investigación Biomédica en Red (Ciber), la de epidemiología y salud pública, y en el entorno de las ciencias todo ha cambiado. Si tienes en cuenta que el 75 % del personal en el sector salud somos mujeres, no es de extrañar que estemos ocupando puestos de relevancia. Creo que ahí sí ha costado y hemos tenido que luchar, pero en el ámbito público nunca me he sentido discriminada. En algún momento sí que es verdad que a los médicos les llamaban "Doctor" y yo siempre he sido Marina. Mientras se respete lo que uno representa, para mí no genera ningún problema.
"Si tienes en cuenta que el 75 % del personal en el sector salud somos mujeres, no es de extrañar que estemos ocupando puestos de relevancia"
– ¿Cuáles son sus retos al frente del Instituto?
– Asumí este reto personalmente por dos razones. El ISCIII tiene una labor hacia afuera, que es la de vertebrar, financiar y coordinar la investigación sanitaria, y otra interna. Por ahí quiero ir, por mejorar y apoyar a los centros propios, como el de Epidemiología, el de Microbiología o el Instituto de las Enfermedades Raras, ya que he desarrollado mi carrera profesional aquí. La otra razón es apoyar la cohorte Impact (Infraestructura de Medicina de Precisión Asociada a la Ciencia y la Tecnología).
– ¿En qué consiste?
– Una cohorte es un gran número de personas que son seguidas en el tiempo para ver quién desarrolla una determinada enfermedad. Todos los países de nuestro entorno han puesto en marcha grandes cohortes multipropósito en las que se recoge información para estudiar diferentes patologías que no sean raras y eso se pone a disposición de la comunidad científica. Cuando me entrevisté con Raquel Yotti, la que fuera directora del Carlos III, pidiendo este tipo de proyecto, ella entendió la necesidad y se puso en marcha. Para mí era importante impulsar esta actividad porque es de largo plazo y si la nueva directiva no lo veía como prioritario corríamos el riesgo de haber hecho el esfuerzo para nada. Esta cohorte va a tener un mínimo de 200.000 personas y se va a llevar a cabo en 50 centros de Atención Primaria de todas las comunidades autónomas. De hecho, creo que está previsto que se abra un nodo en la provincia de León.
– ¿Cómo valora su paso por el Centro Nacional de Epidemiología? Teniendo en cuenta que lo dirigió durante los años de la pandemia.
– Mi trayectoria profesional siempre ha estado vinculada a la epidemiología, la del cáncer y, aunque yo ya era parte del centro, la pandemia me descubrió el buen hacer de mis compañeros del área de enfermedades infecciosas, enfermedades transmisibles. Mis mejores publicaciones, además, están ligadas a la pandemia, porque en ese momento el interés de las revistas internacionales en cualquier información novedosa del Sars-CoV-2 era muy grande.
– ¿Cómo fueron aquellos momentos?
– Toda la vigilancia epidemiológica del conjunto del país está coordinada por el Ministerio de Sanidad, pero la gestión de todo ese sistema de información se lleva desde el Centro Nacional de Epidemiología. También otros sistemas como el MoMo (Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria), que ya casi todo el mundo conoce gracias a esas gráficas diarias que salieron durante la pandemia. Disponer de este sistema de información nos permitió cuantificar y calificar el problema muy pronto. Tuve la oportunidad de convencer al Ministerio y a Raquel Yotti de la necesidad de hacer un gran estudio de seroprevalencia para conocer realmente cuál era la difusión de este nuevo virus en nuestro país. Coordiné, fui la directora científica de ese estudio en el que participaron todas las comunidades autónomas y pudo llevarse a cabo gracias a los servicios de Atención Primaria. Conté con personas de mi grupo de trabajo, Beatriz Pérez y Roberto Pastor, que son grandes epidemiólogos, y trabajamos muchísimo para llevar a cabo el ENE-Covid, un estudio que ha sido una referencia mundial. Algo que no pudo ser posible sin la colaboración de la población española, porque tú puedes diseñar un estudio muy bien, pero la participación es voluntaria. Fue un ejemplo de gran implicación de todas las personas que formaron parte, más de 70.000.
– ¿Cree que la sociedad del futuro es más proclive a vivir lo que se sufrió con el Covid-19? ¿Se ha sentado un precedente sobre el que trabajar?
– Espero que seamos capaces de aprender, quiero creer que somos una sociedad mejor preparada. Pandemias como la del Sars-CoV-2 ha habido otras en la historia, lo que hizo a esta diferente fue la rapidez con la que todo lo que se investigaba en ciencia estaba disponible gracias a Internet y al esfuerzo que hicieron las revistas donde se publicaron los resultados. Creo que eso aceleró muchísimo la puesta en marcha de medidas. ¿Cómo será la siguiente? Es muy difícil de saber. Cuando comencé a trabajar en cáncer, parecía que el mundo de las enfermedades transmisibles iba declinando en interés, porque con los antibióticos éramos capaces de vencer las principales infecciones por bacterias. Y desafortunadamente no es así. Es cierto que las enfermedades crónicas son las grandes causas de muerte en el mundo desarrollado en general, pero a las infecciosas también hay que prestarles atención. Tenemos un problema importante con la resistencia a los antibióticos porque los agentes infecciosos son organismos que van sabiendo adaptarse al medio. Tenemos que estar preparados, sin alarma, pero con la conciencia de que los microorganismos y nosotros estamos destinados a convivir.
"Es una vergüenza que España esté entre los países europeos con más tasa de obesidad infantil"
– Su investigación se ha desarrollado en torno a la modificación de hábitos de vida como un signo de prevención del cáncer, sobre todo de mama. ¿Cuáles son los que ayudan a reducir la incidencia?
– En el ámbito de cáncer de mama sabemos que la edad a la que tienes el primer hijo es muy importante, supone un factor de protección. Sin embargo, tener un hijo es un gran compromiso y sería poco responsable decir a las mujeres que para prevenir un hipotético cáncer de mama que no saben si les va a ocurrir lo que tienen que hacer es ser madres cuando su situación sentimental o económica todavía no se lo permite. Por eso, ahora mismo los consejos que podemos dar también son comunes a otras enfermedades. Es muy importante abandonar el tabaco y las nuevas formas de fumar sobre las que todavía tenemos poca información sobre su perjuicio, pero sospechamos que buenas no son. En segundo lugar, la obesidad. Este es un problema que atañe a casi todas las enfermedades crónicas, es una epidemia. Estamos programados para que nos guste comer, porque nuestros ancestros en la Prehistoria no sabían cuándo iban a tener comida. Las sociedades desarrolladas tenemos ahora una disponibilidad inmensa de alimentos y tenemos que ser conscientes de que comer mucho y no movernos –somos sociedades sedentarias– favorece el acumulo de grasa y eso es un aumento del riesgo de cáncer, también el de mama.
– Y, ¿qué hay de la dieta saludable?
– España es un país privilegiado en ese sentido, siempre hemos consumido el aceite de oliva como primera grasa frente a otras sociedades que utilizan mantequilla o grasa procedente del mundo animal. La dieta mediterránea, aunque no es prevalente en todo el país, es más saludable. De lo que hay evidencia es que las generaciones más jóvenes están perdiendo estos hábitos. España, junto con Grecia e Italia son los países europeos con mayor tasa de obesidad infantil y eso es una vergüenza porque somos los que deberíamos tener unos niños mejor alimentados. Aprovecho para trasladar un mensaje de salud pública. Si queremos mantener nuestro sistema sanitario, gratuito y de calidad, vamos a tener que poner énfasis en la prevención. En España hay una alta esperanza de vida y vamos a ser una sociedad envejecida. La población tiene que tener una cierta conciencia de que la salud no es algo que corresponde solamente al sistema sanitario, cada uno de nosotros somos agentes de nuestra propia salud.
– ¿Cuál es su vinculación con la Universidad de León?
– Conozco a algunos de los grupos que trabajan en León. La Universidad de León (ULE) formó parte de un proyecto que coordinábamos el investigador griego Manolis Kogevinas y yo que se llama MCC Spain y teníamos mucho interés en que participase algún grupo de Castilla y León. Finalmente se concretó la entrada del grupo del doctor Vicente Martín, que está en la ULE.
– ¿Cómo valora la puesta en marcha del Instituto de Investigación Biosanitaria de León (IBioLeón)?
– Creo que es muy buena noticia. De hecho, tenía previsto haber asistido a la firma entre la Junta de Castilla y León y la Universidad y al final no pude. Los Institutos de Investigación Sanitaria son una iniciativa de avance de la investigación biomédica en España y creo que León se tienen que felicitar por esta iniciativa. Castilla y León no supone mucho en términos proporcionales de población dentro del panorama nacional –hablo como castellana y leonesa–, pero tener solo un instituto en Salamanca, el Ibsal, era un hándicap. Los institutos de investigación sanitaria son iniciativas del ISCIII, y acercarlos a todos los territorios es una de las grandes ideas que tuvieron los directores anteriores. Se trata de unir uno o varios hospitales a una universidad y a algún centro de investigación que se dedique a temas de la salud, si lo hubiera. Crear una estructura para favorecer la investigación directamente trasladable al sistema sanitario. Para tener el reconocimiento de Instituto de Investigación Sanitaria del ISCIII hay que cumplir una serie de indicadores. El de León arrancará y cuando se considere maduro se propondrá para ser acreditado a nivel nacional. Sé que en Castilla y León ha perspectiva de crear otros dos más, en Burgos y en Valladolid, y me felicito de que mi provincia también sea uno de los lugares elegidos.