Matrimonios "sin fórmulas" en los que reina el amor y la paciencia

Luis García Montero le escribía a Almudena Grandes que “no sentía el peso de los años” y que “suele haber bancos donde se espera siempre”. Su texto ‘Canción de aniversario’ habla de la serenidad y la tranquilidad que le ofrece el “inédito” paso del tiempo.

Años han pasado desde que Celia y Elías, Soledad y José Guillermo o Josefa y Julio decidieron darse un ‘sí quiero’ que duraría prácticamente toda una vida. Junto a otras parejas de la capital han visitado este martes el Ayuntamiento de León para recibir un reconocimiento a su unión de Oro, Diamante y Platino y a una capacidad de adaptación que, en palabras del alcalde, José Antonio Diez, presente en el homenaje, es símbolo del avance de esta ciudad.

Ellos, lejos de creerse unos referentes, hablan del tiempo, que también avanza rápido como le sucede a García Montero, y que ha pasado delante de sus ojos disfrazado de rutina. Y, ¿cuál es el balance de las últimas décadas? Al final, después de 50 años, solo son necesarias las cosas más sencillas como la "buena salud", que agradece Soledad, casada con José Guillermo. "Hemos tenido altos y bajos, como todos los matrimonios, pero en conjunto ha ido todo muy bien", afirma.

El compromiso no entiende de fórmulas secretas, aunque sí de algunos consejos. Después de 60 años de matrimonio, Celia sabe muy bien qué es lo que mejor funciona: "Tener humor y llevarse muy bien. Si se discute se soluciona con un besito y ya está". La pareja que forman Josefa y Julio ha llegado a las bodas de Titanio -70 años casados- y se ha adaptado a todas las etapas de la vida con "mucho amor" como ingrediente fundamental. "Son etapas distintas, una de juventud, otras edades, y ahora de serenidad, paz y tranquilidad", reconoce Josefa.

García Montero le decía a Almudena Grandes que ‘Completamente viernes’ se podría haber llamado ‘Completamente tú’ y que mañana, como cada día, volvía “el buen amor, la buena compañía”. Como ellos, estos longevos matrimonios leoneses han elegido acompañarse cada día, pese a todo, incluso frente al paso del tiempo.