Está considerado como uno de los mayores expertos de Europa en el estudio de las tormentas, un fenómeno meteorológico que le fascinaba ya cuando era un niño. Y ahora, de mayor, José Luis Sánchez es catedrático de Física e investigador principal del grupo de Física de la Atmósfera de la Universidad de León. Es por lo tanto una voz más que autorizada a la hora de analizar todo lo ocurrido en la zona de Levante antes, durante y después de la dana, además de explicar los fenómenos meteorológicos que pueden darse con mayor probabilidad en la provincia de León y los efectos del calentamiento global, que a su juicio no tiene vuelta atrás y al que «sólo nos queda adaptarnos».
– ¿Qué proyectos vienen realizando habitualmente desde el grupo de investigación de Física de la Atmósfera de la Universidad de León?
– Estamos trabajando en varios proyectos que se basan fundamentalmente en dos aspectos. El primero es la asesoría a empresas o instituciones y el segundo se centra en realizar modelos de predicción meteorológica.
– ¿Qué tipo de asesoría les solicitan ahora mismo las empresas?
– En los últimos siete u ocho años hemos desarrollado modelos de predicción para que los drones puedan volar con seguridad. En 2030 tienen que convivir las plataformas convencionales con los drones y eso implica que hay que hacer cosas nuevas. Cuando tú vas a volar con una avioneta o un avión, sales de un aeropuerto y sabes la meteorología que vas a tener. Cuando tú sales a volar con un dron, no la sabes. Y eso es un problema. La seguridad que tiene una plataforma aérea es muchísimo mayor que la que tiene un dron, que puede caerse y hacer daño, además de generar un coste. Por eso estamos haciendo modelos de predicción aplicados específicamente al vuelo de los drones. Eso nos ha llevado a preparar varios proyectos y a poner en marcha dos de ellos tras concursar en colaboración con empresas para desarrollar los modelos de predicción para drones del Inta, un centro de investigación del Ministerio de Defensa que está en Lugo y que tiene además las instalaciones del Arenosillo en Huelva.
– ¿Y qué objetivos tienen los nuevos modelos de predicción generales en los que trabajan?
– Estamos trabajando, por ejemplo, para la Confederación Hidrográfica del Ebro y el objetivo es que mejoren sus modelos de predicción y puedan unirlos a los hidrológicos. Eso significa que, si tú sabes lo que va a llover o a nevar, tienes que hacer tu predicción de si embalsas o si desembalsas. Es decir, saber cómo juegas con las infraestructuras hidráulicas a la hora de evitar avenidas. También estamos trabajando con otro tipo de modelos aplicados a incendios forestales, para saber qué dirección van a seguir al propagarse y en qué condiciones van a hacerlo en función de las condiciones meteorológicas. Y está también la rama que hemos tenido siempre, la de las tormentas de granizo. Ahora mismo estamos trabajando en España y también en Bulgaria, Francia y Argentina.
– Como experto en la materia, ¿hasta qué punto cree que fenómenos extremos como la Dana que han sufrido recientemente en la Comunidad Valenciana se repetirán con más frecuencia a corto o medio plazo?
– Debemos partir de lo que es el calentamiento global. Si tú mañana en casa subes la temperatura de 19 a 20,5 grados, consumes un 10% más de energía. ¿Qué es lo que hemos hecho en la atmósfera? Le hemos dado un grado y pico más, por lo que tiene más energía y se mueve mucho más. Le hemos dado a la atmósfera un cheque en blanco y le hemos dicho que haga lo que quiera. ¿Y qué hace la naturaleza entonces? Lo que quiere. Entonces, todo esto es mucho más rápido. Si antes se producía una situación meteorológica extrema cada medio siglo, ahora se va reduciendo ese periodo. Eso quiere decir que algo que antes podía considerarse esporádico ahora se va repitiendo cada vez con más y más frecuencia.
– ¿Cómo está afectando ahora mismo esta situación a España?
– Estamos bastante mejor que otros países. Por ejemplo, en el sudeste asiático tienen un problema muy serio de inundaciones y llegará hasta tal punto que la población va a tener que salir de las costas y emigrar. Eso va a suponer el desplazamiento de millones de personas. Pero no es el caso de la península ibérica, pero en todo el entorno europeo estamos acostumbrados a que, si algo se produce, es por una razón. La razón siempre la tiene alguien. Alguien, no la naturaleza. Si mañana no llueve es porque alguien ha hecho algo para que no llueva… Si llueve es porque alguien ha hecho algo para que llueva... Es una filosofía completamente errónea. El calentamiento global hace que las situaciones extremas que antes eran muy poco probables ahora se den cada vez con mayor frecuencia. ¿Son nuevas las inundaciones en España? No. ¿Son nuevas las avenidas en la zona de Valencia? En absoluto. Lo que ocurre es, como ahora todo está dependiente de la naturaleza y de esa energía a mayores que le hemos dado a la atmósfera con el calentamiento global, que el daño que producen ahora es mucho más importante y la vulnerabilidad que tú tienes empieza a ser grande porque el riesgo de que aparezcan ese tipo de situaciones es cada vez mayor. Eso es lo que ocurre con las inundaciones y las danas.
– ¿Qué es una dana?
– Como consecuencia de una situación meteorológica concreta, aparece arriba, a 9.000 o 10.000 metros de altura, una especie de ventilador que tira del aire de abajo hacia arriba. Cuando eso ocurre, la humedad que arrastra va generando gotitas de agua. Si la base de la nube empieza a formarse a 2.000 o 3.000 metros de altura y tiene 9.000 hasta esa especie de ventilador, hay mucho espacio para que pueda crecer. Si a la energía extra en la atmósfera le añadimos el ventilador y mucha humedad que acaba siendo lluvia… para qué queremos más. Esto es un fenómeno que cada vez se produce con más frecuencia y es completamente consistente con el calentamiento global, es decir, con la energía que le hemos dado a la atmósfera para que pueda hacer procesos con más virulencia y más frecuencia. En todo caso, es verdad que la de Valencia ha sido un caso especial.
– ¿Por qué?
– Va a llevar bastante tiempo determinarlo, pero creo que es un caso especial desde el punto de vista meteorológico. La tropopausa, que es la parte de la atmósfera en la que se produce la mayor parte de los fenómenos meteorológicos, llega en invierno hasta unos 9.000 metros de altura. Sin embargo, a veces, porque no es la primera vez que ocurre, esa tropopausa se desploma y aplasta la parte de debajo de la atmósfera. En este caso, tú tenías una dana cuyo centro estaba en Andalucía, no en Valencia. Lo que ocurre es que al mismo tiempo había una cantidad importante de humedad que se desplazaba desde el Mediterráneo, como ha ocurrido hecho otras veces; pero, al llegar a la zona donde se produce este fenómeno, es muy probable que se produjese de repente un desplome de la tropopausa y de todo el aire que estaba mucho más arriba. Todo un volumen de aire y de agua que venía en una extensión tan amplia se mete como en un embudo, se encoge y se queda ahí parado. De tal forma que, lo que normalmente debería haber ido para otro lado, se queda ahí en esa zona concreta durante horas y horas. Es dificilísimo de prever que eso pueda ocurrir. Sí era fácil, porque en eso estaban todos los modelos, saber que iba a haber mucha precipitación, pero ninguno nos dijo que iban a caer 700 litros por metro cuadrado, que es lo que llueve habitualmente en León durante un año y medio. Y esa cantidad cayó aquel día en unas horas. Es una hipótesis, pero después de hacer algunos análisis creo que es bastante probable que hubiese un desplome de la tropopausa. ¿Quién la ha generado? La naturaleza, que hace cosas de estas. Hace algunos años, antes de Filomena, cayó una nevada importante en Madrid y ese episodio sí lo analizamos nosotros en detalle y comprobamos que había habido un desplome de la tropopausa. Se cayó desde 9.000 metros de altura a 5.000 y eso es una auténtica barbaridad.
– De sus palabras se deduce que estos fenómenos no son atribuibles exclusivamente al cambio climático…
– No, lo que hace el cambio climático hace que las danas aparezcan con más frecuencia, pero lo de Valencia ha sido una situación episódica en le que se ha producido una caída de la tropopausa. Y en casos de este tipo, a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga.
– ¿Qué puede hacer el ser humano para tratar de evitar este tipo de situaciones o qué medidas se pueden tomar sabiendo que pueden ser cada vez más frecuentes?
– La primera está en los medios de comunicación, que deben informar correctamente y evitar algo que hacen unos pocos. Cuando veo a alguien que dice que las nubes, que una avioneta es capaz de quitar las tormentas o que es capaz de predecirlas porque ha visto a las hormigas bailando una conga… Me pone de los nervios. Eso es creer en cosas que son imposibles. Este tipo de cosas las tienen muy bien montadas en Estados Unidos, donde la frecuencia de aparición de fenómenos extremos ha sido muy alta siempre. Tienen unos sistemas de alerta y la gente los sigue por el libro. En España, al día siguiente de la dana de Valencia, se declaró una alerta en la zona de Tarragona a las diez de la mañana. ¿Qué hizo la gente? Ir a buscar a los niños al colegio. Eso no se puede hacer, porque te va a pillar yendo o volviendo con los niños. Hay una falta de formación importante sobre el tema de las alertas. Y tampoco puede ser que, después de lo de Valencia, cada dos por tres tengamos una alerta, porque entonces perdemos credibilidad.
– ¿Sería suficiente la formación de la ciudadanía para reducir los efectos de tragedias de este tipo?
– La formación es sólo una de las patas del cuerpo común que nos puede llevar a que, si las cosas se hacen bien, en vez de haber 200 muertos haya 20, que ya son muchos. No entiendo que se paguen tantos impuestos por el tema de la contaminación y la lucha contra el calentamiento global y que el dinero que se recauda no se invierta en infraestructuras. Si tienes que hacer más embalses, hazlos. Si tienes que acortar los periodos para hacer un embalse, no tardes 25 años, porque en ese tiempo igual te viene otra dana. Hay mucho que hacer, pero el calentamiento global implica que la sensibilidad que tiene la gente debe ser mucho mayor y el aprendizaje para comportarse cuando se producen esas alertas tiene que ser muy claro.
– Habla de la importancia de las infraestructuras. ¿En qué se puede mejorar a la hora de minimizar los efectos de una dana? Dicen por ejemplo que la obra que se hizo durante la dictadura para desviar el cauce del Turia ha salvado ahora a Valencia capital…
– Menos mal que se hizo, pero hay otra cosa aún más importante. Si una zona es inundable, un ayuntamiento no puede dar una licencia de obra, porque sabe que puede haber problemas. No se puede construir al lado de un barranco, porque quizá esté seco dos décadas, pero a lo mejor hay dos días que no lo está. Por eso no se puede dar una licencia de obra. Mientras, las confederaciones deben tener sus sistemas de alerta muy bien montados y alguien tiene que definir cómo es esa alerta. También debe mejorar la predicción meteorológica, pero no sólo a 24 o 48 horas, sino a 10, 15, 20 o 30 minutos, algo para lo que hay mucho que trabajar aún. Luego, están los sistemas de protección civil, que ha quedado claro que tienen que mejorar sus capacidades. Toda esa estructura tiene que potenciarse y actualizarse. Y no hay que olvidar las infraestructuras. En España hay muchos embalses porque hay sequía y, cuando llueve, llueve cada vez peor. Es por eso que tenemos que tener la posibilidad de contener esa agua, porque puede darnos muchos problemas. Se está recaudando un montón de dinero para ello, pues inviértase en ello.
– ¿En qué se falló en Valencia? ¿A quién cree que se le pueden exigir más responsabilidades?
– No hay nadie que se libre, pero hay quien se ha quedado en un cero redondo y quien se ha acercado al notable alto porque creo que lo ha hecho bastante bien. Todos los modelos de predicción daban grandes cantidades de precipitación ese día. Todos. Ninguno daba la barbaridad de agua que acabó cayendo. Ninguno, pero hay que tener en cuenta que, a partir de un cierto umbral de la precipitación, sabes que va a haber problemas. Eso es lo que hace que la Aemet emita su alerta, pero el ciudadano no tiene por qué estar todo el día consultando su página web. Alguien le tiene que avisar. Y una vez que se produce el aviso, la gente tiene que ser consciente de que ha de tomar medidas. Todos tenemos la experiencia de que, en una ciudad como León, a lo mejor en una parte cae una tormenta terrible y en otra no ha caído ni una gota. Las predicciones han fallado en una zona y han acertado en otra. Hay que mejorarlas, pero a lo mejor el ciudadano se tiene que acostumbrar a recibir una alerta y a que media hora más tarde le llegue otra en la que diga si se mantiene o se ha desactivado. El ciudadano se tiene que acostumbrar a un sistema que sea muy flexible y le avise cada 30 minutos o cada hora sin que le resulte extraño. No puede haber una alerta a las diez de la mañana de que van a caer chuzos de punta y que el ciudadano esté esperando todo el santo día a ver si de verdad caen o no. Se puede enviar información a los móviles cada hora sobre cómo evoluciona sin que el ciudadano tenga que mirar la televisión o la web de la Aemet. Puede haber una predicción de vientos de 100 kilómetros por hora que a lo mejor se dan en la montaña y no en el llano, pero si cada hora se actualiza la información, el ciudadano se queda más tranquilo y sabe cómo va a evolucionar la situación.
– ¿Pero quién falló más?
– La Aemet es la que menos ha fallado y luego ya no se salva nadie. Empezando por quien dijo que había que hacer un embalse y no lo hizo, siguiendo por aquellos que dieron las licencias para construir casas en zonas con altísimo riesgo de inundación y sin olvidarnos de la Confederación Hidrográfica del Júcar, que parece que no dio los avisos claros y determinantes, ni de Protección Civil, porque no se sabe lo que hizo, pero todos vimos a gente que a la que le llegó el aviso cuando estaba subida a un árbol rodeado de agua. Todo eso ha fallado de forma clamorosa, pero la naturaleza es como es y jamás se podría haber evitado la precipitación que cayó. Lo que sí se podría haber conseguido es aminorar sus efectos avisando a tiempo, si la gente hubiera seguido las indicaciones, si se hubieran hecho los embalses cuando se tenían que hacer y si no se hubieran dado licencias de obra en zonas de alto riesgo de inundaciones.
– ¿Qué riesgo hay de que ocurra algo así en la provincia de León?
– Es difícil que aquí haya problemas graves de inundaciones. Siempre los puede haber, pero serán puntuales. Aquí el riesgo habitual que tenemos es el viento, que muchas veces es fuerte y supera los 100 kilómetros por hora. Eso implica que puede haber problemas con las torres eléctricas y de telefonía. Y eso que las compañías eléctricas lo tienen muy bien montado. Tienen todos los riesgos completamente estudiados, porque todos queremos que haya luz en pleno temporal de viento o si cae una nevada, que es otra locura que padecemos aquí en España. Cuando cae una nevada, la gente tiene que poder salir a la calle inmediatamente. A mí no me vayas a fastidiar… Digo yo que habría que esperar al menos a que pare de nevar, como pasa en Estados Unidos. Allí, cuando cae una nevada, no sale ni una sola máquina quitanieves. Pero cuando acaba la nevada, salen de todas partes. Si tú quitas la nieve y sigue cayendo, no haces nada. Tienes que sacar toda la maquinaria cuando deja de nevar. En todo caso, los riesgos más importantes que tenemos aquí son el viento y las tormentas eléctricas, porque provocan incendios y León tiene mucho bosque. Es muy difícil que aquí ocurra algo como lo de Valencia. Es muy difícil por el terreno, pero también porque el tipo de precipitación que se da aquí. No hay ningún registro que nos indique que hayan caído 100 litros por metro cuadrado en dos horas como pasó allí. ¿Y por qué no ocurre? Porque toda la zona de Levante está junto al mar Mediterráneo, que genera una humedad tremenda. Si una dana se te coloca encima y llega una humedad enorme que viene del Mediterráneo, pues ocurre lo que hemos visto. Sin embargo, el océano Atlántico suele estar bastante más frío y es mucho más difícil que nos llegue una dana con esa fuerza.
– ¿Y se pueden extremar otro tipo de fenómenos como las nevadas?
– Sí, es posible, aunque hace muchísimo tiempo que no tenemos un problema serio de nevadas, pero algún día nos tocará. La sensación que tenemos ahora es que nieva mucho menos, pero cualquier día puede pasar. Con el calentamiento global, la nieve no desaparece; pero, como la temperatura es un poco más alta, es mucho más difícil que caiga en las cantidades de antaño. Y lo explico con un ejemplo muy claro: ¿Qué significa que ha subido un grado y pico la temperatura? Que la cota de cero grados, que es donde más o menos permanece la nieve en invierno, se ha elevado aproximadamente algo más de 100 metros. ¿Qué quiere decir eso? Que donde antes tenía una estación de esquí que empezaba en 1.800 metros de altura para mantenerse de forma estable cuando nevaba, ahora se me mantiene a más de 1.900. Y dentro de 20 años, como sigamos así, estaremos en más de 2.000.
– ¿Y tiene solución?
– No, no tiene solución. Estamos viviendo un calentamiento global. No es el primero que ocurre en la naturaleza y hay dos causas. Una es completamente natural y la otra es que somos mucha gente viviendo en el planeta. Veo muy difícil que se pueda revertir esta situación. Vamos a suponer que mañana dejamos de emitir CO2. ¿Cuánto tardan en desaparecer los efectos del que ya hemos emitido? 50 años. Nos vamos a morir todos conociendo el calentamiento global, por lo que sólo nos queda adaptarnos.