Miguel Ángel Martín: "Lolo es una de las personas con las que mejor me lo he pasado en la vida"

«Estoy impactadísimo, porque aparte del artista era uno de mis mejores amigos», comenta Martín, que conoció a Lolo en una exposición de cómics en el Barrio Húmedo. «Si no recuerdo mal fue en 1981 en un bar que ya no existe de nombre Dulcinea. Un día mi madre me dijo que me había llamado un chico del periódico para hacerme una entrevista con motivo de la exposición. Ese chico era Jesús Egido, que entonces estaba como becario en el Diario de León. Quedé con él a las cuatro de la tarde en el bar para hacer la entrevista y apareció con Lolo. Desde aquel primer encuentro los tres nos hicimos muy amigos», recuerda Martín, que reconoce ambos eran dibujantes con estilos muy diferentes. «Nuestros estilos eran distintos pero teníamos muchos gustos comunes respecto a la música, como el rock industrial, o al cine con las películas de serie B, principalmente las de terror de Darío Argento o John Carpenter. Y luego, aparte de la simpatía personal, compartíamos el mismo sentido del humor. Hacíamos bromas y chistes que sacábamos de las situaciones del entorno y de la vida. Nos reíamos de todo. Lolo es una de las personas con las que mejor me lo he pasado en la vida. No solo dibujando sino también subiendo, bajando, de fiesta, en todos los sitios», recuerda Martín, que añora la etapa en que ambos coincidieron en La Crónica de León. «Sin duda. Allí me curtí como dibujante. Yo empecé en el Diario de León haciendo algunas ilustraciones, pero como dibujante me forjé en La Crónica. Lolo ya venía curtido del Diario de León, pero yo me realicé profesionalmente en La Crónica haciendo tiras, haciendo chistes e ilustraciones de todo tipo», declara el dibujante leonés con mayor reconocimiento internacional, y para quien su amigo Lolo «era un tipo muy generoso y con un gran sentido del humor. Un tipo muy inteligente, porque el sentido del humor es siempre síntoma de inteligencia. Lo voy a echar mucho de menos porque congeniábamos muy bien y nos tomábamos el pelo el uno al otro con el tema de las urracas, porque en el fondo nos gustaba reírnos de nosotros mismos. Lo pasamos muy bien tanto dibujando como fuera del periódico», concluye.