Él es uno de los muchos jóvenes leoneses que a los 18 años se marchó a estudiar fuera de su tierra un futuro que le permitiese dedicar su vida a lo que quería. Criado entreVillaquilambre y La Palomera, Saúl García cuenta que ya de adolescente pensaba en dedicarse a los demás y encontró en las Fuerzas Armadas una vocación "gratificante", que tomó forma en 2016, cuando ingresó en la Academia Militar de Zaragoza el mismo día que su cumpleaños. Cinco años después, en marzo de 2023, aterrizó como teniente voluntario en la frontera de Estonia con Rusia en una misión "defensiva" de la Otan que pretendía alzarse como bastión disuario contra los ataques rusos.
Era su primera misión internacional, "un vuelco vital" y "un salto a lo desconocido", pero después de seis meses al pie del cañón las veinticuatro horas del día, regresó a León durante tres meses de vacaciones, que bien tenía ganadas después de trabajar "como si todos los días fuesen lunes". Llegó para la Coronación de la Virgen del Mercado, de la que es mozo y bracero y, debido a sus inquietudes literarias, aprovechó el descanso para estudiar cursos de escritura con la Uned, antes de regresar a la base de Tenerife donde está destinado.
Si se le pregunta por algún destino militar que le interese, responde que quiere "explorar" las diferentes unidades de España, aunque su deseo es terminar, "antes o después", en el Mando de Artillería de Campaña, con los jefes de su especialidad y aquí en León. Méritos para ello ya va sumando, puesto que de la misión de Estonia volvió con su primera medalla internacional.
– ¿En qué ha consistido la misión que le ha llevado a Estonia?
– La defensa del flanco este de la Otan se ha visto reforzada a causa de la inestabilidad surgida más allá de dicho flanco. Nuestra misión ha formado parte de este proceso que contribuye a la defensa colectiva de la Otan y al mantenimiento de la paz, la seguridad y la legalidad internacional. Por este motivo, España desplegó una batería de misiles Nasams para defender (en caso de que fuera necesario) así como para disuadir de cualquier intento de agresión, la base aérea de Ämari, a escasos kilómetros de la capital estonia. Nuestra misión en Estonia consistió principalmente en contribuir a la defensa antiaérea en la frontera con Rusia. Y como parte de esta misión, nos volcamos con el ejército estonio en explicarles y mostrarles el funcionamiento de una Unidad de Defensa Antiaérea (UDAA) conforme a los estándares aliados, pues en ese momento Estonia carecía de un sistema propio de defensa antiaéreo de media cota, por lo que nuestra presencia allí sirvió también como un enorme aprendizaje para nuestros aliados, tanto a nivel de funcionamiento de una batería de misiles, como a nivel de conocimientos en táctica y doctrina.
– ¿Fue sólo y de forma voluntaria o acompañado por compañeros de su batallón?
– Sí, fui voluntario. Aunque yo estoy destinado en el Raca número 93, la unidad base generadora del contingente de la misión fue el Regimiento de Artillería Antiaéreo número 94, que se encuentra en la isla vecina de Gran Canaria. Durante la fase de alistamiento, se ofertaron una serie de vacantes para mi regimiento, entre las cuales se encontraba la mía. Así que puedo decir que, tanto yo como los compañeros de mi propio Regimiento que me acompañaron, tuvimos bastante suerte en poder participar en la misión. Allí conocí y trabajé codo con codo con compañeros de Ceuta, Melilla, Gran Canaria, Madrid... Por lo que ha sido, no sólo una gran experiencia y una gran oportunidad, sino también la constatación de que nuestras Fuerzas Armadas son un instrumento eficaz para contribuir a la defensa de los intereses de nuestra nación, independientemente del cuándo y del dónde.
– ¿Cuáles eran sus labores allí?
– Yo formaba parte de la célula de operaciones de la Unidad de Defensa Antiaérea. En concreto, era el auxiliar de la sección encargada de la programación y la coordinación de las actividades de la Unidad. Por destacar algunos de mis cometidos, entre éstos estaban: participar en el planeamiento de las actividades de la unidad; mantener el enlace constante con el escalón superior de defensa, es decir, con el Mando Aéreo de Otan (Aircom) y el Centro de Operaciones Aéreas Combinado (Caoc) de la Otan; actuar como oficial de enlace con las autoridades estonias de la base aérea de Ämari y registrar el proceso de lecciones aprendidas.
– ¿Cómo era su día a día en la base estonia y qué diferencias había respecto a su vida militar en Tenerife?
– Los primeros días allí fueron muy emocionantes. Éramos el primer contingente español que desplegaba en Estonia, y eso, para cualquier militar, es un honor y un desafío. Por ello, las primeras semanas fueron frenéticas. Días de trabajo muy largos en los que, poco a poco, íbamos consiguiendo hitos que nos llenaban de alegría y satisfacción personal. Más avanzado el calendario, se completaron los equipos y se llegaron a estandarizar y normalizar los procedimientos. Por lo tanto, una vez alcanzada esa "velocidad de crucero", surgen nuevos retos como mantener la operatividad, permanecer adiestrados en todo tipo de actividades de preparación y no perder el impulso porque todos los días se convierten en lunes, y dejan de existir los sábados y los domingos. Así que la vida allí es muy diferente. Parece que entras en un patrón de rutina que te tiene permanentemente ocupado. En España tienes tus amigos, tu vida social y tus hobbies. Sin embargo allí, toda tu vida social y recreativa se pone en pausa en aras del espíritu de servicio. Te dedicas al 100% a tu misión y entras en una realidad muy diferente a la acostumbrada.
– ¿Cómo es y qué se aprende de una experiencia militar internacional?
– Participar en una misión en el extranjero es una experiencia muy importante en la vida de un militar. Nuestra misión en Territorio Nacional consiste en la constante preparación y perfeccionamiento de nuestras capacidades como Fuerzas Armadas. Sin embargo, el participar en una misión internacional supone dar un vuelco a tu vida, aprender cosas nuevas y conocer gente nueva. Dejar atrás tu burbuja de confort y salir hacia lo desconocido. Y todo esto te brinda una excelente oportunidad para mejorar, tanto a nivel profesional como a nivel personal, sin dejar de confirmar que la preparación que has recibido es la adecuada. Aprendes mucho, tanto de tu puesto táctico que, como era mi caso, era nuevo para mí; como de los compañeros que te rodean. Y esto último es lo más valioso que considero que he aprendido de esta experiencia. Tuve la suerte de tener un equipo extraordinario; unos excelentes militares de los que aprendí mucho y que me han convertido en mejor persona. Compartes tantos momentos con ellos, que se convierten en un pilar fundamental y, a día de hoy, los considero mis amigos.
– ¿Qué sentía o qué te decía tu familia y amigos desde España?
– La familia es siempre lo más complicado. Al principio, cuando les dije que desplegaba en Estonia, intentaron que cambiara de opinión. Constantemente me preguntaban: "¿Pero a ti qué se te ha perdido allí?" Pero a medida que pasa el tiempo, se dan cuenta de que es una consecuencia directa de la propia vocación de servicio. Entonces cambian de actitud. Aunque estoy seguro de que nunca perdieron la preocupación, sí que noté que empezaron a apoyarme enormemente. La familia y los amigos son dos cosas fundamentales que te ayudan a sobrellevar emocionalmente la misión. El saber que están allí, a miles de kilómetros de ti, contactando contigo a través de las herramientas de que disponemos en sitios tan remotos y trasladándote su calor, hace que afrontes los días con entereza. Así, poco a poco y con la ilusión de volver a verlos, vas tachando los días del calendario hasta que puedes regresar para darles un abrazo.
– ¿Volverías a una misión similar?
– Sin lugar a dudas, sí. Tengo que confesarle que me gustaría desplegar en algún sitio diferente a Estonia. No por nada en especial, sino porque ello implicaría conocer nuevas personas, nuevas culturas y nuevas formas de trabajar. Y eso se traduce en una oportunidad para convertirte en una mejor versión de ti mismo. El participar en una misión me ha hecho sentirme enormemente realizado a nivel profesional. He aprendido mucho de la gente que me rodeaba, he conocido un país de Europa y el entorno Otan y he hecho amigos que me acompañarán durante toda mi vida. Si me pongo a pensar en volver a participar en una misión, que nadie dude que voy a ser el primer voluntario en coger la mochila y subirme en el avión, ya sea rumbo a Estonia o a cualquier parte del mundo donde se protejan los intereses y los compromisos de España.
– Como leonés artillero, ¿te ves en algún momento en el Maca?
– Sí. Tengo claro que una parte de mi vida quiero pasarla en León, y el Maca es el destino ideal para poder hacerlo. Sin embargo, todavía siento que no ha llegado el momento. Soy joven y quiero explorar un poco más las unidades que se encuentran repartidas por España. Habrá que esperar, pero tarde o temprano, como buen leonés que soy, acabaré volviendo a la "tierrina".