Miro el de Tejerina, trashumante de semen

Argimiro Rodríguez está embarcado en un proyecto exitoso de retornar desde Nueva Zelanda la genética de aquellas merinas de excelente lana que a últimos del siglo XVIII llevaron ellos desde León

02/06/2024
 Actualizado a 02/06/2024
Argimiro Rodríguez lleva en el mundo de los rebaños desde que tenía ocho años y con siete generaciones anteriores. | MANUEL R. PASCUAL
Argimiro Rodríguez lleva en el mundo de los rebaños desde que tenía ocho años y con siete generaciones anteriores. | MANUEL R. PASCUAL

A Miro, Argimiro Rodríguez, todo lo que le alcanza la vista al mirar para su árbol genealógico le ofrece la misma profesión: pastores. Tanto que tienen que decirle hasta dónde llegan sus antecedentes en el mundo de la ganadería de ovino, la trashumancia, las dehesas de Extremadura, las majadas de los puertos leoneses de montaña... «Dice Manuel Rodríguez Pascual, que es el que investiga todas estas cosas que yo soy la séptima generación de los que nos dedicamos al oficio».  

Tal vez por ello, se emocionó Miro cuando en el verano de 2022 para inaugurar la restauración llevada a cabo en los chozos de Valdesalamón y Matascalientes, en los que él pastoreó y vivió colocaron el poema de Julio Llamazares que dice aquello de «Yo vengo de una raza de pastores que perdió su libertad cuando perdió sus ganados y sus pastos./ Durante mucho tiempo mis antepasados cuidaron sus rebaños en la región donde se espesan el silencio y la retama. / Y no tuvieron otro dios que su existencia ni otra memoria que el olvido». Seguramente por ello, también Julio Llamazares se emocionó hablando en el chozo con Miro, de pastores y vidas en el monte, y rompió sus más de tres décadas sin fumar para ‘echar un cigarro’ con Argimiro, quien recuerda perfectamente el momento. «Yo fumo tabaco, tabaco, de Extremadura, que me hago con él medio de estraperlo —esto no lo pongas— y lo lío yo. Se lo ofrecí a Julio, y verme liarlo, el ambiente del chozo... venga, trae una para acá». 

Lo cuenta Miro ‘el de Tejerina’ como un logro que, más bien, es un ejemplo de la complicidad que cosecha este ganadero leonés cuando habla de sus cosas, con la pasión que solo puede poner quien lo ha vivido y quien se lo ha escuchado a sus abuelos, y a los abuelos de sus abuelos... hasta siete generaciones.

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Rita y Miro muestran un excelente vellón recién esquilado. | MANUEL R. PASCUAL

También tiene una curiosa anécdota con el ya citado Manolo Rodríguez Pascual, el que dice Miro que ha descubierto sus siete generaciones; y es que el citado estudioso, hasta convertirse en el mayor experto del país, siempre cuenta que su pasión nació precisamente cuando conoció a Argimiro Rodríguez. «Eso dice él. Es verdad que hace muchos años yo iba con el rebaño por El Burgo Ranero y él me pidió acompañarme para conocer ese mundo. Fue conmigo, yo le contaba historias y él no hacía más que decir: ‘pero ¿cómo no se conoce todo este mundo?». 

Y no se quedó en la queja, sino que lo dio a conocer. Caminó con otros muchos pastores, durmió en sus chozos, viajó a Extremadura, subió a las majadas... y es el autor de referencia inevitable, con un buen número de libros, algunos considerados la verdadera ‘enciclopedia’ del oficio, como el titulado ‘La trashumancia: Cultura, cañadas y viajes’, en el que ya tiene evidente presencia este pastor de Tejerina, un gran maestro pues «con ocho años ya andaba por los chozos, allí donde mi padre decía que hacía falta algún motril. Estuve tres años en el Seminario, otros tres en la Salle y más de medio siglo entre chozos y dehesas». 

Ya está jubilado, o algo parecido. Lleva años afincado en Extremadura pero cada verano sube a su pueblo o el de su mujer, en la montaña leonesa ambos. 

Pero un reciente libro del repetido Manuel Rodríguez Pascual —del que su autor dice que «tal sea el más redondo y trabajado de los míos»— nos descubre una nueva faceta de Miro, de empresario o tal vez salvador de una raza, quizás algo Quijote. El libro se titulo ‘Merinas y la industria de la lana’ y allí aparece una nueva y casi increíble historia de Argimiro Rodríguez Villarroel y su papel imprescindible para «el retorno del merino Australiano».

Muy en resumen, cuenta esta parte del libro el viaje de tres cabañas leonesas, en los últimos años del siglo XVIII y primeros del XIX, que se desperdigaron por el mundo y consiguieron alcanzar hasta el continente australiano y formar parte de los primeros rebaños que empezaron a colonizar este continente. También recoge su estancia en Auckland y la isla Norte de Nueva Zelanda, que llama «un paraíso para el ganado ovino y vacuno». Y conoció la importancia y viabilidad de la merina para lana, con una excelente calidad y rentabilidad.

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Siete generaciones de pastoreo y ganadería ovina. | DEL LIBRO 'MERINAS'

A su regreso R. Pascual se ‘empeñó’ en intentar el retorno a España de aquellos genes que habían viajado hace dos siglos... y ahí apareció  Argimiro Rodríguez, ya jubilado por edad pero siempre atento a todo lo relacionado con el mundo de los rebaños. «Cuando le dieron un premio en la fiesta del pastor al cónsul de Nueva Zelanda y a los de Vista Linda, donde había estado Manolo, a mí también me dieron un reconocimiento. Con ellos venían dos australianos que no hablaban ni jota de español ni yo de inglés, pero nos entendimos. Ellos me contaron la historia de la lana, nosotros les enseñamos los pastos de la montaña, que les impresionaron, y ahí nació todo».

Todo es que Argimiro realizó una gran inversión en semen y embriones para criar aquí aquellas merinas ‘para lana’ que tan bien funcionaban en Nueva Zelanda. Unas cosas salieron mejor, otras se complicaron algo, pero está funcionando, ya son varias las camadas que han nacido con una lana extraordinaria, de longitud, color, suavidad... todo». 

Manuel Rodríguez Pascual piensa que el futuro pasa por ahí, pero ésa es otra historia que nos contará con su libro. BArgimiro, por su parte, muestra su orgullo de una aventura que aquellos de hace siete generaciones no hubieran imaginado pues, tal vez, a ellos les compraron aquellas ovejas que se fueron por medio mundo y Miro dice «solo traigo lo que antes se habían llevado». 

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