El músico que ataba un piorno para frenar la bici

Pergentino el de Truébano, acordeonista, es uno de los nombres históricos de la música popular que este domingo recibía un homenaje en Carrasconte dentro de los Calechos de Babia, Luna y Laciana

22/09/2024
 Actualizado a 22/09/2024
Pergentino en una foto de 1960 y a la derecha tocando con Evangelista en una fiesta. | ARCHIVO NORBERTO MAGÍN
Pergentino en una foto de 1960 y a la derecha tocando con Evangelista en una fiesta. | ARCHIVO NORBERTO MAGÍN

Perdón por el titular. Pergentino el de Truébano (Manuel Pergentino Álvarez Redondo) merecía otros que serían muy justos: "Una leyenda del acordeón, en tierra de grandes acordeonistas" sería el más ajustado a la realidad; pero la anécdota convertida en titular nos permite hacernos una idea de lo que fue la vida de aquellos músicos populares del pasado siglo (nació en 1917 y falleció en 2004), que amenizaron tantas celebraciones, que recorrieron tantos pueblos... Esta historia, que recoge su estudioso y el de los músicos populares de su tierra, Norberto Magín, ocurría en un puerto de pronunciadas cuestas: "Pergentino se desplazaba en bici con el acordeón a cuestas. En el puerto de Aralla para bajar a Geras de Gordón, ataba un piorno a la bici para que no se embalara, siempre esquivando la vigilancia del caminero cuando podía pues las carreteras eran de tierra".

El piorno es la anécdota. La realidad aquellos músicos que recorrían pueblos, les alegraban las celebraciones, por caminos de cabras. Músicos que no vivían de ello pues Pergentino, por ejemplo, "trabajaba cada día en las labores propias del campo y trabajos a jornal donde se necesitaba, sin dejar de acudir a la escuela de excelentes maestros de la época como ‘don Albino y don Luciano’, a los que siempre recordaba". Lo que sí le proporcionaba la música eran unos ingresos añadidos, que sumaba a otros derivados de su condición de excelente pescador, a cucharilla sobre todo. Y jornalero.   

Era el pequeño de siete hermanos, de los nacidos "en la segunda tanda", ya que sus padres tuvieron cuatro hijos, el cabeza de familia emigró a Argentina y a su regreso tuvieron otros tres hijos. Por cierto, pese a ser recordado como Pergentino su nombre completo esconde una anécdota. "Fueron a inscribirle dos de sus hermanos mayores, que llevaban el encargo de ponerle Manuel, pero tuvieron la ocurrencia de poner como segundo nombre Pergentino. Y, curiosamente, éste fue el que cuajó como nombre e, incluso, sus derivados: Pergentino, Tino o Pergento, es cómo le recuerda todo el mundo. A la hora del reclutamiento militar tuvo problemas, puesto que nadie le conocía por su primer nombre".

No solo el nombre era uno de los recuerdos de Pergentino al incorporarse a filas, ni mucho menos. Por su edad es fácil deducir que le pilló la guerra civil ‘en quintas’, como recuerda Norberto Magín. "Con 18 años, en 1936, fue reclutado por el llamado bando nacional, por obligación y no por convicción, para incorporarse a filas en pleno estallido de la contienda, el 18 de julio del 36, cuando aún tenia 18 años. A esta quinta se le llamó La quinta del chupete, por la juventud de sus quintos".

La afición por la música tuvo su germen en el ambiente familiar, propiciada por la diferencia de edad con sus hermanos mayores, concretamente con Aurora, la mayor, que le sacaba 21 años. "Ella tocaba un instrumento, hay dudas si era acordeón diatónica o bandoneón. Es posible que, al regreso de su padre de Argentina, haya traído un bandoneón, que ella tocaba, después su hermano José hizo intentos con una diatónica, que también él intentó. Como tiene cierta dificultad, al tener unas notas diferentes al abrir y cerrar el fuelle, optó por pedir un acordeón cromático de 41 teclas y 120 bajos a San Sebastián, en 1945, a la casa Larrinaga Guerrini, la cual le financió su hermano mayor, y fue el acordeón que le acompañó durante gran parte de su vida".

Y a ensayar. Los animales de la cuadra escucharon sus primeros pasos en la música, pues allí le mandaban para que no turbara el descanso de la familia. "Por su primera actuación cobró 15 pesetas, que ya eran perras entonces, y muchas veces no cobró nada", aunque comenzaron a llamarle de todas y, recordaba con frecuencia, "en Torrebarrio llegué a tocar en 18 bodas. El caso que ninguna fiesta se quedara sin música". Y así durante muchos años, dándose el caso de que tocara en las celebraciones de padres, hijos y nietos. 

Y por numerosos pueblos: "Hablaba de ir a tocar en bici a lugares de Omaña como Villa Yuste, Soto y Amío, Murias de Ponjos, en Luna, en Aralla, Geras de Gordón y la Tercia de los Argüellos, en la frontera con Asturias. Mientras pudo con el acordeón, no dejó de acudir donde lo requerían en encuentros, como la Fiesta del Pastor del Barrios de Luna, y de los moradores del valle de Luna, inundado por el pantano".

Prueba de su entrega a la música es que se caso, con 30 años, el día de San Vicente Mártir, que era la fiesta de Torre de Babia, donde siempre iba a tocar. Y también tocó aquel 22 de octubre de 1947, acompañado de Josefa, durmiendo en casa del ferrero de Torre.

Entre las anécdotas que más recordaba estaba una en la que su instrumento y su música tal vez le salvaron la vida, según cuenta Magín. "Era una noche de invierno, oscura, venía de tocar de La Majúa. Regresaba por un atajo y le salieron los lobos. La única herramienta a mano que llevaba era el acordeón, se le ocurrió hacerla sonar mientras caminaba y así  ahuyentó a las alimañas no acostumbradas a tales conciertos a deshora".

El gran Pergentino dejó su huella en la música en forma de creaciones muy personales, como es el Chano de Pergentino, "que tocaba en ocasiones especiales y no hay constancia de que sea de ningún otro autor"; también la Muñeira de Truébano o de Pergentino, que tocaba él e incorporó a su repertorio el grupo asturiano Felpeyo y, finalmente, la Mazurca anónima (de 1939) que le quedó en su memoria en y él la transmitió". 

Quizás el mejor legado es la sonrisa de recuerdos felices que arranca en numerosos vecinos de las comarcas que recorrió con su acordeón y jamás han olvidado su nombre, Pergentino o Pergento... Tal vez acertaron sus hermanos pues un nombre como Manuel tendría más dificultades en quedar grabado en la memoria. 

 

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