Antes de comenzar el itinerario vital de una Fundación como Juan Soñador, que desde 1997 y hasta ahora ha dedicado su tiempo y sus esfuerzos a ayudar a menores y jóvenes muy vulnerables a encontrar un camino hacia la madurez hay que resaltar que su origen está en León. De ahí se extendió a otros territorios como Galicia pero su punto de partida surgió en esta tierra, fruto de la apuesta de un grupo de voluntarios que querían trasladar el espíritu salesiano que les ha guiado y guía a esta tierra del frío. Desde entonces, desde aquellos últimos compases del pasado siglo, el primer surco abierto dio paso al piso tutelado ‘El Hogar Tragaluz’, tras el concierto con la Junta de Castilla y León dos años después. Los proyectos, como las actividades, fueron sucediéndose e incluso dieron paso a un espacio mestizo en el que la capacidad creativa era y es capaz de aunar entorno a la música, el rap o el hip hop, o el teatro, las inquietudes de jóvenes procedentes de hasta ocho países diferentes. Por esta escuela de la vida han pasado cientos de jóvenes que un día encontraron el norte que habían perdido y recuperaron gracias el esfuerzo de todos. De ellos por supuesto, pero también de sus familias, que en muchos de los casos se involucraron en cuerpo y alma y se unieron a este objetivo como parte indispensable. Y de los voluntarios y profesionales que guiados por el ejemplo de Don Bosco no cejaron en su empeño, convencidos de que nada en esta vida es inamovible. Años después algunos de aquellos jóvenes que cambiaron el sino de su vida, que encontraron un trabajo y comenzaron su propio camino han vuelto en muchas ocasiones cargados de gratitud. Algunos de ellos se engancharon al circuito formativo como una forma de devolver tanta generosidad. “Cuando han decidido quedarse lo hacen porque se sienten en deuda y están felices porque han sabido retomar su propia vida. Muchos de ellos además se ven proyectados en algunos de esos jóvenes a los que imparten formación y que buscan salir del hoyo”, tal como explica Miguel Ángel Peña, director de la Fundación Juan Soñador.
– Todo empieza con el proyecto ‘Surco’ y las ganas de trabajar de un puñado de voluntarios.
– Empezamos en 1997 en León aunque luego se extendió a otras provincias. Éramos un grupo de voluntarios que queríamos ayudar a los menores y jóvenes vulnerables en riesgo de exclusión, como ya en su día hizo don Bosco con muchos de ellos que vivían en la calles de Turín, incluso algunos en la cárcel. Ese es el ejemplo y el espíritu que nos impulsó a dar el paso. Aprovechábamos los fines de semana para poner en macha actividades de ocio y tiempo libre con estos jóvenes con problemas en el núcleo familiar o que vivían en casas de acogida.
– Dos años después, en 1999, ya ponen en marcha el ‘Hogar Tragaluz’.
– Si es un piso tutelado tras el acuerdo con la Junta de Castilla y León. El objetivo era cubrir las necesidades de estos jóvenes que no pueden estar en sus casas y que aunque cumplan los 18 años no están preparados para emanciparse.
– Y ligado a este proyecto surge la ‘Emancipación Enlace’. ¿Para qué objetivos fue diseñado?
– Queríamos alargar la cobertura de estos jóvenes hasta que pudieran salir adelante. Les proporcionábamos vivienda y manutención. Les ayudábamos en sus estudios, con apoyo educativo y les guiábamos en el mundo laboral para que pudieran encontrar trabajo ligado a sus posibilidades y a su formación.
– El siguiente paso, muy en línea con los dos anteriores, consistía en construir un futuro.
– Contamos con el respaldo de la Junta y elegimos tres barrios de León, El Crucero, Las Ventas y La Lastra para trabajar con menores y jóvenes guiados por algunos de ellos que conocían bien el barrio y cuáles eran sus necesidades. Los resultados son visibles porque trabajamos en el barrio y buscamos soluciones a los problemas que generan marginalidad y pueden conducir a la exclusión social.
– Y con la llegada del nuevo siglo llega la Ley del Menor.
– La Ley del Mentor de 2000 nos facilitó poner en marcha el Centro de Día de Menores, que nos permitía acoger como centro abierto a menores con delitos de escasa relevancia, pequeños hurtos, o conducir un ciclomotor sin permisos, etcétera. Y de ahí dimos el paso al taller de control de emociones en el que trabajamos en tres líneas. Por un lado menores que no son capaces de llegar, familias que necesitan, como los propios menores y jóvenes, el apoyo de sicólogo y de equipos educativos.
– La educación también llega a los lenguajes artísticos.
– A veces no hace falta que estos jóvenes hablen el mismo idioma para que se entiendan con facilidad. Hemos visto varios casos en el ‘Espacio Mestizo’ que creamos precisamente para fomentar y desarrollar su potencial en el desarrollo de lenguajes creativos. El rap, el hip hop o el teatro permiten que se entiendan con relativa facilidad jóvenes de países muy diferentes. A todo este programa de proyectos se une en 2015 otro orientado a la rama formativa que se pone en marcha en la sede que nos cedió la Junta de Castilla y León, el antiguo Colegio Europa, que pudimos remodelar gracias al apoyo del Consorcio Cepa, los dueños de la firma Coronita. Les presentamos el proyecto y les pareció estupendo.
– Aquí reciben formación jóvenes de toda la comunidad.
– De lunes a viernes nosotros nos encargamos de tutelarles y durante un periodo de seis meses reciben formación y les ayudamos a que puedan acceder al mercado laboral.
– También en este capítulo cuentan con cursos permanentes para adecuar la preparación a la oferta.
– Son cursos de dos o tres meses, orientados sobre todo a que puedan acceder a los trabajos más demandados, entre ellos ayudantes de cocina, camareros, dependientes de comercio...
– Forman parte de la Plataforma del Voluntariado de León, y ahora de la de Castilla y León, ¿les ha dado esto más visibilidad?
– Si claro, el trabajo en red es muy importante y nos permite entrar en contacto con otras organizaciones que trabajan en campos similares a nosotros y nos pueden ayudar a buscar soluciones en casos concretos.
– Imagino que a lo largo de casi dos décadas y media han trabajado con miles de menores y jóvenes.
– Y estamos muy orgullosos de ello porque muchos han podido encontrar su propio camino. Sólo desde 2015 contabilizamos más de quinientos alumnos. Algunos ahora son profesores de la escuela de hostelería y nos cuentan que para ellos es una forma de devolver lo que han recibido y les ha permitido vivir la vida que quieren.
– Y el número de voluntarios que han pasado por la fundación es también numeroso, incluso algunos forman parte de la plantilla.
– Sí, han sido muchos. Como dije al principio de esta entrevista, el voluntariado es la columna vertebral de la Fundación Juan Soñador. Lo ha sido desde el principio y lo será siempre.
"Nacimos con voluntarios que querían ayudar a menores y jóvenes vulnerables en León"
Entrevista a Miguel Ángel Peña, director de la Fundación Juan Soñador
15/03/2021
Actualizado a
15/03/2021
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