Margarita Morais Valles y la Fundación Eutherpe han sido reconocidos con el Premio Castilla y León de los Valores Humanos y Sociales en su edición correspondiente a 2023. El jurado acordó, por unanimidad, conceder este galardón "por su dilatada trayectoria de promoción del talento en el ámbito de la música, de impulso de la formación musical de los ciudadanos y de divulgación, especialmente desde su ámbito de actuación en la ciudad de León". La concesión de este galardón, que cuenta con una dotación económica de 18.000euros, tendrá lugar el jueves 18 de abril en un acto público celebrado en Valladolid.
– ¿Qué significado tiene para usted y la institución que preside este reconocimiento por parte de la Junta de Castilla y León?
– Ha sido una sorpresa increíble. No estaba muy al tanto de estos premios y cuando me llamó el consejero Gonzalo Santonja fue muy agradable, simpático, cercano, como si nos conociéramos de siempre, pero la verdad es que no le conozco salvo por las referencias periodísticas y reportajes que hay sobre él. La conversación fue muy grata, donde me felicitó por el premio que me habían concedido, pero la verdad es que no sabía muy bien de qué estaba hablando en ese momento. Simplemente porque yo estaba ausente de lo que estaban haciendo en ese momento, no por otra cosa. Porque estos premios ya tienen años, son muy importantes, y que la Comunidad perciba a la Fundación Eutherpe como un proyecto cultural interesante es un orgullo para nosotros. Nunca pensamos cuando iniciamos el proyecto que iba a tener tal repercusión.
– El acta del jurado del Premio Castilla y León de Valores Humanos y Sociales reconoce tanto a la persona como a la labor desarrollada por la institución a lo largo de sus 25 años de existencia. ¿Existe alguna diferencia? Se lo digo porque la sociedad leonesa identifica a la Fundación Eutherpe con Margarita Morais, ignorando el resto de nombres que forman su Patronato.
– Claro, porque yo estoy al frente, pero realmente está un Patronato que me ayuda muchísimo y voluntarios que vienen cada día a cada concierto, reparten programas, acomodan a la gente, recogen... Esa impresión es verdad, porque el proyecto lo empecé yo, pero pienso en toda la gente que hay detrás. Con relación a la labor del Patronato, mantenemos reuniones, pero desde luego lo que resulta más eficaz son los correos. El Patronato lo forman Joaquín Soriano, Borja Quintas, María José Martínez y Blanca Esther Cachero y estamos en contacto permanente. En vacaciones nos vemos, hablamos y la relación entre todos sus miembros es muy fluida. Y como te decía están los voluntarios, que son gente generosa y silenciosa, que buscan siempre echarme el incienso a mí, pero el mérito esta muy repartido.
– ¿Cómo era aquel León, musicalmente hablando, cuando Eutherpe comenzó a dar sus primeros pasos?
– Yo llegué a León en 1976. Figúrate los años que llevo aquí. Venía de Roma con muchísima ilusión porque sobre todo me encanta la enseñanza, me encanta la educación y sobre todo me encanta formar a los jóvenes. Realmente traía de Italia conocimientos para mí muy nuevos y entonces yo quería enseñarlo todo. Al principio el nivel en el Conservatorio era bastante escaso, pero después fue creciendo con la incorporación de coros, porque considero que el canto es fundamental en la formación musical. La esencia de una verdadera formación musical debe empezar por el canto. En el profesorado del Conservatorio siempre ha habido gente bien preparada, pero ahora la hay en mayor número porque han venido de fuera de España con nuevas ideas, como también fue mi caso. Cuando empecé con la sala Eutherpe los niveles en España eran mucho más bajos, sobre todo si se comparaban con los de otros países. Ahora no hay ninguna diferencia. Tenemos músicos españoles increíbles en todos los instrumentos. Eso quiere decir que los conservatorios han cambiado mucho.
– ¿Pero cómo fue el tránsito de dar clases en el Conservatorio a la necesidad de crear algo diferente que terminaría materializándose en Eutherpe?
– Yo estaba totalmente centrada en la escuela de música que teníamos. Me obsesionaba que tuvieran una formación seria que les permitiera ir a cualquier parte del mundo donde pudieran adquirir más conocimientos pero nunca corregir. Para mí era una obsesión lo que llamábamos entonces el solfeo y que ahora se conoce por lenguaje musical. Cinco horas a la semana teníamos de solfeo, donde se cantaba diariamente y se aprendía a entonar desde el inicio, desde dos notas, a tres notas, a cuatro notas, para que supieran cantar al leer. Y luego aprender a tocar el piano, pero no como voluntariamente te salía sino con una técnica y una metodología que te diera un éxito seguro, tuvieras más o menos inteligencia, para que con ello pudieras llegar a un nivel superior si tenías cualidades o un nivel mediano pero con una formación exacta. No me importaba tanto tener en la escuela alumnos brillantes, que los hemos tenido y tenemos, sino que todos tuvieran una formación de la que no arrepentirse.
– ¿La creación de la Escuela Eutherpe despertó algunas suspicacias por parte de los docentes del Conservatorio?
– Bueno, ya sabes que estas cosas siempre dan origen a recelos. Alumnos que tocaban muy bien, que tocaban de memoria, que interpretaban, que se sabían las obras enteras y no una parte de la obra como estaban acostumbrados a hacer en el Conservatorio a finales de los años setenta. De manera que recuerdo a Castro Ovejero que me paraba por la calle y me daba las gracias por haber cambiado la visión de la enseñanza musical.
– Creo recordar que personalidades como Paloma O’Shea se sorprendía de que la Fundación Eutherpe fuera capaz de desarrollar una actividad de conciertos tan intensa con tan escasa dotación económica y de personal.
– Yo creo que son fundaciones muy diferentes como bien sabes. Ellos parten de una bolsa económica muy importante que ha dado lugar a una fundación muy bonita que cuenta con muchos medios y que es un referente en España. Nosotros somos otro tipo de fundación muy diferente, cuya mayor riqueza son las relaciones humanas, el trabajo dedicado a los jóvenes sin pensar en que nos devuelvan una economía o una fama. Cada fundación tiene sus objetivos. Ellos tienen que cumplir los suyos y nosotros los nuestros. Ellos tienen una escuela de formación fija y nosotros tenemos una escuela de músicos más bien pequeños, que cuando ya están más o menos bien formados se van a los conservatorios. Antiguamente no pasaba, porque como hacíamos los exámenes libres se mantenían con nosotros, pero ahora buscan ir a un conservatorio y me parece muy bien. La libertad es eso. Pero insisto, son fundaciones muy diferentes.
– La creación de la Joven Orquesta Leonesa (JOL) siempre fue una de sus principales aspiraciones. ¿Ha cumplido los objetivos que se marcó con su constitución ahora hace casi diez años?
– Aunque Eutherpe creó la JOL, son dos entidades distintas porque la orquesta tiene Junta, contabilidad propia y es una Asociación. Desde Eutherpe ayudamos todo lo que podemos con mucho trabajo y los medios de la oficina, pero nada más. Esta ayuda mutua se presta a confusión y muchos creen que todo es Eutherpe por estar yo también en este proyecto. La parte artística de la JOL la organiza Jorge Yagüe, director titular, con mucha inteligencia, orden y horas de trabajo intenso y generoso. Siempre está después la aprobación o no de la Junta de la JOL, pero estamos de acuerdo con él porque es entendido, respetuoso y tiene un trato exquisito con la junta, instrumentistas y profesores. Dicho esto, la JOL ha superado todas las expectativas. En el Curso de piano y dirección llegamos a contar con diez orquestas diferentes, pero como bien dices desde hace diez años contamos con la nuestra. Ahora mismo es una de las mejores orquestas sinfónicas que tiene España a nivel juvenil. En el mes de febrero hemos tenido la última convocatoria para participantes de la orquesta y han acudido cuatrocientos músicos. Muchos de León, que al principio se mostraban un tanto reticentes, pero también de fuera de la provincia, por lo que actualmente la mitad de los integrantes de la JOL proceden de León y la otra mitad lo son del resto de España. Ahora, cuando hemos tenido las pruebas para la bolsa nueva, he visto que han venido de Barcelona, de Sevilla, de Badajoz, chicos que quieren pertenecer a la JOL. Y esto es que el boca a boca ha ido hablando de la calidad de la orquesta y de la calidad de las relaciones humanas, que siempre nos preocupa mucho, no solo a mí sino a la Junta, a los profesores y a los directores de la JOL, que haya una relación fraternal y que se ayuden mutuamente. Nuestros jóvenes de los conservatorios crecen porque se encuentran con una orquesta que suena como una formación profesional.
– Pero yo echo en falta una mayor visibilidad, una mayor presencia de la JOL en más eventos a lo largo del año.
– A mí me gustaría mucho tener más encuentros, pero la situación económica de la JOL es más bien precaria y gracias a la ayuda que recibe por parte del Ayuntamiento de León, aunque este año nos ha bajado la subvención 10.000 euros, por lo que en lugar de 40.000 euros ahora recibiremos 30.000 euros, se puede mantener. La JOL requiere mucho dinero porque, a pesar de que nosotros trabajamos gratuitamente dentro de la JOL, el alojamiento de toda la orquesta durante ocho días en una residencia por económica que sea a pensión completa supone un dineral. Y luego hay que pagar a los profesores de los parciales, porque Jorge Yagüe, el director titular, siempre busca lo mejor de lo que está disponible. Los profesores están dos días con la orquesta y siempre piden lo mínimo porque saben que no podemos dar más.
– ¿Cómo pudo convencer a personalidades como Bruno Aprea, Joaquín Soriano, Joaquín Achúcarro y Horacio Gutiérrez, entre otros, para que acudieran a la capital leonesa para impartir desde hace veinte ediciones la joya de la corona de Eutherpe que es el Curso de pianistas, directores y la JOL?
– Bruno Aprea sueña todos los años con volver a León. El ideólogo del Curso de pianistas y directores fue Bruno Aprea. Mi labor fue redondear su idea inicial con la incorporación de una orquesta. La Orquesta de Extremadura fue la primera, a la que siguió la de Bari (Italia) y más tarde las Jóvenes Orquestas de Andalucía, Málaga, Madrid y la JONDE. Lo de la presencia en Eutherpe de referentes nacionales e internacionales para mí es un misterio. Recuerdo una llamada de Alicia de Larrocha en la que ella misma se postulaba para venir a León. O el gran pianista austriaco Paul Badura-Skoda, que me decía: usted está llamando a mucha gente y todavía no he ido yo por allí. ¿Cuándo podré ir? No me lo explico. También te comento el caso de Zoya Shuhatovich, concertista internacional y profesora en la Escuela de Moore de la Universidad de Houston, que viniendo de gira por Europa se paró en España para conocer la Fundación Eutherpe y de paso dar un recital en nuestra sala.
– Ese carácter internacional sigue estando muy presente en la programación mensual de la Fundación Eutherpe, en la que desde hace algún tiempo existe una importante afluencia de jóvenes intérpretes procedentes de Italia. ¿A qué se debe este fenómeno?
– Hay fines de semana que todos son italianos, como el fin de semana pasado. No sabría decirte muy bien el motivo, si es por la simpatía mutua que tenemos españoles e italianos, si funciona el boca a boca entre ellos, no lo sé la verdad, pero ellos se marchan contentos del trato recibido y supongo que se lo cuentan al resto y por eso cerca del 40% de intérpretes que han pasado por la sala Eutherpe en estos últimos años son italianos. El nivel artístico, sobre todo pianístico, en Italia es excelente, que es la escuela que nosotros enseñamos enEutherpe, la escuela pianística italiana. Son muy músicos, tienen un discurso musical precioso, como si fueran cantantes, y luego son muy seguros en su técnica.
– Aunque el piano sigue siendo el rey, cada vez se van incorporando más instrumentos a la ‘corte’ de Eutherpe.
– Creo que todos los instrumentos de la orquesta han pasado por Eutherpe, en dúos, en tríos, en cuartetos, hasta en octetos, y también cantantes, algunos alumnos de Teresa Berganza cuando estuvo aquí. Todos lo recuerdan con cariño. La verdad que es muy bonito ayudar a todos estos jóvenes. Si me hubiera dado cuenta de esta necesidad que hay, lo hubiera hecho antes. No lo sabía.
– ¿Qué le falta por hacer a Margarita Morais en la Fundación Eutherpe?
– Ya cuento que no tengo posibilidades de hacer más por la situación económica. Hacemos cuanto podemos. Quisiera que alguien recogiera este testigo, que pueda tener continuidad. A veces pienso por qué no empezaría antes. Cuando empezamos el equipo de Eutherpe no pensamos que era tan importante. Cuando vino el maestro Joaquín Achúcarro, antes de los cursos de piano y dirección de orquesta, los jóvenes me preguntaban si conocía algún sitio donde pudieran dar conciertos. Por eso nació esta sala, por la que han pasado más de ocho mil intérpretes de todo el mundo.
– ¿Le preocupa el futuro de la Fundación Eutherpe sin Margarita Morais?
– Me preocupa una cosa. Esta es una necesidad que claman los jóvenes músicos. No es que a mí se me ocurriera hacer esto, es que ellos me lo han pedido. El problema es que yo no me quedo con nada. Todo va a Eutherpe. Ni un café. Entonces no puedo pretender que esto siga así. Si alguien se encarga de la Fundación Eutherpe para que tenga continuidad deberá tener un sueldo. ¿Cómo lo hacemos si no hay mecenas? En el Patronato, por supuesto, nadie cobra. Todo lo que ingresamos es para gastarlo en los jóvenes. Pero en el futuro no puede seguir así. Es necesario un mecenazgo que ayude a que esta obra, que es necesaria por lo que estamos viendo, pueda continuar. Pero el arte de la música es difícil que tenga mecenazgo por su propio carácter inmaterial. No estamos ante una escultura que se pueda ver y tocar. Bruno Aprea me contó que cuando estaba en el Teatro de la Ópera de Palm Beach llegaba mucho dinero, porque allí desgravaban el 100%, pero el mecenas de turno también exigía su monolito para que pudiera perdurar su nombre. Yo hago los monolitos que sean precisos con tal de contar con un mecenas. Nuestra sociedad no es todavía sensible al mecenazgo para este arte en concreto. Lo es para todo lo que son obras sociales, pero no para el arte y la cultura.