"No sé lo que me pasó por la cabeza, perdí el control y no fui consciente de lo que hacía"

El acusado de matar de una puñalada al estudiante de la ULE Mario Fuentes en La Torre en 2021 declara que se sintió "presa del pánico" y que no tuvo intención de quitarle la vida

26/02/2024
 Actualizado a 26/02/2024
El acusado, Jorge C.B. durante la primera jornada del juicio por el asesinato de Mario Fuentes en La Torre en 2021. | MAURICIO PEÑA
El acusado, Jorge C.B. durante la primera jornada del juicio por el asesinato de Mario Fuentes en La Torre en 2021. | MAURICIO PEÑA

«No sé lo que me pasó por la cabeza, perdí el control. Saqué la navaja y empecé a hacer aspavientos. Le di a Mario y salí corriendo». Así es como dijo recordar los hechos el acusado por el asesinato del estudiante de la Universidad de León, Mario Fuentes, durante un botellón en el polígono La Torre de la capital en mayo de 2021. Jorge C.B., que solo quiso responder a preguntas de su abogado en su declaración en la primera jornada del juicio –que se celebrará hasta el día 4 de marzo en la Audiencia Provincial de León– señaló que fue la víctima la que lo golpeó momentos antes de que él le diera la puñalada que le causó la muerte. «No sé por qué empezó todo, por qué discutimos, ni por qué me agredió», dijo. Sí que indicó que Mario le había pedido que guardara la navaja que llevaba y que él lo hizo en un primer momento, pero le dio un golpe y cayó al suelo y ese fue el «punto de inflexión». «No sé por qué, pero perdí el control», insistió Jorge C.B., que dijo haberse sentido «presa del pánico» y no haber sido «consciente de lo que estaba haciendo en ningún momento. Ojalá lo hubiera sido», remarcó. 

Jorge C.B. reconoció que estaba «muy perjudicado» cuando ocurrieron los hechos, ya que llevaban toda la tarde bebiendo y reconoció también haber consumido sustancias estupefacientes. «No sabría explicarlo. Estaba normal, pero luego me dio una locura», advirtió indicando, además, que «en ningún momento» se le pasó por la cabeza matar a nadie. «No lo vi posible y ojalá no hubiera pasado». Para concluir su declaración, su abogado le preguntó si quería dirigirse a la familia de la víctima, presente en la sala, a la que le dijo que lo sentía «mucho». Recordó que les había escrito una carta de forma previa y admitió que «no hay nada que pueda hacer, por desgracia. No hay reparo en el fallecimiento de un hijo», pero se ofreció a poner «lo que esté en mi mano» para que «puedan pasar este duelo» de la mejor forma posible y confió en que saber que ha sido él y este procedimiento pueda ayudar a ello. «No puedo hacer otra cosa».

Hasta ese momento, el acusado señaló que él era «un estudiante de Derecho» más y que «llevaba una vida normal», aunque «había tenido problemas con las drogas y esa es mi tristeza», dijo. La tarde previa a los hechos había quedado «con una serie de personas» sobre las seis o las ocho de la tarde. «Salimos a beber», afirmó. Primero en bares de la zona de la Universidad y después de La Palomera. Luego siguieron haciéndolo en una casa y más tarde salieron a dar una vuelta. Fue entonces cuando se sumaron a un botellón que se estaba celebrando en el polígono de La Torre, en el descampado junto al supermercado Lidl, en el que había unas 30 personas en diferentes grupos a las que no conocían. «El ambiente era bueno» hasta entonces, remarcó, pero vio una trifulca y fue a preguntar qué pasaba. Dijo que se encontró con un joven que le golpeó, que lo hizo «repetidamente» y al que le sacó la navaja. Que le pidió explicaciones y que como este le pidió que la guardara, lo hizo e intentó dialogar con él. Sin embargo, declaró que sufrió un nuevo golpe, cayó al suelo y no supo qué se le «pasó por la cabeza». «Perdí el control, saqué la navaja y empecé a hacer aspavientos. Le di a Mario y salí corriendo». Afirmó, además, que no fue hasta el día siguiente, «cuando la policía estaba a mi puerta» cuando supo que Mario Fuentes había muerto y entonces «entregué la navaja y les dije que había sido yo». 

Jorge C.B. afirmó a preguntas de su abogado que «en ningún momento» persiguió a Mario, tal y como sostienen varios de los testigos, aunque la pelea sí «se fue moviendo de punto a punto», y señaló también que esta fue «frente a frente». «No puedo justificar mi actuación», subrayó, «me dio un golpe fuerte en la nariz y empecé a sangrar muchísimo. Fui presa del pánico. Fue una reacción instintiva. No puedo dar otra explicación», advirtió. Respecto a la indemnización que le piden como parte de la pena señaló que «es lo mínimo que tengo que hacer», pero que sus posibilidades son limitadas y su familia tampoco tiene «recursos económicos». Sobre la navaja, a la que su abogado se había referido como un «adorno», dijo que la adquirió en una tienda «fruto de la casualidad. Me llamó la atención y la compré». Añadió que le había costado «unos diez euros» y que en ese momento la llevaba encima también «por casualidad». «Que la llevara fue algo fortuito», remarcó.

"Estaba fuera de sí"

En la primera sesión del juicio declararon también dos testigos presenciales que se identificaron como amigos o conocidos de la víctima, Mario Fuentes. El primero de ellos afirmó que él estaba hablando con una chica cuando empezó «a escuchar un bifurquilla, algún empujón, encaramiento y a gente como nerviosa». Supo que a uno de los chicos de su grupo le habían dado un puñetazo y fueron a socorrerle y aseguró que en ese momento «a Mario no le tenía echado el ojo» porque «estaba todo muy movido». Sí que dijo que en determinado momento se había acercado a hablar con él para preguntarle qué estaba pasando y que este le contestó que «había un pirado que tenía una navaja», aunque él no llegó a verla. Sí que recordó que en un momento dado Mario «echó a correr. Huyendo, no hacia nadie» y que un chico lo agredió en esa huida. «Estaba fuera de sí» y decía «venid ahora, maricones. ¿Ahora qué? ¿ahora qué?».

Mario corría, dijo, y detrás de él iban el acusado, al que no conocía, y otros dos chicos. Se apartó «unos 30 metros» y en los últimos «se giró sin llegar a hacer amago de pegarles», creyó que con la intención de ver simplemente si seguían detrás, y fue entonces cuando lo apuñalaron en el costado, «como en diagonal», mientras intentaba retomar la marcha. Este testigo dijo haber visto bien la escena porque corrió detrás pensando que iban a pegar a Mario y que lo hizo «con la intención de socorrerlo». Él fue también quien llamó a los servicios de emergencias del 112 a petición del propio Mario, que le dijo que lo habían herido, y también declaró que oyó cómo el agresor le decía a sus amigos «vámonos de aquí, que lo acabo de apuñalar». Cuando llegó el 112 afirmó que Mario estaba sentado en el suelo con la espalda apoyada contra una pared, que estaba consciente, aunque le «costaba respirar» y que otro amigo intentaba taponarle la herida. No lo volvió a ver. Sin embargo, confesó que de camino a casa se encontró con un chico que le comentó «que le habían sacado la navaja como una hora antes». Respecto a si vio a Mario agredir al acusado en algún momento, posición que mantiene la defensa, respondió que que a él le conste «no hubo intercambio de golpes» y que consideró que Mario tampoco «tuvo posibilidad de defenderse». Señaló incluso que la víctima no era una persona violenta y también que tenía una «importante sensibilidad social».

"Me voy a poner bien"

El otro testigo –que cerró el turno de declaraciones de este lunes– aseguró en la sala que no recuerda «ningún problema» previo. Que para él todo empezó cuando sin mediar palabra recibió un golpe en la cara por parte de otra persona que lo dejó «aturdido». Insistió en que no sabía por qué, en que él estaba «haciendo un cigarro» cuando recibió el puñetazo que lo hizo caer al suelo y perder «un poco el conocimiento». A Mario lo vio después, ya en el suelo, y que no supo qué había pasado, pero que vio que «había bastante sangre» y que por instinto se tumbó sobre él e intentó taponarle la herida. En ese momento confesó que rompió a llorar y que fue el propio Mario el que trató de calmarlo. «Él me decía estate tranquilo, que no va a pasar nada, me voy a poner bien» y él le siguió hablando para intentar que se mantuviera consciente hasta que llegaran los servicios sanitarios. «Dejó de contestarme antes», recordó. 

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