Nogarejas despidió este lunes a David Pérez Carracedo. Frente al tanatorio de la localidad, ubicado muy próximo a la iglesia, decenas de personas se reunieron desde primera hora de la mañana para dar el último adiós al guardia civil asesinado el viernes en el puerto de Barbate (Cádiz), al ser arrollado por una narcolancha mientras participaba en una operación contra el tráfico de drogas. Compañeros del Cuerpo, vecinos y amigos acompañaron en el dolor a la familia del agente, de 43 años, que deja mujer y dos hijos de nueve y seis años. Lo hicieron desde el respeto, en silencio, roto apenas por aplausos y un par de gritos que helaron el ambiente. «David, siempre presente. Siempre GAR –siglas del Grupo de Acción Rápida al que pertenecía el fallecido»–, alzó la voz uno de sus compañeros a modo de despedida mientras introducían el féretro en el coche que lo conduciría al cementerio.
El mensaje, que proyectó con lágrimas en los ojos, fue similar al que se oyó momentos antes de que el cadáver fuera trasladado desde el tanatorio –donde fue velado desde la noche de este domingo–, a la iglesia en la que se celebró el funeral, pasadas las 12 del mediodía, y a la que llegó a hombros de ocho guardias civiles. «Siempre GAR. Me cago en la puta. Hoy y siempre», sonó entonces con rabia desde el interior de la sala. Aplausos y de nuevo silencio.
Antes, fuera, frente al tanatorio, los asistentes esperaban en pequeños grupos. «¡Ay, David...!». Los guardias civiles colocaban sus uniformes y el padre se movía entre la gente y recibía apretones de mano, abrazos y palmadas en el hombro. «Cuando me llamaron lloré todo lo que tenía que llorar», dijo en uno de estos corros. Se acercó a dar las gracias también a los medios de comunicación, aún con los ojos hinchados por el dolor. «¿De La Nueva Crónica?», dijo al ver el micrófono de este medio. «Haced un reportaje bonito», encargó antes de seguir caminando.
Dos coches fúnebres cargados con coronas de flores con mensajes de cariño y de recuerdo estaban aparcados junto a la entrada, entre el tanatorio y la iglesia. No hicieron falta para ir al templo, donde el féretro con el cadáver de David, cubierto por la bandera de España, lo condujeron ocho guardias civiles sin poder evitar las lágrimas, señalando los escalones junto a la entrada para no dar un paso en falso. «Son tres. Y otros tres». Salió igual, a la espalda de estos mismos agentes hasta el coche que abrió la marcha en dirección al cementerio. Despacio, al ritmo de quienes quisieron acompañar y arropar a la familia en este difícil momento.
Segundo funeral
Nogarejas dio así el último adiós a David, que ya había sido despedido el domingo en Pamplona, donde compañeros de la Guardia Civil y de la Policía Nacional, vecinos, amigos y familiares acudieron al funeral celebrado en la Catedral, que contó también con la presencia de autoridades como la presidenta de Navarra, María Chivite, la delegada del Gobierno en Navarra, Alicia Echeverría, o el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, al que la viuda de David impidió que colocara una medalla en el féretro. «Él no hubiera querido esto», dijo ella. Algunos asistentes aplaudieron su gesto y, finalmente, fue el agente que portaba la medalla quien se encargó de colocarla.
En Nogarejas, el pueblo de su familia –ya que David residía habitualmente en Sarriguren, en el municipio navarro del Valle de Egüés– la ceremonia fue mucho más íntima que la celebrada en Pamplona. David regresaba siempre que podía a esta localidad leonesa, donde era habitual verle en vacaciones, junto a su familia, y donde era muy querido por todos. Allí estaban sus raíces y en ella descansará para siempre.