Tras graduarse como astronauta el pasado 22 de abril, Pablo Álvarez está disfrutando de unos días en su tierra, en León, antes de retomar la formación y los entrenamientos previos a su primera misión espacial, que está previsto que tenga lugar entre 2026 y 2030. Este jueves participó como jurado en la elección del Leonés del Año, un galardón que concede Radio León y que en su anterior edición recayó tanto en él como en Sara García, la leonesa que en noviembre de 2022 fue seleccionada como miembro de la reserva de astronautas de la Agencia Espacial Europea (ESA). En esta entrevista con La Nueva Crónica Pablo Álvarez repasa el trabajo realizado durante el último año, el que queda pendiente antes de ese primer viaje espacial y asegura que, además de a la familia y a los amigos, durante todo este tiempo fuera lo que más ha echado de menos es «el cielo» de León, al que miraba de niño cuando deseaba ser astronauta. Ya lo es, aunque reconoce que a veces aún tiene la sensación de que todo «sigue siendo un sueño».
– Acaba de graduarse como astronauta después de un intenso año de entrenamiento. ¿Qué ha sido lo más duro de todo este proceso?
– Creo que lo más duro ha sido la variedad de habilidades que tienes que dominar como astronauta. La formación es muy variada. Puedes tener una clase de mecánica orbital y por la tarde estar en la piscina entrenando para una actividad extravehicular y a la semana siguiente estar durmiendo en los Pirineos a menos quince grados... Quizá compatibilizar todos los viajes, los cambios en esas asignaturas y quizá también el compaginar todo esto con la vida personal, porque no queda mucho tiempo para llevarla como me gustaría.
– ¿Y lo que más ha disfrutado?
– Quizá también lo mismo. Muchas veces lo más duro es también lo que cuando miras atrás más has disfrutado. El proceso ha sido genial, ha sido un año en el que me he dedicado a aprender cosas nuevas que no conocía y a vivir nuevas experiencias. La formación es de primer nivel, han venido expertos de todo el mundo a darnos cualquier asignatura y eso también se disfruta muchísimo.
– ¿Fue más complicada la selección que el periodo de formación y entrenamiento?
– Creo que el proceso de selección fue más duro, sobre todo por no saber si de verdad habías hecho las pruebas lo suficientemente bien o no, si ibas a superarlas y quizá mentalmente es mucho más difícil seguir adelante y seguir preparándote. Ahora tienes una hoja de ruta y sabes más o menos lo que vas a hacer durante el próximo año y solo tienes que esforzarte en hacerlo lo mejor posible. Se disfruta mucho más que el proceso de selección.
– Tras conseguir esas alas de plata está pudiendo disfrutar de unos días en León, en su tierra. ¿Qué es lo que más echaba de menos y cómo está aprovechando estas pequeñas vacaciones?
– A la familia, a los amigos... Simplemente el estar aquí. Quizá el cielo azul, también, porque ayer y hoy ha hecho muy buen día y en Colonia, en Alemania, esto por desgracia no lo tenemos. Estoy aprovechando esta semana de vacaciones porque creo que va a ser la última que tenga en todo el año, hasta navidades. El lunes empiezo otra vez a trabajar y a seguir entrenando hasta que llegue una misión.
– Su intención, y así lo ha expresado, es seguir siendo «el Pablo de siempre». Habrá cambiado como mínimo la atención recibida. Le costará pasar desapercibido.
– No lo llevo muy mal. Aquí en León la gente me reconoce un poco más y todo el mundo está interesado y te pregunta cositas, pero bien. Todo el mundo se acerca con una sonrisa y a preguntarte con mucho interés, la verdad, así que muy bien. En eso no ha cambiado tanto mi vida.
– ¿Le ha dado tiempo durante estos días a ir al pueblo, a Sabugo?
– No, no he podido ir.
– Ha dicho que hasta que no se vea arriba, en el espacio, no se sentirá «astronauta de verdad». ¿Le sigue pareciendo todo un poco un sueño, como el que ha dicho muchas veces que tenía de niño?
– Sí, aunque poco a poco te vas haciendo a la idea. Cuando llegas, el primer día de trabajo ves que todo el mundo alrededor, todos los que trabajan en el centro europeo de astronautas, su trabajo es que vueles al espacio y lo hacen muy bien. Poco a poco te lo vas creyendo, pero sigue siendo un sueño. Muchas veces me preguntan cómo me voy a sentir cuando esté ahí y creo que es imposible contestar a esa pregunta porque hasta que no te ves realmente es muy muy difícil saberlo.
– Uno de los aspectos clave de esa formación recibida es el prepararlos para ponerles al límite, para afrontar cualquier imprevisto, cualquier reto. ¿Con qué se quedas de este aprendizaje, hay algo que se le resista?
– Ha habido cosas mucho más difíciles que otras. Tuvimos un curso, una formación de ingeniería aeroespacial que para mí, siendo ingeniero, me resultó bastante más fácil que para un compañero que en su vida pasada pueda haber sido médico. Me sorprendieron los entrenamientos para las actividades extravehiculares, para los paseos espaciales. Son mucho más exigentes físicamente de lo que imaginaba. Este año voy a seguir entrenando en eso y el traje que nos ponemos pesa 170 kilos y estás hasta ocho horas debajo del agua, en la piscina, moviéndote con los brazos mientras tienes que realizar distintos procedimientos, instalar distintos equipamientos, usar herramientas... Es muy muy complicado. Te molesta todo y tienes que estar muy atento también a tu compañero para que no suceda nada peligroso, incluso simulamos rescates en los que hay un compañero inconsciente y tienes que llevarlo de vuelta a la escotilla. Es muy muy difícil.
– ¿Qué le espera ahora, cuando regrese? ¿Cuáles van a ser los siguientes pasos en su formación?
– Estos próximos años, hasta que se me asigne una misión, lo que tenemos en mente es seguir entrenándonos para esas actividades extravehiculares y eso seguramente lo hagamos en Houston. Habrá más preparación específica para la Estación Espacial Internacional, también en Houston y en Canadá; entrenamiento para manejar los brazos robóticos de la estación; tengo que aprender a pilotar aviones; nos van a formar para trabajar en control de emisión, también en tierra, y estar comunicándonos con nuestros compañeros cuando tengan las misiones. Más o menos eso será, de momento, lo que haga de cara a los próximos años y en el momento en el que se me asigne una misión esa formación parará y entonces empezará la formación específica para la misión, para lo que vaya a hacer en esos seis meses en la Estación Espacial Internacional.
– No hay todavía un horizonte temporal claro para esa primera misión.
– Ahora mismo tenemos cinco misiones a nivel europeo para la Estación Espacial en los próximos años. Nos hemos graduado cinco personas y la idea es que todos volemos entre 2026 y 2030. Este mismo mes se anunciará la primera misión, pero no el orden.
– Es un ejemplo para muchos jóvenes leoneses, ¿qué le diría a uno de ellos que ahora mismo esté en su pueblo mirando al cielo, como hacía usted, a la hora de perseguir sus sueños?
– Lo primero que lo intente, porque es la única forma de conseguirlo. Muchas veces me preguntan qué tienen que hacer para ser astronautas y por lo menos, cuando vean la oferta, echar el currículum, porque si no, no lo van a conseguir nunca. Después, paciencia, perseverancia, esfuerzo, que disfruten del camino y que acepten todas las oportunidades que les ofrece la vida, porque muchas veces no nos atrevemos a aprovechar oportunidades que luego no van a volver. Si las aprovechas de forma consistente, la vida te va a llevar a sitios que no te imaginas.