"Parecerá que los productos de Castilla y León no son seguros, y no es verdad"

Juan José Badiola, director del centro de encefalopatías y enfermedades transmisibles emergentes de la Universidad de Zaragoza y Honoris Causa por la Universidad de León

Clara Nuño
25/06/2023
 Actualizado a 25/06/2023
Juan José Badiola |  L.N.C.
Juan José Badiola | L.N.C.
Veterinario hijo de Veterinario. Un oficio heredado, de cuna, a la antigua usanza. El crío del ganadero dibujaba su futuro entre reses, el del panadero acababa los días entre hogazas y el del médico pasaba consulta. «Anda que no han cambiado las cosas desde que yo era chaval», bromea Juan José Badiola (León, 1948), que tiene dos hijas que de tripas, pelo y flema no quisieron saber nada. Badiola, uno de los profesionales vivos más relevantes en su campo a nivel nacional, es hoy el director del centro de encefalopatías y enfermedades transmisibles de la Universidad de Zaragoza, pero también ha sido otras cosas: fue la cara visible del comité de expertos que se enfrentó a la ‘enfermedad de las vacas locas’ a principios de los 2000, ha sido asesor de la Comisión Europea en materia de enfermedades zoonóticas (las que se transmiten de animales a humanos) y, de igual modo, ha estado detrás de la gestión de la pandemia del Covid y el reciente brote de ‘Viruela del Mono’. Asimismo, ha recibido diversos reconocimientos, como el XIV Premio Balmis a la prevención y tratamiento de enfermedades o el Honoris Causa del que será investido este lunes por la universidad de su terruño, León.
Ahora, en el momento anterior a la escritura de estas líneas, Badiola adopta otro oficio, el del conversador. Un hombre que habla desde de la experiencia sobre salud pública, epidemias y salubridad alimenticia. De dónde venimos y hacia dónde podríamos ir.

–Comencemos por el principio, ¿Cómo ha cambiado la profesión desde que usted empezó en los años 80?

–Ha cambiado bastante, incluso desde que yo acabé la carrera en el 82 ya había cambiado mucho con respecto a la profesión que conoció mi padre, que también fue veterinario. Veterinario leonés, y se dedicaba a atender a los animales de trabajo, que eran las vacas o las mulas. Y tenía que atender los cólicos y malestares de esos animales, todo ese mundillo de los años 50 antes de la mecanización del campo. Luego llegó la industrialización de la ganadería española y eso lo cambió todo, fue un paso que permitió suministrar alimentos para el mundo a costes asumibles. Que las carnes de pollo y de cerdo estuvieran al alcance de cualquiera fue una gran revolución y nosotros, los veterinarios, hemos estado detrás de ese proceso en las granjas, las fábricas de pienso y toda la cadena que lleva a la producción cárnica. Ahí hemos estado siempre y ahí seguiremos, aunque hay un hecho diferencial con respecto a mis inicios en la carrera: el desarrollo del mundo de las mascotas.

–Háblenos pues de eso, de este fenómeno que, a brocha gorda, en los últimos tiempos se ha englobado bajo el nombre de ‘mascotismo’
–Ha sido, sobre todo, el aumento de viviendas con animales de compañía, sobre todo perros y gatos, aunque no obviaría a los animales de ocio como los caballos. Hoy, prácticamente la mitad de las familias españolas tienen, como mínimo, una mascota. Y esa mascota necesita atención veterinaria a todos los niveles, no solamente por temas de salud pública para proteger al ser humano de posibles infecciones, sino porque necesitan sus propios cuidados. Con el boom de las mascotas se abrió un gran campo profesional en el que surgieron las ‘superespecialidades’ más allá del mundo de las vacas, los cerdos o las aves. Ahí se produjo un gran cambio en cuanto a nutrición animal, estudio de los patógenos, microbiología, las infecciones parasitarias. También, con la creciente demanda de animales de compañía han proliferado las clínicas veterinarias por doquier y se han multiplicado las facultades para su estudio a lo largo del país en mi opinión de manera desmesurada. En España tenemos 13 facultades, mientras que, si nos comparas con otros países europeos, como Francia por ejemplo, tienen cuatro.


–¿Desmesurada por qué? ¿Ha llegado algún momento en que hubiera demasiados estudiantes?

–Se ha provocado unas sobreabundancias que nos han perjudicado bastante, sí. Ahora ya parece que la situación se ha controlado un poco desde el momento en el que se puso un número límite para entrar, aunque con tanta facultad y después del advenimiento de las privadas, esos límites son muy difusos y esto, claro, provoca una salida al mercado de muchísimos profesionales que a veces el mercado no puede absorber.

–¿Cuál es el perfil predominante?

–En mi época era como todo, el hijo de adopta el oficio del padre. Ese es mi caso, pero ahora no ocurre eso, cada uno hace lo que le parece y las personas que vienen a estudiar -yo soy profesor- sienten una especial relación de afecto para con los animales. Y, por eso, lógicamente, muchos de ellos quieren trabajar en clínicas. Ahí es donde yo creo que está el grueso del interés hoy día en los estudiantes.

–Vayamos ya al tema que nos ocupa: las enfermedades zoonóticas, usted ha sido uno de los referentes en la protección de la salud púbica a nivel nacional en tres momentos clave; vacas locas, Covid y viruela del mono, ¿Cómo se gestiona el foco mediático durante una situación así?

–Durante las vacas locas me tocó lidiar casi en solitario porque apenas había gente que supiera sobre enfermedades transmitidas por priones y yo sabía. Mi equipo sabía. Y lo sabíamos porque habíamos diagnosticado los primeros casos del scrapie ovino, que es la enfermedad producida por priones* en las ovejas y las cabras. Esto había sido en los 80 o fines de los 70.Después, yo fui miembro del Comité Científico Veterinario asesor de la Comisión Europea y entonces coincidió con la aparición del brote de encefalopatía espongiforme bovina (EEB) en Reino Unido, con todas las consecuencias que tuvo aquello: la prevención que se hizo para que no llegará a Europa y demás, aunque llegar llegó, claro. En España diagnosticamos en torno a 800 casos y, claro, siendo yo uno de los principales expertos hubo un momento en el que estaba haciendo 14 o 15 entrevistas diarias para medios de comunicación, pero lo llevé bien. Soy profesor y eso es algo que te da tablas a la hora de hablar para un público.

*(Las enfermedades producidas por priones son trastornos degenerativos progresivos del encéfalo, poco frecuentes, mortales y no tratables, que aparecen cuando una proteína se transforma en una forma anómala denominada prión)

–Con la crisis del Covid tan reciente, una de las mayores dicotomías fue el de asustar o no a la población a través de los medios. ¿Cómo se debe informar de situaciones que afectan a la salud pública?

–Es complicado y es duro, al menos, para mí lo fue. Nosotros los investigadores no estamos preparados para este tipo de desafíos, trabajamos en nuestra burbuja. Pero lo que tengo claro es que hay que ir con cautela e intentando asustar lo menos posible. De poco vale que las cosas se hagan bien, que los expertos sepan cómo de algo si luego no somos capaces de transmitirlo a la población. Y hay que ir con la verdad por delante, siempre. Pero sin sensacionalismos. Los temas así tienen sus aristas, sobre todo según vas avanzando en las investigaciones. Entonces, mi visión o consejo para los que vengan detrás es que se sea riguroso, se cuente lo que hay, cómo están las cosas, hacia dónde se avanza (o se cree que se avanza), cómo protegerse y como prevenir, peroevitando tirar del miedo.

–Vale, pero y usted, ¿Ha pasado miedo en algún momento?

–Sí, claro, al principio siempre. Cuando hay incertidumbre o cuando, en este caso, no estaba clara la causa, de dónde venía todo esto. Y eso que los británicos llevaban años estudiando el tema, ¿eh?, y aportaron mucho, nos dieron la línea de trabajo a seguir. Pero no fue hasta que se estabilizó, hasta que las sospechas sobre las harinas se demostraron y, en definitiva, hasta que empecé a ver que nuestros planes de vigilancia funcionaban, cuando me sentí más tranquilo. Ten en cuenta que estamos hablando de la crisis alimentaria más importante que ha sufrido Europa en los últimos 50 años. Recuerdo que en León se vivió de una manera muy particular. Hubo una familia en la que murieron dos de sus miembros. Estamos hablando de una enfermad en la que, si la cogías, te morías indefectiblemente. Y eso produjo terror. Afortunadamente, gracias al buen trabajo de la Comisión Europea en colaboración con los Estados miembros se pudo controlar llegando incluso a que ya no hubiera casos, y eso era algo que yo dudaba que pudiéramos conseguir. En definitiva, creo que las cosas se hicieron bien y el número de afectados humanos fue bajo. Costó mucho dinero, pero es que erradicar enfermedades es carísimo.


–Vayamos ahora al presente, a Castilla y León y el problema con el brote de tuberculosis bovina. Entiendo que estará al tanto del pulso entre la Junta de la Comunidad y Gobierno central, ¿Cuál es su opinión sobre el asunto?

–Yo creo que aquí hay cierto desconocimiento y no digo de las autoridades, eh, las autoridades lo saben perfectamente, digo la gente en general. Es decir, llevamos 40 años luchando contra la tuberculosis bovina y muchos se preguntarán que por qué no hemos acabado con ella, pero es que a veces las cosas no son tan fáciles y que puede que, desde el punto de vista económico, los esfuerzos no han sido tan grandes en comparación con otros brotes. Pero vayamos por partes, España tiene una tasa relativamente baja de tuberculosis y, si te fijas en Castilla y León, hay muchas provincias declaradas libres de la enfermedad, como León o Burgos.
El caso concreto de Salamanca, que es el que ha copado los medios, lo hace porque también es una de las que más peso vacuno tiene a nivel nacional, ergo, también tiene más riesgo. Aunque hay que destacar que, aunque nos preocupe, no es una crisis alimentaria. La cosa aquí es que Europa ha optado por la erradicación de esta enfermedad, es decir, que se elimine del territorio europeo. Para ello hay un organigrama: en primer lugar, trata con los Estados miembros, aquí es el Ministerio de Agricultura el responsable quien, después, lo consensua con las Comunidades Autónomas y se establece un plan acordado con la aquiescencia de todo el mundo, luego vuelve al Ministerio y este lo manda a Bruselas para que se obtenga en visto bueno.
La pregunta es, una vez aprobado, ¿Una Comunidad Autónoma puede tomar por su cuenta medidas contrarias a lo que diga ese plan?, pues hombre, no. No debe.

Pero aquí lo han intentado.
–Yo no voy a entrar en asuntos políticos porque esa no es mi competencia. Lo que sí que puedo decir es que cuando la Comunidad toma la media que toma es para contentar a los ganaderos, no porque quieran crear un problema. Sobre todo, porque hay cierta desazón al ser un problema que viene de lejos y no se acaba. Pero claro, no puedes autorizar que se lleven al matadero a los animales de una granja donde hay tuberculosis, no puedes llevarlo sin analizarlo previamente. Y ahí es donde ha surgido el pulso entre el Ministerio y La Junta, con el Tribunal Constitucional de por medio y el resultado es que al final todo queda como que los productos de Castilla y León son inseguros. Y eso no es verdad.

–Hablemos ahora de los principales riesgos del presente, tras el Covid, y con el mundo globalizado en el que vivimos
–¿Sabes cuántas personas viajaron el año pasado en avión de un lado al otro del planeta? 800 millones. Es una barbaridad, pero ese es el mundo el que vivimos con una grandísima movilidad tanto de personas como de animales. Nos movemos nosotros, los movemos a ellos, movemos las cosas, productos, comida… Estamos consumiendo alimentos de todo el mundo, no tienes más que acercarte a cualquier supermercado. Eso significa que, en términos de salud, estamos expuestos prácticamente a todo de manera bastante rápida. El ejemplo perfecto es el del Covid. Ahí, debido al periodo de incubación, para cuando los chinos identificaron el virus este ya se había extendido y llegó a Europa y el resto del mundo por el turismo y la movilidad, gente que no sabía que estaba infectada e iba esparciendo el virus con su vida diaria. Fue un crecimiento exponencial, y es un ejemplo clásico de la aparición de una nueva enfermedad. Lo que no habíamos visto hasta la fecha es la velocidad a la que se extendió por todas partes, se paró el mundo prácticamente durante tres meses. Fue inaudito y, por supuesto, es algo a lo que estamos expuestos y tenemos que tener en cuenta.
El mundo está cambiando tan rápido por la globalización, la movilidad y, ojo, el cambio climático. Vendrán mosquitos de otras latitudes y nos traerán problemas y enfermedades que aquí no hay. También hay que tener en cuenta las agresiones medioambientales que estamos haciendo con las deforestaciones masivas, como en la Amazonía o en las selvas de Indonesia para hacer productos más rentables. Eso hace que los animales salvajes, los domésticos, los humanos y la microbiota que había ahí se traslade a otros sitios y en esos otros lugares aumente la densidad de sus poblaciones. Cuando se produce ese aumento de densidad, el peligro está servido.

–¿Qué medidas debieran tomarse?

–Que nuestros sistemas sanitarios estén preparados, porque estás cosas van a seguir pasando, y con el Covid se demostró que la sanidad española no estaba preparada. E, insisto, es algo que se puede prever. Siempre ha habido pandemias y cada vez va a haber más por todos los factores que he explicado. Espero que con esta crisis hayamos aprendido y, sobre todo, se invierta en protección, prevención e investigación para el desarrollo de vacunas, que es el arma más efectiva que tenemos. En un año se han hecho una gran cantidad de vacunas eficientísimas e incluso se han conocido métodos nuevos, como el del ARN mensajero. Esto significa que cuando la maquinaria europea se pone en marcha, desde el punto de vista científico, se consiguen resultados. Hace falta poner dinero, mucho, pero los medios los tenemos.

–Y, con respecto a la población de a pie, ¿Qué se puede hacer desde lo individual?
–Creo que la gente ha aprendido a protegerse, que si vas a un país exótico que no conoces te llevas unas cuantas mascarillas y, si vas a dormir al raso, te pones mosquitera o le das la bienvenida a la malaria. Un León no es lo más peligroso que te vas a encontrar en la sabana.
Hay cosas básicas aprehendidas, como a no toserle a la gente en la cara o mantener una distancia reglamentaria cuando estás enfermo. Lo vivido nos ha concienciado algo más.

–Yo no lo tengo tan claro, ¿Cómo se explica si no el despuntar del movimiento antivacunas?
–En el Covid se han salvado muchas vidas, muchísimas, y la gente no es consciente. Si no hubiéramos conseguido las vacunas, las cifras de muertos hoy serían muy distintas. Yo, como veterinario, cuando sé que hay una vacuna me quedo tranquilo y cuando comenzaron las dudas y el movimiento en contra pensaba «Dios mío…», piensa en las personas mayores o con patologías –muchas de las cuales no son ni conscientes de que las tienen–, son a ellas a quienes se ha salvado mayoritariamente. Fíjate en otras epidemias, para el Sida no fue posible fabricar una vacuna y fue terrible. Cuando sí se puede hay que apostar por ello, sin dudas.En fin, yo cuando he escuchado los argumentos de los antivacunas me pregunto si de verdad saben lo que están diciendo.

–Al final no deja de ser una manipulación política en la que sucumbe mucha gente
–Sí, con estas cosas siempre se manipula desde lo político. Pero hay gente que cree en ello firmemente. Yo tengo un familiar que, oye, no logro convencerle por más explicaciones que le de.

–Para terminar, una última pregunta, ¿Hacia dónde nos dirigimos en términos de salud o salubridad alimentaria? ¿Cuáles son los retos de la veterinaria actual?
–Lo que ha quedado claro es que cuando analizas globalmente lo que ha pasado con el Covid y otras pandemias o epidemias te das cuenta de queestos problemas no solo son competencia de una sola profesión. Es todo un sistema el que debe intervenir: Médicos, veterinarios, farmacéuticos, ecológos... y hasta ambientalistas por el cambio climático. Necesitamos una miríada de profesionales para hacer frente a estos retos, va a ser necesario afrontar los problemas desde una perspectiva más global.
Tenemos que inclinarnos hacia la solidaridad internacional. Todo lo que aparezca en un punto del planeta se extenderá al resto, hay que trabajar en equipo y darle los medios al país que no los tenga por sí mismo. Esa es la dirección en la que tenemos que trabajar. Si lo hacemos, yo creo que dará buenos resultados. Si no, lo que se venga será muy difícil de combatir.
Archivado en
Lo más leído