Me voy a molestar para que la Escuela de Pilotos llegue a León», dijo el entonces candidato a la presidencia del Gobierno José María Aznar en un Palacio de los Deportes completamente entregado al tristemente histórico líder del Partido Popular. Lo cierto es que alcanzó la presidencia, pero no se debió de molestar mucho para que León acogiera la Escuela de Pilotos, que durante años llenó titulares y jugó una vez más con las esperanzas de los leoneses, pero que quedó en el olvido como tantas otras promesas electorales que se han realizado y se siguen realizando en esta provincia. Sobran los ejemplos. Sin embargo, la Escuela de Pilotos sí que existe, y existe gracias a la iniciativa privada, como es habitual por estas latitudes, gracias a la valentía de un empresario que ha apostado por su tierra o, más bien, por los cielos de su tierra.
Se llama Fulgencio Revuelta y ha puesto en marcha León Avia, una empresa dedicada tanto a los vuelos turísticos por la provincia como a la instrucción para aquellos que quieran obtener el título que les permita pilotar. Lo hacen desde el aeropuerto de La Virgen del Camino (cuentan también con una oficina en el centro de la ciudad, en la calle Alfonso V, 2, 5ºB) y su oferta resulta a todas luces atractiva.
Asesoran a aquellas personas que quieran obtener la licencia de piloto en todos los pasos que son necesarios, pues las pruebas son teóricas y prácticas y, además, cuentan también con avionetas que permiten completar las horas de vuelo que se exigen antes de obtener la mencionada licencia. Profesionales experimentados acompañan a los aspirantes en todo lo que necesitan, para que puedan conquistar los cielos.
También resulta especialmente atractiva la oferta de vuelos turísticos. Se proponen de alrededor de una hora, y León Avia cuenta con dos aviones, uno que tiene sólo capacidad para el piloto y un acompañante y otro en el que pueden viajar hasta tres personas con el piloto. Iker Sánchez, zamorano afincado en León, es uno de estos pilotos, que muestra con especial paciencia a al viajero los detalles que componen la cabina, los pasos que se deben seguir para garantizar la seguridad y todo lo necesario para disfrutar de un vuelo espectacular por la provincia de León.
Pide permiso para entrar en pista (el aeropuerto de León no tiene torre de control comercial sino que el servicio lo presta el Ejército del Aire desde su cuartel de La Virgen del Camino) y se atreve a dejar que el viajero sea quien levante el avión del suelo. Pone rumbo a La Robla («antes se reconocía mejor por las chimeneas de la térmica», dice) y de ahí a Boñar, para tomar rumbo norte, sobrevolar el pantano del Porma, luego virar hacia el Este y llegar al de Riaño (desde el cielo, los pantanos parecen de agua turquesa) y regreso a la capital leonesa, en torno a la gira durante unos minutos hasta que le autorizan a aterrizar de nuevo en La Virgen, completando un paseo que él recomienda más en invierno que en verano y que resulta inolvidable de principio a fin.