Pilar Álvarez Llanos, una leonesa en Buenos Aires

El murmullo del río que pasa cerca de su casa en Cerulleda ahora es todo suyo

Nieves Elena Morán
03/11/2024
 Actualizado a 03/11/2024
Pilar Álvarez Llanos. | L.N.C.
Pilar Álvarez Llanos. | L.N.C.

El 10 de octubre pasado en Buenos Aires nos dejó María del Pilar Álvarez Llanos. Fue en Cerulleda donde nació el 14 de julio de 1932, en el huerto de la casa de quien sería su madrina cuando su madre acudió a ella para que le prestara ayuda en el parto. Tal vez, esa premura por nacer fuese premonitoria: tenía mucho por hacer en esta vida.

Mientras pastoreaba el ganado en las montañas iba guardando en su interior esa belleza majestuosa, las voces del agua del río Curueño que partía su pueblo en dos, la imagen del puente romano, los olores de la casa donde creció.  Luego, cuando apenas había dejado la niñez atrás, sería León la ciudad que ella veía hermosa y que con su avasallante y curiosa personalidad recorría haciendo reparto de pan. Una mañana, solo para saber qué se veía allí, empujó la puerta del lugar donde muchos años después volvería como invitada: la Diputación de León. Así era Pilar.

En enero de 1955 tocaron las campanas de boda, pero solo seis meses duró la felicidad, el choque de trenes del 22 de julio de ese año se llevó la vida de su esposo, el padre de su única hija.

“A veces pienso cómo el destino nos da y nos quita, yo pude retener en mi inconsciente dos cosas, dos actitudes que me ayudaron mucho. La superación y el desafío a veces temerario de buscar un horizonte nuevo, como cuando decidí viajar hacia Argentina buscando un lugar mejor para el futuro de mi hija”, escribió en su libro 'La casa donde nací', publicado en 2022.

LA CASA DONDE NACI
 

En la localidad de Morón, cercana a la ciudad de Buenos Aires, donde se asentó y trabajó incansablemente, asistió a una escuela de adultos mientras su hija se preparaba para graduarse de abogada. Ese primer paso la llevó a descubrir un mundo nuevo, un curso de teatro y de lectura, luego un taller de escritura cobijó sus ansias de aprender. Su voz entrañable dio vida a distintos personajes en el escenario y declamó sus propios poemas. En 'La terraza del otoño' está su poesía reunida, un libro que le dio muchas satisfacciones y en distintas antologías viven sus poemas, intensos, perfectos. Disfrutó del baile y fue coreuta en el coro del Centro Salamanca. Últimamente, un teclado y un profesor le estaban descubriendo el placer de tocar música.

Los años se deslizaron y a su puerta llegaron cosas impensables para aquella pastorcita leonesa que creció entre el ganado y el romero, lejos de la escuela, hasta hace pocos días cuando partió y el murmullo del río que pasa cerca de su casa en Cerulleda ahora es todo suyo.

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