Hizo de su pasión, oficio, y aprovechó la opción de capitalizar el paro para lanzarse al mundo del emprendimiento. Le concedieron el 60% de pago único y el otro 40% para pagos de la Seguridad Social (la cuota de autónomos). Cierto es que tuvo que contribuir con más capital, pero no viene nada mal disponer de esa cantidad. De este modo en junio de 2014 empezaba a construir su negocio, una palabra que suena demasiado fría para alguien que siente devoción por su trabajo. Fue el pasado mes de mayo cuando el Centro Hípico El Naranjo abría sus puertas en los terrenos de Alija de la Ribera.
Es gerente y maestra de esta escuela de equitación en la que se enseña no sólo a montar, sino a conocer al animal, a comunicarse con ellos. Vive por y para sus animales; ahora mismo son once los caballos que hay en el centro, que tiene capacidad para quince. Les han procurado un espacio natural, limpio, cómodo y agradable donde se sientan como «en un hotel de lujo, alimentados con el pienso más alto de la gama alta y con heno escogido en verde y cosechado en el momento más óptimo».
Su objetivo es ayudar a sus clientes a disfrutar y a aprender con los caballos tanto como ella lo hace, como lo lleva haciendo años y años de la mano de Naranjo, su primer equino, que con 18 primaveras le acompaña en esta aventura: «A él se lo debo todo, es el que más me ha enseñado, a parte de mis maestros, el que más me ha consentido, me ha malcriado, me ha dejado descargar toda mi frustración con él, pero es mi animal, es mi caballo, y qué mejor forma de agradecérselo que poniendo su nombre al centro». Por él se llama así, un bonito homenaje, sin duda.
Su filosofía de enseñanza pasa por dedicar tiempo a conocer al caballo. «Intentas comunicarte con él, él te marca los tiempos, te indica su estado de ánimo, y tú aprendes a entenderlo. Se comunican con sus orejas, sus ollares, su boca, su cola... y todo eso debes aprenderlo, y lo aprendes acariciándoles, limpiándoles, dándoles cuerda…», explica Marta mientras acaricia inconscientemente pero llena de mimo a Labordó, hijo de Naranjo, actualmente en doma.
Trabajan con niños desde cinco años hasta adultos «porque para la equitación la edad no tiene demasiada importancia, lo que en realidad hace falta es ilusión y ganas de aprender». Tienen una forma de entender el caballo natural. Además, las clases son, como máximo, de tres personas y ponen todas las facilidades al cliente adaptándose a sus horarios.
Marta desmiente el mito de que la equitación sea un deporte elitista, «es un deporte que está al alcance de cualquiera que quiera practicarlo, nuestros cursos son de 20 horas, 200 euros, calculamos unos diez euros por hora». ¿Y qué equipación hace falta? Apenas unas botas y un casco. ¡Ah! Y eso sí, muchas ganas de aprender que, por cierto, la equitación es un deporte lleno de beneficios, tanto para el cuerpo como para la mente.
Ponerse el paro por montura
Marta es una de esas emprendedoras que decidió capitalizar su prestación por desempleo para dar un impulso a su sueño: montar un centro hípico
27/09/2015
Actualizado a
14/09/2019
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