El doctor Fernández Amez cuenta este mismo domingo cómo cuando quiso buscar trabajo, nada más acabar la carrera, acudió a Ricardo Tascón y al día siguiente estaba trabajando. Entre sus recuerdos ya como médico de Hulleras de Sabero está su relación con un médico afincado en Cistierna, donde tenía una clínica. "Hablaba mucho con él, le enviaba pacientes. Era un médico muy preparado, mucho, y tenía además ese espíritu minero —pese a ser de Salamanca— del riesgo, del actuar con rapidez. Un personaje".
Une así el doctor Amez a dos leyendas de la medicina en las cuencas mineras de Matallana y Sabero/Cistierna, Ricardo Tascón y José Julio Hernández Rivas. Del primero baste decir que muchos de sus antiguos pacientes sustituyen el ‘don Ricardo’ habitual del trato a los médicos por ‘dios Ricardo’, pues no es menos cierto que se cuentan verdaderos milagros de su forma de hacer y ser. Y en el caso de Rivas, el doctor Rivas, creo que jamás he escuchado más veces en sus comarcas de acción la expresión "le debo la vida a Rivas"; fueron muchos los que a cualquier hora del día o de la noche llamaron a la puerta de su clínica con los problemas más diversos. O acudía el propio médico hasta algún pueblo. Su hijo José María recordaba uno de estos casos. "Su fama llegó muy lejos, una vez vinieron a buscarlo para un caso grave desde Posada de Valdeón. Mi padre no dudó en ponerse en marcha, primero fueron un tramo en camión, después a caballo y finalmente sobre raquetas por la nieve pues no sabía esquiar, era de Salamanca".
Con Ricardo Tascón ocurría una curiosa anécdota con su nombre, con sus nombres. "Era, como correspondía a los médicos de la época, don Ricardo, pero aquellos que le trataban más de cerca le llamaban Ricardito, para distinguirlo de su padre (Ricardo Tascón Brugos) y a él le encantaba; y quienes le trataron en su otra faceta, de empresario minero, le llamaban Tascón".
Este recordado médico había nacido en 1914 en Matallana de Torío y estudió Medicina en Valladolid. Su especialidad era la Pediatría (de ella abrió su consulta en Matallana) y también Médico Forense; pero a su puerta llegaban enfermos de todo tipo, al margen de los ‘accidentes y golpes’ de la mina. Sirva un ejemplo. Una maestra de la comarca, Araceli, que enviudó muy joven atravesó una profunda depresión para la que no encontraba salida. Le recomendaron ir a Don Ricardo y allí, en la humanidad de aquel médico, encontró consuelo, convencimiento y solución. Es significativo que siempre contaba que la había salvado ‘Ricardito’, no le llamaba dios Ricardo pese a que para ella era dios.
Habría mil historias más del personaje. Tal vez extrañe lo apuntado antes de que "como empresario minero" era conocido como Tascón. Fue otra curiosa faceta de su vida, seguramente fruto de su implicación con su tierra y su familia. Así lo contaba Maximiliano G. Flórez en su libro ‘La ribera del Torío’: "Su padre, don Ricardo Tascón Brugos se dedicó a la industria carbonífera desde 1914, al estallar la primera guerra europea, hasta su muerte, en 1964. Poco después llegó la crisis del carbón, (...) Como consecuencia, en 1967 se cerraron casi todas las minas en los contornos de Matallana, quedando solamente en actividad las de Santa Lucía y Ciñera por su abundante y fácil explotación. Tascón, padre, había dirigido la explotación minera en Orzonaga, Valdepiélago, Matallana, Correcillas, y Aviados, llegando a contar 15 minas". Al fallecer su padre, y también su hermano Miguel, Tascón hijo se hizo cargo de las empresas en una época muy complicada para la minería, muchos vecinos de estas comarcas hablan también de su carácter humano como empresario minero.
Julio José Hernández Rivas llegó a Cistierna desde Salamanca, ya era médico y con una brillante carrera por delante a la vista de su expediente académico. Su viuda entonces contaba en una entrevista en una publicación local que "sacó la carrera con matrícula en todas las asignaturas". Ella era María Cristina García Monje, licenciada en Ciencias Químicas también en Salamanca en cuya Universidad conoció al entonces estudiante de Medicina. Cuando decidieron quedarse en Cistierna ella se convirtió en su ayudante y en alguien fundamental para la clínica pues Rivas no mostraba la misma pasión por la gestión que por la medicina. "Le gustaba presumir, en tono de broma, de tener como contable a una licenciada. Y no mentía pues, en realidad, yo dirigía el sanatorio, llevaba la administración, los empleados, hacía las compras... Él lo que tenía que hacer era operar, que lo hacía como nadie", relataba su mujer, quien recordaba que en aquellas operaciones, las derivadas de accidentes mineros eran muy frecuentes.
La familia Rivas llegó a Cistierna en 1957, Julio José ya tenía las especialidades de Radiología y Cirugía; se integró muy bien en el pueblo y decidió hacerse cargo de un pequeño sanatorio que había en la villa, de tres plantas. Durante años su hermano Mariano trabajó con él de anestesista y también estuvo un tiempo otro hermano, Francisco, como pediatra. "Su padre era médico y su abuelo y su bisabuelo: pero él no era médico por tradición sino por vocación. Le encantaba su trabajo y hasta el último día estuvo comprando libros, se los enviaban desde la Librería Cervantes de Salamanca", recordaba su hijo José María, quien recordaba hace años cómo aún le seguían parando por la calle para decirle la frase más asociada a Rivas: "Tu padre me salvó la vida". Y es que, explicaba, acabó siendo médico de todo, cirujano de cuerpo y alma, que lo mismo operaba una apendicitis o una hernia en el sanatorio que, como hemos visto, iba a Valdeón una urgencia.
Rivas creó en Cistierna un recordado grupo de amigos, entre los que estuvo mucho años un juez que se hizo cargo del juzgado de la villa, José Quirós, otra leyenda, en otro ámbito.
Decía su hijo: "No sé si imaginas un orgullo mayor que un día vayas paseando y te paren para decirte: ‘Tú padre me salvó la vida’". Pues no.