La idea de guardar turnos para desarrollar determinadas actividades se ha expresado en castellano desde los orígenes de su uso literario mediante el adjetivo y el sustantivo vecero/vecera. La actividad ganadera de Salce se ejerce en común por todos los vecinos que poseen ganado ovino y caprino, cuidándose de forma conjunta y creando una vecera. Aunque en el pueblo todavía quedan vecinos con ganadería bovina, ésta no se organiza de la misma manera dada su escasa cuantía.
La manera de llevar a cabo la recogida del ganado se hace siempre en el mismo orden: el pastor empieza recogiendo el ganado por la primera casa del pueblo y lo rodea hasta llegar a la última, para luego emprender el camino hacia El Valle. Al atardecer se organiza en sentido contrario, sin ser necesario más que un pastor porque cada oveja reconoce su cuadra y no necesita ser guiada.
Actualmente, quien tiene 20 cabezas tiene que ir un día de pastor, y quien posee 40, va dos días seguidos. A partir de aquí, se hacen aproximaciones Los turnos de la vecera se organizan en función del número de cabezas de ganado que posea cada vecino. No obstante, aunque estos criterios se han ido modificando con el paso del tiempo, actualmente, quien tiene 20 cabezas tiene que ir un día de pastor, y quien posee 40, va dos días seguidos. A partir de aquí, se hacen aproximaciones. Por ejemplo, quien tiene 43 va alternando, una semna va 2 días y, a la siguiente, 3. Y así sucesivamente.
La vecera comienza el día de San Antonio (13 de junio) y termina cuando comienzan las primeras nieves. El resto del año el ganado de cada vecino pasta en los prados de su propiedad que se encuentran en el entorno próximo.
A día de hoy solo quedan seis vecinos que posean ganado ovino y caprino en propiedad, pero siguen utilizando el sistema de vecera por comodidad y por no ser su única ocupación la ganadería, ya que algunos de ellos trabajan en actividades del sector secundario. La ganadería ya no constituye su sustento principal, teniendo que dedicarse a otras tareas para poder ganarse el pan.

Hasta la vecera se ha transformado, la que se estila ahora es una versión light de la antigua. Empezando porque, hoy, el pastor ya no tiene que ejercer un control tan exhaustivo del ganado, sino que puede pastar suelto al estar todo el monte libre. Ya no es imprescindible acompañar día y noche al rebaño, y en los meses en los que se compatibiliza la vecera con otras actividades (siega de la hierba, siembra de patatas, recogida de leña...), el pastor encargado de las ovejas se limita a subir al monte para controlarlasun par de veces al día.
Cuando desperté el lobo había atacado a una cabra y no pude hacer nada por salvarla. Fue mala pata, pero inevitable Tanto han cambiado los tiempos, que en los inicios de la vecera, el hecho de que un lobo matara una pieza de ganado llevaba acarreado una multa para el pastor, mientras que según refiere Fermín en una experiencia propia, «el martes de carnaval me fui de juerga con los amigos de Salce y, sin dormir, me fui de vecera al día siguiente. Como es normal, me quedé dormido dentro del chozo, con la mala suerte que, cuando desperté el lobo había atacado a una cabra y no pude hacer nada por salvarla. Fue mala pata, pero inevitable, y ahí quedó el hecho sin mayor repercusión».
También se aprecia un cambio en los utensilios empleados, apenas quedan pastores como los de antes, con su zurrón, su callada, su boina, su cuerna para beber agua, y su merienda portada en fiambreras de madera. La gran disminución de cabezas de ganado, ha llevado a que no sea necesario pasar largas jornadas en el monte y noches en los chozos de escobas. Ahora se pueden desplazar fácilmente a diario, durmiendo el pastor todas las noches en su cama.
Hace cinco años, el pueblo construyó una nave en lo alto del Monte de Campolamoso para uso del ganado de la vecera. También hay un portal en el Monte del Valle para el mismo uso. Alternando indistintamente uno y otro lugar se facilita que en los meses estivales el ganado no tenga que bajar a diario el pueblo, pudiendo quedar a cobijo en caso de inclemencias del tiempo.
A diferencia de otros pueblos de la comarca omañesa, Salce es el único que cuenta con población joven y adulta que ha decidido establecerse allí y formar una familia. Ojalá sus pequeños, que desde edades bien tempranas viven y sienten este modo de vida, nunca permitan que se pierda esta costumbre tan arraigada en el pueblo.