Cecilia, o Ceci como se refieren a ella todos sus vecinos, es mujer y es ganadera. «A mi ya me venía en la sangre», afirma con la misma rotundidad con la que pronuncia cada frase. A los 13 años nadie tuvo que enseñarle a ordeñar porque estaba harta de ver a diario a sus padres y hermanos hacerlo. Fue entonces cuando esta tarea se convirtió en una responsabilidad para ella al irse a la mili uno de sus hermanos mayores. No había otra cuando en casa eran diez y tocaba arrimar el hombro para sacar adelante la producción de leche de vaca y oveja, animales que suponían el sustento de su economía familiar. La vida siguió su transcurso y ella estudió un módulo de Delineación en León y se preparó para enfrentarse a unas oposiciones, sin dejar por ello de echar una mano a la familia con el campo. Pero en ese transcurrir de la historia, Cecilia se encontró con José Manuel, de Cimanes de la Vega y de profesión ganadero. Ambos iniciaron una vida en común apostando por Villaquejida como su lugar de residencia y también de trabajo levantando mano a mano la explotación de ganado de vacuno de leche que hoy regentan bajo el modelo jurídico de comunidad de bienes. «¿Qué sería de todo esto sin ella?», se pregunta José Manuel mirándola con admiración y complicidad mientras preparan juntos la sala de ordeño.
Nunca se ha consumido leche con tanta calidad como ahora con los controles que tenemosAún así Cecilia reconoce que «es complicado estar 24 horas al día con tu marido y compartir trabajo, hay que saber llevarlo y sobre todo te tiene que gustar mucho esta profesión. Y a mi me gusta. Soy feliz». Lo afirma mientras con una horca va acercando a la pesebrera la alfalfa para que coman las vacas. «Mira esta que guapa es, la mayor de la cuadra y lleva seis partos la campeona», cuenta entusiasmada como lo hace con todo lo relacionado con su profesión, esa que los mercados llevan vapuleando durante décadas. «Cuando se acabaron las cuotas lácteas, en 2015, lo pasamos mal. Aquí vamos sobreviviendo porque nosotros nos apañamos para hacer muchas cosas. Ya ves, la sala de ordeño la alicaté yo. No te puedes permitir muchos desembolsos porque los márgenes de ganancia en la producción de leche de vaca son muy reducidos», lamenta. A la cabeza de Cecilia viene entonces aquello que ha escuchadosobre que el ganadero de vacuno de leche lo es «por ilusión, por ser hijo del sector y por no hacer nunca las cuentas». Para lo que sí tiene palabras de alabanza es para la calidad de la leche de vaca que se produce a día de hoy. «Nunca se ha consumido leche con tanta calidad como ahora con los controles que tenemos», asegura alegando además los avances en bienestar animal, en la alimentación del ganado y en la higiene del ordeño.
En la actualidad cuentan con 80 cabezas de ganado, pero ya piensan en ampliar al menos un 30 por ciento en los próximos dos años y lo cuenta después de asegurar que es «muy del cuento de la lechera». «Y el cántaro se me rompe cada poco», dice ella, que está hecha de esa pasta irrompible con la que están curtidas las mujeres del pueblo que nunca se amilanan por muy mal que vengan dadas.
‘Instagranjer’
Su pasión por la ganadería le ha llevado a participar en un proyecto de Leche Pascual en el que enseñan a gestionar las redes sociales a varios profesionales del sector lácteo. Ella es una ‘instagranjer’ y no pierde ocasión para capturar momentos que después comparte en sus perfiles donde no faltan imágenes de esos atardeceres que lleva viendo desde 2003 en su granja y de los que no se cansa. «En el pueblo se vive fenomenal y no me gusta tampoco decirlo mucho, no se nos vaya a llenar esto», dice con sorna antes de enumerar las muchas actividades a las que acude a diario. «Y me voy a apuntar también a tamboril», remata.Desde mi experiencia puedo decir que nunca he recibido nada que no sea la recompensa a mi esfuerzoCecilia es consciente del papel de las mujeres en el medio rural. Considera que son «el motor» porque más allá del trabajo, de la casa y de las responsabilidades familiares también son ellas quienes dinamizan buena parte de la vida social en los pueblos. «Desde mi experiencia puedo decir que nunca me he sentido discriminada por ser mujer, nunca he recibido nada que no sea la recompensa de mi esfuerzo», sostiene antes de aludir a la educación de las nuevas generaciones como el «pilar fundamental para mejorar la sociedad». Por eso ella ha inculcado a Ricardo, su hijo de 16 años, que «ser hombre no le inhibe de ninguna tarea».
«Y vale ya de animar a nuestros hijos a que dejen los pueblos buscando lo que pueden encontrar aquí. Pero es que esto ahora ya tiene mala venta porque generalmente se ha animado a las mujeres a que se vayan a las ciudades. Con la despoblación que padecemos hay muchas ocasiones en las que somos nosotros mismos los que echamos balones fuera y eso no puede seguir siendo así. Seamos realistas de una vez, si no tiramos nosotras de los pueblos, ¿quién lo va a hacer?».