Cuando Kris tenía 10 años hay dos hechos que marcan su vida. Su madre fallece en un accidente de tráfico, «y te das cuenta cómo la vida te puede cambiar de manera absoluta de un día para otro», y su padre la lleva a la montaña, «me subió con 10 años al refugio de Cabaña Verónica, quedé alucinada, aquello era como una nave especial y ya no te cuento cuando de su interior salió el guarda, Mariano, para mi fue algo increíble». Tanto que jamás ha olvidado aquel momento y su padre le decía con frecuencia que «no sabía que te iba a marcar tanto».
Tanto y, tal vez, más pues con el tiempo aquella niña, Kris García San-Millán acabó viviendo y trabajando en otro refugio de Picos de Europa, el más antiguo: Collado Jermoso, desde el año 2011. En medio Kris estudió Periodismo (Comunicación Audiovisual) y diseño, en Salamanca, trabajó en lo suyo... y en 2011 llega la posibilidad de ser la guardesa de Collado Jermoso, junto a su compañero Pablo, al que curiosamente conoció por correo electrónico. «Entre mis trabajos hacía páginas web y estaba trabajando en el proyecto del Anillo de Picos, entre la gente con la que entré en contacto estaba Pablo (Sedano), con el que crucé correos electrónicos e, incluso, me había hecho a la idea de que era un señor mayor, hasta que le conocí y era mucho más joven, de mi edad...».
- ¿Y?
- Pues llevamos 12 años en Collado Jermoso, tenemos dos hijas, un cuento infantil...
- ¿Qué te da un lugar como un refugio en Picos de Europa para dejar algo tan alejado, al menos aparentemente, como el periodismo?
- Es un poco contradictorio; de un lado el refugio nos ofrece una parte que nos encanta, la soledad, pero también tenemos otra posibilidad, que estamos en contacto con el ser humano constantemente. Se suele decir de los guardas de montaña que somos unos humanistas antisociales, pues nos encanta la soledad y también el contacto con el ser humano.
La historia de Kris, Pablo, sus niñas, sus perros, su vida... protagoniza un precioso documental en el que los paisajes se suman a la historia de esta familia. Lo ha realizado Arriba y Abajo Producciones y se titula ‘A 2064 metros’. «Nos conocimos en unas jornadas de montaña en Puente Viesgo y allí surgió la idea de este documental».
En ‘A 2064 metros’ Kris M. García San-Millán lleva ‘la voz cantante’ y primero repasan brevemente la historia de este refugio del Macizo Central que está a 2064 metros. «En su origen era una especie de retiro para personas de alto nivel. En aquel tiempo la montaña ‘la hacían señoritos’, marqueses, nobles y personajes que buscaban más la caza que la montaña; y los pastores, claro. Con el tiempo fue evolucionando a lo que hoy entendemos ya por un refugio de montaña».
- ¿Y en esos refugios qué hace la guardesa o los guardeses?
- Un poco de todo. En principio es un negocio de hostelería, en el cual servimos las cenas, los desayunos... Pero también tenemos una faceta informativa, explicar cómo está el tiempo, la montaña) y, en algunos casos, pues ayudar a rescate con las comunicaciones, comida si hace falta, calor o, en casos extremos, atender, vendar, acompañar hasta que llegue el rescate. Es la montaña»
- Os habrá ocurrido de todo.
- Todavía hace poco un chico se puso malísimo en el refugio. No se le podía sacar porque ya era de noche y los helicópteros no podían llegar; Pues resulta que había siete médicos de diversas especialidades en el albergue, incluido uno inglés y su mujer, que era enfermera. Ya le bromeábamos: estás mejor atendido que en el mejor hospital. Y es que de la montaña lo que más te atrapa es la calidad humana».
Relata Kris una curiosa historia de cómo cambia el carácter de los montañeros cuando se instalan en el albergue. «Hay una diferencia increíble del momento en el que llegan, cansados, después de cuatro horas de camino, a la mañana siguiente, cuando ya han descansado. Por eso, lo que más me gusta es servir los desayunos, hay un ambiente extraordinario».
Kris y Pablo tienen dos niñas, de 2 y 4 años, que crecen allí. Kris recuerda algo que le dijo su pediatra, una frase que es lo primero que se lee en la pantalla del documental: «Si un día pasa algo no culpes al entorno de lo que ha pasado. Porque al final los niños nacen en cualquier lado, nacen en el desierto, nacen al lado del mar, nacen al lado de una carretera» y se muestra convencida de que ante la adversidad «se acentúa el ingenio y se resuelve. La verdad, tengo más miedo con mis hijas en la ciudad que en el refugio. De hecho, trabajé hasta casi ocho meses de embarazo y cuento además con el equipo que hay en el refugio, que adora a mis hijas, me las cuida y me permite ejercer mi profesión y que las niñas puedan vivir aquí.
- ¿Serán montañeras?
- Ni lo sé ni me lo planteo; que sean lo que quieran ser, yo lo único que busco ahora es darles una infancia feliz y después que vivan su vida como yo he vivido la mía. Creo que es la forma lógica de honrar el haberles dado la vida.