Ni siquiera el barullo de una larga familia a su alrededor, que le daban besos, le hacían fotos, le preguntaban cosas... alteró la tranquilidad de Felipe Morán, de Ranedo de Curueño, que celebraba un siglo de intensa vida. Él les atendía encantado y seguía a lo suyo, la conversación con un amigo que quiso que estuviera presente en la comida, Julio González, el anterior alcalde de Valdepiélago, que daba una definición en corto y por derecho del centenario vecino: "Felipe es un paisano de los de antes; es decir, un paisano trabajador que sacó adelante, junto a su mujer Marina, una familia de ocho hijos y todo lo que viene detrás".
- Trabajó de todo, y de capador.
- Y muy fino, que no es un oficio nada fácil; y él fue el de más fama y prestigio de la comarca.
Le gusta a Felipe que la conversación gire hacia lo de capador, en realidad le gusta que se dirija hacia los recuerdos de hace tiempo "pues me acuerdo mucho mejor de la guerra que de qué día es hoy".
- Pues hoy es el día que haces cien años.
- Bueno eso sí, de eso sí me acuerdo, que cien años ya son...
Una larga familia en la que su pena, y la de Marina, es la ausencia de dos de sus hijos, fallecidos, pero... "la vida viene así", explica antes de soplar con fuerza las tres tartas, con una sola vela que representa un siglo y pasar a hacerse fotos por grupos: los hijos, nietos, biznietos... con especial ternura hacia Jimena, la benjamina de la saga, de tan solo cuatro meses de edad. "En cuatro días le sacas un siglo, abuelo".
- Será en cuatro meses; dice Felipe, que está atento a todo.
A los postres llega la alcaldesa de Valdepiélago, con una placa conmemorativa que le entrega, él la agradece pero le sale el alma de esas gentes que han peleado la vida y le pregunta con gracia:
- Pero esto habrá costado unas perras, con esta caja y todo eso.
Lo merece la intensa vida de Felipe, que tiene más mérito que cumplir 100 años. Habrá que escucharla.