Nació y pasó su infancia en León capital, pero entierra sus raíces familiares en Cerulleda. Vuelve en cuanto puede, pero lo cierto es que ahora no lo tiene fácil, puesto que es el ‘embajador judicial’ de España en Marruecos, país que el pasado viernes se vio sacudido por un devastador terremoto que se ha cobrado la vida de miles de personas, aunque por ahora sin víctimas españolas.
– Están estos días volcados en las consecuencias del terremoto y en la atención a los españoles que están en Marruecos. ¿Cuál fue su primera reacción al enterarse de lo sucedido?
– Fue una auténtica sorpresa. Se produjo el viernes por la noche y a todo el mundo le pilló descansando o al final del día, lo que agravó las consecuencias y dejó una cifra de fallecidos enorme. Las cifras de víctimas son enormes y se sintió prácticamente en todo el país, aunque el epicentro estaba a 70 kilómetros de Marrakech, que es la capital turística y una zona muy rural que es la que ha sufrido los mayores daños. Allí la mayoría de los edificios son de adobe tradicional y se han derrumbado con toda la gente que se encontraba dentro y que en la mayoría de los casos estaba descansando. Una vez que nos enteramos, se puso en marcha todo el sistema de protección diplomática y consular. Lo primero era dar información a los españoles, porque aquí hay muchos tanto residentes, que son unos 18.000, como turistas que se encontraban en esa zona de Marrakech. Se abrieron teléfonos y oficinas de atención al público y me puse en contacto con los ministerios de Justicia de Marruecos y de España. Me llamó nuestra ministra, me preguntó y le informe sobre cómo estaba la situación antes de que ofreciese su ayuda a su homólogo marroquí. En el caso del Ministerio de Justicia, hemos ofrecido el Instituto Médico Legal para la identificación de víctimas mediante el ADN a la hora de evaluar el alcance de la tragedia.
– ¿Fueron conscientes desde el primer momento de la magnitud del terremoto y de sus consecuencias?
– Sí. Se notó bastante incluso en Rabat, pero también en Casablanca. Aunque en estas ciudades no hubo derrumbes de edificios, eso era muy mala señal, porque un terremoto tan violento que llega a prácticamente todos los puntos del país ya denotaba que nos enfrentamos a una situación muy grave. Pronto supimos que el epicentro estaba en la zona de Marrakech, donde se cayeron muchos edificios y la gente fue consciente de inmediato de la gravedad de la situación.
– Imagino que en ese momento se mezcla el sentimiento de conmoción con la necesidad de iniciar cuanto antes ese trabajo de atención a los españoles…
– Efectivamente. Lo primero que se siente es el miedo inmediato de qué va a pasar y la necesidad de ponerte a salvo, pero casi de manera simultánea se puso en marcha todo el personal de la Embajada de España en Marruecos. Es la segunda más importante del mundo solo por detrás de la de Washington. Hay muchísimas personas trabajando y un volumen de trabajo importante, pero de inmediato pusimos en marcha las medidas consulares, que son las más importantes. Localizar a los españoles, comprobar que estuviesen bien, abrir teléfonos de emergencia para que pudieran llamar aquellas personas que no están registradas porque están aquí de turistas y no sabíamos cuántas eran… Afortunadamente, casi desde el primer momento se vio que no había habido víctimas.
– Y parece que es un milagro si tenemos en cuenta que la cifra global de fallecidos supera ya los 2.900…
– Así es. Parece un milagro, sobre todo porque el epicentro estaba, como decía, en una zona muy turística en la que hay mucha gente. Hemos tenido suerte, porque además hay mucha gente que va allí a hacer trekking o actividades de este tipo y que duerme en sitios locales o pequeños alojamientos. Seguimos cruzando los dedos, pero los recuentos consulares que se han hecho reflejan que no hay víctimas. Nadie ha llamado y nadie falta. No se puede saber de manera definitiva, pero en principio parece que no hay víctimas.
– Está habiendo desde fuera de Marruecos bastantes críticas a la gestión de la tragedia que están llevando a cabo las autoridades locales. ¿Cómo lo está viendo usted?
– Sí es verdad que desde fuera se critica más que desde dentro. Aquí en realidad ha habido una respuesta inmediata por parte de las autoridades marroquís. Lo que ocurre es que quizá no ha habido esa exposición pública por parte del primer ministro. El sistema político marroquí es muy respetuoso con la figura del rey, de manera que era muy difícil que los demás hiciesen algo hasta que él no se pronunciara. Como principio general, es el rey el que tiene que tomar las decisiones junto con su equipo y con el Gobierno, pero no hasta entonces cuando todo el mundo se pone en marcha. Además, el protagonismo de las autoridades está bastante más contenido que en los países europeos, donde todo el mundo sale a hablar. En general, el sistema funciona bien y el gobierno es muy eficiente, pero no tienen el grado de exposición pública que podemos ver en países como el nuestro. Aquí funciona bien, pero con mucha discreción y aquí no he notado una crítica especial. Sí la ha habido en el extranjero. Ha habido cadenas que critican que no haya dicho nada el presidente del Gobierno, pero el rey ha emitido un comunicado intensísimo con todas las medidas adoptadas y dos ministros hay visitando ya las zonas más afectadas. Todo el mundo está trabajando y lo he podido comprobar con todas las personas con las que he contactado. Ha habido críticas fuera, pero es algo habitual. Marruecos es un país muy especial y con una riqueza cultural y política que no es fácil de entender desde fuera y no es homologable a un sistema europeo. Por eso hay cosas que nos extrañan y que se critican desde España, pero aquí no ocurre lo mismo porque se entienden perfectamente. Fuera dicen cosas que aquí suenan raras y la prensa marroquí critica a la europea porque les parece que no tienen cuidado, que son muy agresivos, que dicen cosas inconvenientes y que no son discretos. Y eso es porque son dos maneras muy diferentes de ver la realidad y porque hay cierto choque cultural. No es tan grande como parece, pero sí que existe en casos como el de la comunicación pública. No es algo grave, pero en casos especiales sí se nota que el acercamiento que hace a una noticia la prensa española o francesa es distinto del que hacen aquí. Y eso genera una cierta disfunción.
– ¿Qué papel puede desempeñar la comunidad internacional a la hora de ayudar a Marruecos tanto en la atención a las víctimas como en la reconstrucción de las zonas más afectadas?
– Ese papel ya lo estamos desempeñando ahora mismo. España ha sido uno de los primeros países cuya ayuda ha sido aceptada por parte del Gobierno. Tenemos aquí efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME) y también equipos del Ministerio del Interior. En principio, se ha ofrecido una ayuda para lo que ellos estimen. Es una colaboración completamente abierta a sus necesidades. Marruecos tiene un sistema de emergencias y de gestión de crisis muy importante, no es un país que carezca de esos servicios elementales, sino que funciona muy bien y tiene unas estructuras de apoyo y de seguridad muy desarrolladas. No es por tanto un país del tercer mundo que necesite una ayuda humanitaria de primer nivel. No es el caso y por eso la ayuda es más técnica que de otro tipo y las autoridades locales han señalado la española como una de las más importantes. Esto tiene sentido si vemos nuestro vínculo cada vez más estrecho de hermanamiento y de colaboración con Marruecos.
– ¿Llega igual esa ayuda a todas las zonas del país? Hay muchas aldeas que están totalmente destruidas…
– En principio, creo que el trabajo se está llevando a cabo con la misma intensidad en todo el territorio afectado por el terremoto, pero a 70 kilómetros de Marrakech hay una zona muy montañosa y llena de pequeñas aldeas, por lo que entre una y otra no es fácil moverse a la hora de desescombrar. Hay una labor de identificación de víctimas muy importante que hacen los guías caninos, pero luego hay que desenterrar y eso no es sencillo, porque hay que trasladar las máquinas. Es un proceso bastante complejo, porque no es una ciudad sola en la que se han visto afectados diez o doce edificios. Es una región enorme en la que hay muchísimos pueblos de montaña muy chiquititos y en la que la población ha sufrido los efectos catastróficos del terremoto, pero eso hay que hacerlo uno por uno, pero las unidades de rescate y de identificación están trabajando permanentemente, primero para buscar supervivientes y más tarde para rescatar a las víctimas, porque a medida que pasa el tiempo es más difícil encontrar gente con vida.
– Al margen de las consecuencias del terremoto, lleva ya algo más de un año como magistrado de enlace de España ante Marruecos. ¿En qué consiste habitualmente su labor?
– El magistrado de enlace es una especie de ‘embajador judicial’. El objetivo fundamental es poner en coordinación dos sistemas judiciales diferentes, en este caso el marroquí y el español, para intentar resolver los problemas de esta naturaleza que puedan surgir entre los dos países. Hay pocos magistrados de enlace en el mundo. España tiene cinco y el Ministerio de Justicia los envía a países con los que hay un grado especial de contacto. En mi caso, tenemos una población marroquí muy numerosa en España y también hay muchos españoles en Marruecos. Además, las relaciones comerciales son muy intensas y la Embajada de España en Marruecos tiene una dimensión muy grande. Todos estos vínculos económicos, familiares y personales hacen que los problemas judiciales surjan con más frecuencia. Un español no tiene ningún problema con Mongolia, pero sí puede tenerlo con Marruecos en el ámbito económico o familiar, porque estamos hablando de mucha población, hay muchos matrimonios mixtos y hay muchos nacionales que van de un sitio a otro. Y todo ello genera problemas como en cualquier sociedad y hace que los problemas judiciales estén permanentemente vivos y haya que resolverlos. No siempre es fácil. Los jueces españoles no siempre entienden cómo funciona el sistema marroquí y lo mismo ocurre a la inversa, lo que puede generar problemas o lentitud en la tramitación de los expedientes. Tenemos convenios de colaboración para asuntos de familia, cooperación civil, cooperación penal, extradiciones… Cuando surge algún asunto de este tipo, el magistrado de enlace se encarga de facilitar la labor de los jueces tanto españoles como marroquíes. Se les da información, se les ayuda, se hacen gestiones para acelerar los trámites, se entregan papeles… En definitiva, se trata de facilitar la cooperación judicial entre los dos países.
– Cuando fue nombrado magistrado de enlace, en España se interpretó que el motivo era el cambio de postura del Gobierno sobre el control territorial del Sáhara para alinearse con la tesis marroquí. ¿Tuvo algo que ver esta cuestión?
– No creo que tenga nada que ver con el cambio de postura del Gobierno. Se trata de puestos técnicos, no políticos. El magistrado de enlace no es un embajador en el sentido tradicional de la palabra. Mi labor se centra en facilitar la cooperación judicial y el nombramiento no se realiza de manera personal por el presidente del Gobierno o la ministra de Justicia. Es un proceso de selección que está reglado. Se presentan los candidatos con sus méritos correspondientes, que son analizados en el Ministerio de Justicia. De ese proceso sale una terna que se presenta a la ministra, que debe designar a uno de los tres candidatos con la aprobación del Consejo General del Poder Judicial y del Ministerio de Asuntos Exteriores. Es por eso que no creo que esto se debiera al cambio de postura sobre el Sáhara. Mi predecesor terminaba su mandato y nuestra labor es diplomática, pero no es política en el sentido estricto. Yo no tengo ninguna función que tenga que ver con la cancillería, sino que me centro en aspectos puramente técnicos de la cooperación judicial internacional.
– Es usted uno de esos leoneses que ha hecho carrera y ha pasado gran parte de su vida fuera de nuestra tierra. ¿Cómo ve la situación actual de la provincia?
– Nací en León capital y allí pasé mi niñez, pero tengo una casa en la montaña, en Cerulleda. Volver a León, ya sea a la ciudad o al pueblo, siempre es volver a casa, porque tiene para mí un componente sentimental insustituible. ¿Cómo nuestra tierra? León ha crecido muchísimo en comparación con los recuerdos que tengo de mi infancia. La ciudad está mucho más moderna y bonita. Está espléndida y es maravillosa en términos culturales, arquitectónicos e históricos. Pero nuestra ciudad y nuestra provincia están envejecidas. Tenemos pocos niños y poca industria. Se han perdido empresas muy importantes, aunque es verdad que han llegado otras, pero creo que se ha roto un poco el tejido industrial que existía. Hay comarcas enteras que antes tenían una cierta relevancia económica, como era el caso de las cuencas mineras, y que ahora se han deprimido. Y la montaña, que es la zona que más conozco, carece del tejido productivo que tenía. Han quedado cuatro ganaderos, la gente ha emigrado, no hay población joven, no hay nacimientos, se han perdido las escuelas… Ese cambio generacional y económico ha derivado en un problema de despoblación que al final afecta a toda la provincia. León se está despoblando y sólo está quedando la gente más mayor, porque hay muy pocas posibilidades para la gente joven a la hora de encontrar alternativas y por eso se van. La verdad es que, viéndolo desde fuera, me da un poco de pena.