Sami Gamdega tuvo que dejar su país, Mauritania, con solo 19 años. La «complicada» situación que vivía en esta región africana le obligó a dar el «difícil» paso de salir y, tras cruzar Mali y Marruecos, llegó a España. Lo hizo completamente solo y tras estar en Málaga, viajar a Francia y volver, aterrizó en Madrid, donde le fue a buscar la «amiga de una amiga» y solicitó asilo. Más de año y medio después, todavía espera que le concedan la protección internacional pero asegura que su primera «suerte» ha sido poder dejar su país. Tras realizar la petición, estuvo en un centro de refugiados en Gijón y hace siete meses que llegó a León, donde trabaja como cocinero en un establecimiento hostelero. «Solo puedo decir gracias», sentencia después de repasar su dura historia. «Ha sido difícil llegar a un país sin saber qué iba a comer o dónde dormir y me lo han dado todo, un hogar en el que estar tranquilo y poder integrarme», cuenta en un español del que hace algo más de año y medio no sabía «nada» y ya domina.
Solo puedo decir gracias. Ha sido difícil llegar a un país sin saber qué iba comer o dónde dormir y me lo han dado todo, un hogar en el que estar tranquilo y poder integrarme
Él ha sido una de las personas atendidas dentro del programa de acogida e integración de personas refugiadas y solicitantes de protección internacional de Cruz Roja León, gracias al que «me han apoyado para hacer actividades, aprender castellano y conocer una cultura y una sociedad que es muy diferente a la mía», destaca. Eso sí, también ha influido su predisposición y su «esfuerzo», como subrayan desde la organización. Ha realizado diferentes cursos de formación y ha aprendido español en muy poco tiempo, lo que le ha dado la autonomía de trabajar y poder vivir «independiente».
También por los conflictos con las ‘maras’ y las pandillas en El Salvador, María, que prefiere no identificarse con su nombre real, se vio obligada a salir hacia España junto a su marido y sus dos hijos jóvenes. «Es bastante horroroso vivir así», relata. En agosto hace dos años que llegaron a León y ambos han conseguido trabajo mientras esperan la resolución de su solicitud de asilo. Estaban solos en el país por lo que ella agradece el «amor» y la «protección» que les han brindado desde Cruz Roja, lo que les ha permitido conocer a otras personas, «más gente buena que mala gracias a Dios» y «nos sentimos muy bien, fortalecidos y con protección».
Aquí estamos protegidos, no vivimos con ese miedo, temor, angustia de no saber qué va a pasar y cómo vamos a hacer, con la situación de mi país es muy difícil vivir Son solo dos historias de las que se esconden detrás de los datos estadísticos: 235 personas solicitaron protección internacional en León en 2019, según los datos del Ministerio del Interior. En la provincia, tanto Cruz Roja como Accem trabajan de forma coordinada con el colectivo gracias a diferentes convenios financiados principalmente por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones del Gobierno.
Mañana se celebra el Día Mundial de las Personas Refugiadas y desde Cruz Roja insisten en que este colectivo se ve «obligado» a dejar su país. Miguel Moncada, trabajador social del programa de refugiados de la organización en León, hace hincapié en la situación ‘especial’ de este colectivo. «Son personas que huyen de su país por motivos políticos, raciales, culturales, de condición sexual o por una guerra, que tienen miedo incluso a perder la vida», explica.
En la organización «protegemos, defendemos e integramos» a esas personas en «su nueva sociedad» a través de dos fases: la primera «de acogida» en la que se trabaja en aprender el idioma o conocer el entorno y la segunda más centrada en favorecer su autonomía. El perfil de los solicitantes de asilo en León es «muy diverso», aunque en los últimos años destacan los procedentes de países sudamericanos como Venezuela o Colombia. A través de un equipo multidisciplinar formado porpsicólogos, abogados o asesores jurídicos entre otros se elabora «un plan personalizado» de intervención.
En este trabajo juegan un papel fundamental junto a los trabajadores los voluntarios. Paloma Hernando es una de las leonesas que de forma altruista enseña español y «conocimiento del entorno» a los usuarios de este programa de Cruz Roja. Lleva desde 2017 y asegura que, además de cumplir su «sueño» profesional de ser traductora e intérprete y explicar Historia, las visitas que hacen a diferentes puntos de León o las clases son fundamentales para la integración de estas personas y para «socializar».
«Me quedo con haber conocido a personas de países de los que jamás hubiera conocido», celebra Hernando. Al final, su trabajo le permite ver «que todos somos iguales, hacemos las mismas cosas, nos alegramos y nos entristecemos por lo mismo, celebramos lo mismo de forma diferente». Porque detrás de la palabra refugiados hay «nombres y apellidos» e historias como las de Sami y María.
"Solo puedo decir gracias"
235 personas "con nombres y apellidos" solicitaron el año pasado protección internacional en la provincia / Este sábado, 20 de junio, se celebra el Día Mundial del Refugiado
19/06/2020
Actualizado a
19/06/2020
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