Los jóvenes cineastas Noemí Suárez y Héctor Fuente, montañeses ambos, de León y Palencia respectivamente, aún siguen ‘moviendo’ su exitoso documental ‘Fue hogar’ y dentro de la misma linea de trabajo ya se han embarcado en otro proyecto, en este caso vinculado con los molinos, llevan meses realizando un exhaustivo trabajo de documentación y, reconocen, les ha atrapado. «Digamos que llegaron a ‘perseguirnos’ de alguna manera, cada red social que abríamos, ahí salía alguno. Cosa que agradecemos porque así hemos podido encontrar e identificar muchos, ‘poniéndoles cara’. Ahora que ya está muy completo, aunque nos queda mucho trabajo aún, ya lo vemos todo de otra forma».
Lo ven diferente pues los avances son significativos y de trabajar con medio centenar de ellos en sus inicios ya son bastantes más de 400 los que tienen documentados y con los que acumulan material para su documental. «Sabíamos que iba a ser un trabajo enorme, pero no tanto... Comenzamos ubicando los que conocíamos o aquellos de los que encontrábamos información fácilmente, al principio no serían más de 50, pero posteriormente, recurriendo a cartografía antigua, imágenes aéreas de diferentes años, y otro tipo de referencias, empezaron a aparecer por todas partes y en todos los estados. Al plasmarlo en un mapa y ver el conjunto, es algo que a priori abruma».
Tiene sentido apuntar su condición de montañeses pues tiene mucho que ver con el espacio que iban a abarcar: la montaña leonesa. «Es nuestra tierra pero es también un gran ejemplo en muchas cosas. La historia que nos antecede y todas las personas que la hicieron posible, sus pueblos que resisten, las gentes que se forjaron en ellos, toda la tradición que nos han legado, los lugares que en cada valle varían, la arquitectura tradicional... La montaña es sinónimo de luchas constantes y supervivencia y los molinos forman parte de esta historia».
- ¿Cómo los localizáis?
- Preguntando, claro. Pero además uno (Héctor) domina los mapas: localiza, lee, encuentra; y la otra (Noemí) ha leído libros, historia y catastros. Todo sale.
- ¿Por qué los molinos?
- No solo. También hemos incluido otro tipo de ingenios hidráulicos como fábricas de harinas, batanes, ferrerías, aserraderos, lecherías o fábricas de luz, muchas veces estrechamente relacionados con los molinos, hasta el punto de compartir el mismo edificio en numerosos casos. Pero sí, los molinos son los principales protagonistas. ¿El motivo? es otro de esos lugares fundamentales en el día a día del mundo rural tradicional. Aunque ahora es, en el mejor de los casos, un edificio que está ahí y que quizás conserve a modo de museo algún elemento o maquinaria gracias a algún cuidado esporádico o a una casual restauración.
- ¿Habréis encontrado numerosas ruinas... o nada?
- Lamentablemente sí. Hay molinos desaparecidos, demolidos, o anegados por los embalses; en estado de ruina, semirruina o ruina incipiente... pero también hay bastantes molinos restaurados, o incluso rehabilitados para otros usos pero sí, por desgracia muchos han desaparecido.
"Los molinos son edificios especiales, que forman entornos mágicos. Lugares que quedaron de alguna forma estancados en el tiempo y que cuentan muchas cosas"
Reconocen Noemí y Héctor que demasiadas veces son piedras apiladas en muros casi desaparecidos, incluso que casi nadie recuerda qué fueron. Y, sin embargo... «nos enamoramos de esas piedras y de todo lo que cuentan, porque los molinos son edificios especiales que forman entornos mágicos. Lugares que quedaron de alguna forma estancados en el tiempo y que cuentan muchas cosas. Lejos de la visión poética que nos transmiten, también son el recuerdo del progreso de otro tiempo, a pesar de que la gran mayoría estén olvidados o perdidos. La aparición del molino supuso un cambio radical en nuestra forma de vida, en nuestra alimentación y nuestra economía. Esto unido a toda la tradición oral asociada que nos ha llegado de diversas formas (canciones, palabras, historias, ...) forman el cóctel perfecto para quedar prendado de este edificio. O de sus ruinas».
Los molinos desaparecidos lo han sido por causas muy diversas, desde los pantanos que los anegaron y a veces muestran su antiguo esplendor cuando baja el nivel del agua, a ser pasto de nuevas carreteras, tuvieron que ser demolidos por el peligro que suponían las ruinas o casi ni hay rastro de ellos... pero existieron: «De algunos solo tenemos constancia por mapas antiguos o catastros. También hay molinos que desaparecieron, pero cuyo recuerdo perdura de alguna manera. Por ejemplo en la denominación de un lugar (en Sorribos existe una zona denominada ‘El Molín Quemao’ porque allí existió un molino que se consumió por el fuego) o en los nombres de calles (Calle el Molino, Calle la Molinera ...)».
- Habéis pateado toda la montaña, ¿qué comarca podríamos considerar la más rica en molinos?
- Hay molinos por toda la montaña, desde Laciana hasta Tierra de la Reina, pero una de las zonas que más nos ha llamado la atención por la abundancia y por los molinos que hemos encontrado es Omaña, lo que se puede explicar en parte, por la compleja red hidrográfica de esta comarca y los numerosos pueblos que la componen. En Omaña hay pueblos que aún conservan, al menos restos, de cinco molinos o más, algo poco habitual. Hemos descubierto edificios en parajes de cuento que se mantienen casi milagrosamente en pie y que guardan su maquinaria original casi en su totalidad. Con las tolvas, el farnal o las escaleras cubiertas de musgo o que aún conservaban la pintura característica de Omaña casi intacta. Incluso encontramos anotaciones escritas a mano en la madera, con cuentas y números acompañados de alguna estrofa popular. Aquí supimos visualmente e in situ lo que era la ruina incipiente porque alguno solo necesita mantener el tejado, lo demás está. El problema es que, con el tiempo, sabemos cómo acabarán la mayoría».
- ¿Uno que os sedujera especialmente?
- Muchos. Hemos descubierto grandes joyas como la tahona de Arienza que también fue molino y batán. Pero no es una tahona propiamente dicha (que se movía con animales) sino que consistía en la inclusión de mejoras como la ‘limpia’, que separaba el grano de la paja. Y la ‘cernedora’ que separaba a través de unos cernedores de tela el salvado, la tercerilla y la harina de primera, segunda o tercera (dependiendo del grosor que se busque). También nos hemos topado con edificios únicos y singulares como el molino de cubo de Sorribos, que no hemos encontrado hasta el momento nada igual.
Además de la desazón que les producen los molinos desaparecidos, Noemí Suárez y Héctor Fuente también celebran que se hayan recuperado algunos e, incluso, que otros aún funcionen. «Por fortuna se han restaurado muchos. A través de subvenciones, o las juntas vecinales, los vecinos, o particularmente; lo que contrasta con el desconocimiento de la existencia de estos edificios. Incluso cuando han crecido y pasado a su lado. Es sorprendente, pero lo hemos encontrado».
- ¿Y los molineros? Sin el molinero el molino no tendría sentido.
- Por supuesto. Aún no hemos conocido molineros pero tenemos pendientes visitas y charlas con ellos. De los antiguos molineros hemos escuchado hablar de algunos muy reconocidos, como Digna Álvarez, la molinera de El Castillo de Omaña, o el centenario Saturio García, molinero de Prioro.