"Trabajábamos los tres turnos, no cerrábamos ni de día ni de noche"

El Bar León y el Pozano son dos históricos del Valle de Sabero. Las dos últimas dueñas de estos establecimientos (Isa y Marilina) repasan la historia de la minería en este valle en base a sus recuerdos

22/10/2023
 Actualizado a 22/10/2023
El bar Pozano estaba justo enfrente de la salida del pozo Herrera II. El bar León, por su parte, estaba en el corazón de Sabero. | ARCHIVO CARLOS GARCÍA
El bar Pozano estaba justo enfrente de la salida del pozo Herrera II. El bar León, por su parte, estaba en el corazón de Sabero. | ARCHIVO CARLOS GARCÍA

La vida pasaba en los bares. La vida se entendía en los bares, y más, por ejemplo, en las cuencas mineras. «Salían del pozo como si no hubiera un mañana, rápidos al bar, a tomar algo, en cualquiera de los tres turnos. Y antes de entrar también tomaban algo a toda prisa, una cazalla o un orujo y un café, cogían la bota y al pozo»; así explicaba Marilina, del bar Pozano de Sotillos de Sabero, justo enfrente de la entrada del pozo Herrera II, cómo era el día a día en el bar que durante décadas regentó junto a su padre, el recordado Fidel Martínez ‘Pozano’.

«El bar León no era un bar, era el centro de la vida diaria de Sabero. Allí se daban cita los que iban para la mina y los de las oficinas, los jefes que tenían las casas enfrente y los obreros; se echaba la quiniela, se compraba lotería, se jugaba la partida, había teléfono público y hasta te llamaban por teléfono para que les dijeras de quién era la esquela que había en la puerta». Lo contaba Isa, del Bar León de Sabero, que regentó durante muchos años su padre, Gonzalo, y después estuvo ella al frente, hasta su llorado cierre pues hasta llegó a pedirse su declaración como Bien de Interés Cultural.

"Se hacía dinero, el minero bebía y pagaba; al salir de la mina bebían como si se acabara el mundo"

A través de la historia de estos dos bares, uno a pie de pozo y el otro en el centro de la vida diaria y en el centro del pueblo, se comprende perfectamente aquella vida de los años de la minería en un valle entregado a ella. Fundamentalmente de los mineros y los hombres pues, como ellas mismas recordaban, las mujeres iban muy poco a los bares, «tal vez el domingo a la hora del vermú… empezaron más tarde a ir», que también es una forma de entender aquellas décadas de la fiebre del carbón (de los 50 a los 90). 

Curiosamente recuerdan la historia dos mujeres, otra metáfora de los tiempos. Clientes masculinos, trabajadoras mujeres. Se reunieron Marilina e Isa, nerviosas las dos pero una enciclopedia abierta cuando se fueron soltando, en un ‘Encuentro con mineros’ en el MSM de Sabero. Entendió la dirección del museo que «no era exactamente un oficio directo de la mina pero sí muy vinculado a ella», explicó el director, Roberto Fernández. Y Marilina le regaló una contundente razón al argumento. «Fíjate si dependeríamos de la mina que ésta cerró en el 91 y nosotros también el Bar Pozano, aunque seguimos trabajando el comedor un tiempo para los obreros del desmonte. Se acabó la mina, se acabó El Pozano, y no porque lo dejáramos que yo seguí trabajando en la hostelería, en Boñar, pero nada era igual, ¡cuánto eché de menos los años de Sotillos!».

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Fidel, en la foto con su nieta Bea. | MAURICIO PEÑA

Hablaba Marilina de estar atendiendo en el bar a los tres turnos de entrada y salida de la mina, en su caso del pozo que tenían justo enfrente. «Esto suponía no cerrar en todo el día, las 24 horas abiertos para atender a los que tomaban ‘la última’ antes de entrar y la primera nada más salir. Los mineros eran muy buenos clientes, salían, bebían y pagaban pues se movía mucho dinero; y los que entraban, igual».

-  ¿Y lo de recoger la bota para entrar?
-  Era muy curioso. Todos tenían una bota de vino para el bocadillo, al salir nos la dejaban en el bar, se las llenábamos y al entrar las cogían, cada una la suya.
- Una especie de lampistería de las botas de vino.

"La vida de Sabero pasaba por el León: las casas de la empresa, la ferrería, las quinielas, el teléfono público, el estanco.... hasta las esquelas, a veces llamaba la gente para ver de quién eran"

Casiualmente, hablando de otra historia con Esteban García, que llevó el autobús de los mineros, recordaba esta tradición minera. «Se apeaban, cogían la bota, y al pozo. Muchas veces ayudé a Pozano a llenarlas».
Marilina realiza con sus recuerdos un curioso estudio ‘sociológico’ sobre las bebidas de moda en cada época.

- Al entrar, a cualquier turno, los mineros tomaban una copa o dos o tres, a toda prisa, para entrar en calor. Lo que más se bebía era orujo, algo menos cazalla, y el vino funcionó siempre, a cualquier hora. A la salida, durante muchos años lo más consumido fue el coñac, las marcas de toda la vida, también algo de anís, sol y sombra… Y cuando llegó el cubata los mineros fueron los primeros en apuntarse a tomarlos, los más veteranos pedían los clásicos (cuba libre o gintonic) y los jóvenes andaban especulando con Cointreau, Licor 43, hasta aquella menta Pipermint.

-  ¿Y pagadores?
-  Los mejores, corría mucho dinero.

- ¿Cómo era lo de no cerrar en las 24 horas?
- ¿Cuándo? Se iban sucediendo los turnos, y en el de la noche casi nunca faltaba alguno que no quería marchar para casa. Recuerdo a uno que le llamaban El Lento, no es que fuera lento, es que no tenía prisa.

"El Pozano estaba enfrente de la bocamina del Herrera II, todos los mineros pasaban al entrar a tomar la última y nada más salir a la primera; no se cerraba por la noche, había que atenderlos"

Una forma de vida que Marilina echó mucho de menos. «En la salida de un turno hacías más caja que en muchos bares en todo el día».
Isa, que era una de las primeras veces que hablaba en público por su timidez, llevaba algunas notas que acabó por no necesitar ante el buen ambiente. «Es como si estuvieras en el León», le llegaron a decir.

- ¿Qué es eso que traes anotado ahí de la lotería? ¿Os tocó?

- Nunca, por eso lo digo. Jamás nos tocó, en más de 50 años, pero todo el mundo se volvía loco por la lotería del Bar León, menudo lío si dejabas a alguien sin ella. 
Parece que el secreto estaba en algo que explica cómo aquel bar era el reflejo de la vida del pueblo, y es que cogían siempre el mismo número, que  era el del código postal de Sabero, el 24.810 siempre… aunque no tocó nunca.

Imagen marilina e isa
Marilina e Isa, las dueñas de dos históricos bares del Valle de Sabero aquellos años de la minería.

 

"La vida pasaba aquí"

El secreto del Bar León, además de ser un espacio acogedor, es, explica Isa, que «estaba en el centro del pueblo. Allí confluía todo, estaba la ferrería al lado; las casas de la empresa; paraba el autobús; pasaban los mineros; había teléfono público que entonces no lo había en muchas casas; se sellaban las quinielas, que había una afición tremenda; era estanco, que los mineros fumaban como carreteros; en el bar dejaban las películas que iban a proyectar en el cine y éramos los primeros en saber los títulos; hasta poníamos las esquelas y la gente pasaba a leerlas o incluso nos llamaban por teléfono para ver de quién eran; los viajeros del coche de linea y los mineros nuevos buscaban allí toda la información que necesitaban…

- Entonces allí se mezclaban los jefes y los obreros.
- No mucho, iban a diferentes horas. 

- ¿También las 24 horas abierto?
- No, eso no, es que nosotros no estábamos en la bocamina, como Pozano, pero sí se notaban los turnos y esperábamos al de la noche. Solíamos cerrar sobre las tres de la mañana, que pasaba la Guardia Civil y con una mirada que echaban al interior ya sabíamos que era hora de levantar las sillas.

"Había bebidas para cada momento; el vino siempre estaba; orujo y cazalla por las mañanas, coñac, sobre todo, por las noches y cuando llegaron los cubatas fueron los primeros"

También la gran cristalera del Bar León, con un gran león grabado, era un símbolo del pueblo, allí se fotografiaban aquellos que buscaban un recuerdo de su paso por Sabero
Y desde los asistentes al encuentro, una mujer, Inés Carmona, le regaló a Isa un curioso recuerdo familiar. «Vivíamos en la parte de arriba del pueblo y mi padre, Manuel, tenía muy enseñado a un perro. Le ponía al cuello una bolsa y le metía dentro una nota con lo que necesitaba, generalmente el tabaco, la quiniela de la semana, esas cosas. Tu padre, Gonzalo, se lo metía dentro y cuando bajaba por allí alguna vez hacían las cuentas».

-  ¿Algo más Isa?
- Se me olvidarán mil cosas. Bueno, que tuvimos la primera televisión del pueblo, se veía mal pero se agolpaba la gente a ver el fútbol, el boxeo y recuerdo aquella serie de ‘Viaje al fondo del mar’.

Y fue en ese momento, ya se iba a apagar la luz, cuando le llueve una última reflexión/pregunta a Isa. 

- Primero, agradecerte tantos años de buen trato y, a cambio, ahora que ya no está el bar, ¿nos puedes dar la receta de las mejores patatas que que se comñían en todo el valle, con ali-oli?
- Es que no hay ningún misterio con la receta de las patatas con alí olí. No era la receta, era el lugar.   

Y el lugar era el Bar León. Es decir, la vida de un valle minero escrita en sus paredes, en los recuerdos.  

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