“Tristeza” y “frustración” son los sentimientos con los que los seis bomberos del Ayuntamiento de Valladolid regresaron este martes a casa tras participar durante tres días completos en las labores de rescate en la ciudad de Adyaman (Turquía), sumida en una devastación comparable con una “película de terror”, después de que el pasado lunes la tierra temblara con tal fuerza que dejara los edificios convertidos en un "sandwich" y las calles cubiertas de polvo y tierra. Entre ellos se encuentra un leonés,Víctor Rodríguez.
El grupo, que no logró recuperar con vida a ninguna persona atrapada entre los escombros, llegó a Turquía para intervenir en esta catástrofe de la mano de la ONG Acción Norte. Los tiempos muertos y la impotencia por no poder hacer más por los turcos es lo que más destacan, si bien remarcan la hospitalidad de este pueblo y la entereza con que aceptaban las peores noticias de esta tragedia.
Este lunes, a primera hora de la tarde, llegaron a Valladolid parte del grupo desplazado a Turquía, luciendo polos de los bomberos de Ankara, donde fueron recibidos por sus compañeros turcos en señal de agradecimiento por la ayuda prestada. En la capital del país pudieron compartir impresiones con los bomberos locales e intercambiar prendas de ropa y escudos, algo habitual, según aseguran, cuando viajan fuera.
Con la ayuda de Acción Norte y una tienda de campaña para cobijarse, pasaron los días en Turquía junto a otros bomberos de la Diputación de Palencia, de Salamanca, de Zamora, Vitoria y Leganés. Aunque se desplazaron con el material justo, se llevaron una cámara térmica que prestaron a otros rescatadores.
“Casi era imposible nuestro trabajo”, dijo tras recordar que estuvieron casi un día en el aeropuerto esperando instrucciones y que coordinaran su intervención, recuerda Víctor Rodríguez, bombero leonés afincado en Valladolid desde hace más 15 años. Asegura que el sentimiento que les invade ahora es una mezcla entre “tristeza” y “frustración”, porque llegaron con ganas de “dar el máximo" y pronto se dieron cuenta de que había “muy pocas esperanzas” de encontrar a alguna persona con vida, “casi milagrosas”.
Con la ayuda de perros de rastreo, explica, acudían a las ruinas de los edificios si recibían el aviso, a través de los contactos turcos, de que se había escuchado algo. Reconoce que se contagiaban de la energía de los familiares de las víctimas, pero en todas las ocasiones, al final, se confirmaba que era un cadáver.
“Muchos te decían, aquí, aquí, que parece que hay vida e ibas con toda la ilusión a trabajar”, pero el perro desmontaba el deseo. Llegaron incluso a actuar durante la noche porque no podían ir a dormir pensando en que podía haber personas atrapadas. “Cada vez te vas frustrando más”, confiesa, por lo que cada vez se fueron “desolando” más, hasta que las autoridades les dieron la orden de que debían marcharse, porque comenzaban las labores de desescombro con maquinaria pesada.
También destaca la hospitalidad y el agradecimiento mostrado por el pueblo turco, algo que señala les llegó a incomodar, puesto que les ofrecían todo lo que tenían, a pesar de haberse quedado prácticamente sin nada. De hecho, asegura que los familiares se quedaban frente a los restos de sus antiguas casas, calentándose con hogueras, a la espera de que alguien acudiera para rescatarlos. “Muy elegante y muy duro ese pueblo”, remarca.
Mario Arranz, bombero de Valladolid desde el año pasado, señala que al llegar sobre el terreno comprendió que la destrucción era de tal calibre que “no había nada que hacer prácticamente”. Además, destaca la hospitalidad de todo el pueblo turco, porque les facilitaron agua, comida y cualquier cosa que necesitaran. “En todo momento aceptaban con entereza las malas noticias que les dábamos”, dice. “Te daban las gracias y te agradecían de todo corazón que estuvieras allí ayudándolos”, recuerda.
Otro de los bomberos sostiene que “en el minuto uno” que pisaron la ciudad se les desmontó la idea de que pudieran rescatar a personas con vida. Destaca que edificios enteros, donde podía haber cientos de personas, estaban derruidos casi al completo. Recuerda que en uno de los inmuebles donde estuvieron trabajando se creía que podía haber 180 personas y sólo se rescataron a diez. Además destaca que es mayor la dureza “emocional” de la tragedia del seísmo que el propio rescate.
“Yo he visto películas donde simulan que ha habido terremotos o catástrofes y no he visto ese tipo de colapsos”, ya que asegura que normalmente se generan huecos de supervivencia por los muebles o la estructura que en este caso no existían porque los forjados estaban todos unidos.
Finalmente, David Peláez, otro de los bomberos, remarca la “tristeza” y “frustración” por “no haber podido hacer más” en una ciudad reducida a escombros, sin carreteras y con todo lleno de polvo. “Íbamos con una idea aquí de que íbamos a salvar vidas y llegas allí y te encuentras todo desolado y que tú no puedes hacer nada”, afirma. Lo “más duro”, señala, es cómo un padre o un hijo les pedía que intervinieran para recuperar el cuerpo de su familiar y les tenían que decir que si estaba muerto, tenían que irse. “Vienes agotado pero intentas dar el 100 por 100 de ti”, concluye.
“Tristeza” y “frustración” en una Turquía de "película de terror"
Los seis bomberos del Ayuntamiento de Valladolid, entre ellos un leonés, regresan a casa con un sentimiento de impotencia al no poder rescatar con vida a ninguna persona
14/02/2023
Actualizado a
15/02/2023
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