Mari Cruz, curiosamente hija de Octavio, que trabajó en Iberduero, lamenta: «No entiendo nada, mi padre marchaba a las dos de la mañana en madreñas pero no dejaba a un pueblo sin luz».
Flori, cocinera del restaurante La Cocinona, se desespera: «Los congeladores apagados, sin café, sin luz… la gente llama para reservar o lo que sea y no hay teléfono, sin calefacción en los comedores».
Mientras se lamenta llega el panadero. Le dice el coste, 6,90 euros, y cuando le va a pagar no puede: «No abre la máquina registradora, va a la luz». Eso tiene más fácil solución, «mañana te pago», ya se sabe que los panaderos son muy de apuntar en el cuaderno. Pero es otra anécdota.
Gelo llega desesperado. En la fábrica de embutidos de Cárnicas Miserias no puede ni cobrar, ni pagar, ni pesar, ni poner a funcionar la cortadora… «Esto es el acabose, en tiempos de mi padre». Y es que Gelo también es hijo de Octavio el de Iberduero. Curiosamente el día antes llegaron a comer unos de Iberdrola, de los de traje, y al decirles que no les podían dar, «se enteraron de que no teníamos luz», y marcharon a ver qué se podía hacer. «Eso de tenerlo centralizado en Valladolid…».
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Son solo unos ejemplos de cómo se paraliza la vida en un pueblo. Habrá más como en este pueblo, puesto que en Omaña volvió a mediodía de este sábado y en El Valle Gordo se volvió a ir, aunque los operarios trabajaban ya en Cármenes para restablecerla, pero en Vegacervera se han cebado las desgracias en esta nevada. Dos días incomunicados del mundo, la Feria de la Cecina de Chivo suspendida porque la nevada destrozó la carpa, muchos vecinos con familiares ancianos intentando comunicarse… con nadie, no se puede. Y Gelo González mirando para las veinte hogazas que compró para hacer la sopa del chivo para todos los asistentes. «Eso es lo de menos, o no», dice mientras se rasca la cabeza y marcha a buscar la vieja báscula de la tienda de su padre, de las de toda la vida, aquellas que iban a pedal. «No me puedo creer que estemos casi en el año 20 del siglo XXI», lamenta Mari Cruz.
– No me puedo creer que estemos casi en el año 20 del siglo XXI; lamenta Mari Cruz.
Al final, a media tarde volvieron la luz y el teléfono.