"Ver lo que pasa desde tan lejos da impotencia, no puedes hacer nada"

Alina Kisla y Olena Kitábova, madre e hija, relatan desde León los "duros" momentos que viven tras la invasión rusa, pendientes de sus familiares en Ucrania

C. Centeno
25/02/2022
 Actualizado a 25/02/2022
Olena Kitábova vino junto a su madre a León y trabaja en la Universidad. | L.N.C.
Olena Kitábova vino junto a su madre a León y trabaja en la Universidad. | L.N.C.
«Tienes tu vida aquí, pero es tu país y te duele, no nos están dejando prosperar, que para eso nos separamos, para no depender de nadie». Olena Kitábova lleva más de dos décadas en León, a donde llegó desde Ucrania junto a su madre, Alina Kisla, cuando tenía solo 15 años. Forma parte del servicio de limpieza de la Universidad de León, donde comparte empleo con otra compatriota, Julya. Ella no trabajaba este jueves porque estaba de viaje de regreso de su país. «Si llega a esperar dos días más, no puede volver», celebraba Olena mientras realizaba su trabajo en la entrada del Albéitar.

Tanto ella como su madre están profundamente preocupadas por la situación que vive su país. «Está siendo muy muy difícil de digerir», reconocía Alina, que tiene cuatro hermanos y varios sobrinos en su país natal, con los que mantiene un contacto «muy estrecho». Viven en dos regiones cercanas a la península de Crimea, una de ellas Kherson, donde un misil «destrozó» el aeropuerto.

«Están en casa, no pueden salir y la situación es de caos total», relata Alina. «Han bombardeado ya por todos los lados, antes eran zonas concretas al menos», lamenta su hija. Ambas recuerdan que la «tensión» a la que Rusia ha sometido a Ucrania no es nueva, pero la invasión del último día ha superado todos los límites. «Los rusos siempre se han creído superiores a los ucranianos y nos han sometido a una constante humillación», asegura recordando la anexión de Crimea en 2014, que en comparación con la situación actual «fue bastante pacífica».

«Esto es vergonzoso», criticaba Olena. En las últimas conversaciones con su compañera de trabajo, de camino a España tras solucionar un asunto personal, le aseguró que las cosas estaban «muy muy mal». «El miércoles bombardearon una guardería, ahora dijo Julya que estaba todo cerrado, colegios, guarderías, bancos… todo». Eso mismo le han trasmitido a Alina sus hermanos.

Olena viajó a Ucrania por última vez en 2012, hace ya una década. Su madre intenta ir una vez cada dos años. «Íbamos a ir este año porque mis niños no lo conocen, pero creo que tampoco vamos a poder», temen. Preocupadas, admiten que «ver lo que está pasando desde tan lejos da mucha impotencia, porque no puedes hacer nada». «Tenemos muchos estrés, está siendo muy muy difícil y llevamos más de un día agobiados y muy nerviosos», confiesa Alina, que ha estado en contacto con otras personas de su país.

Solo piden a Rusia que «nos dejen tranquilos» para poder prosperar. «Ya nos quitaron Crimea, ahora quieren otra parte, vale ya de reírse de uno», denuncia Olena. Su madre también considera «absurdo llegar a estos extremos» y remata al borde de las lágrimas: «Rezo para que la gente civil no sufra y puedan vivir en paz».
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