Los inicios de Sergio Alfaro en el mundo de la cocina tienen una historia muy particular detrás. En su familia “no se ha cocinado nunca como tal”, ya que a pesar de que su madre “sí que cocina en casa”, sus abuelos “eran gente de campo y cocinaban lo justo”, de forma que “no existía esa afición”.
Sin embargo, cuando cursaba los estudios de Bachillerato, sin saber todavía “qué hacer o a qué dedicarse”, más allá de tener claro que le “gustaban mucho los trabajos manuales”, decidió ojear la lista de grados de Formación Profesional. “Entre los más de 130 cursos que había, estaba el de cocina y me hizo mucha ilusión y me presenté”, relata.
Esto ocurrió hace diez años, “cuando empezó a ponerse de moda la cocina gracias a Masterchef”, lo que provocó que “subiera tanto la nota de corte” que el primer año no lograra entrar, generándose en él “una obsesión con la cocina” que le llevó a “trabajar de pinche y de lo que pudo” hasta lograr entrar en la siguiente promoción.
“Me empecé a obsesionar cada vez más y me di cuenta de que tenía un cierto talento natural también para la cocina que me ha permitido llegar hasta el sitio donde estoy ahora”, cuenta. En su experiencia profesional, Sergio Alfaro ha pasado por puestos como “friegaplatos o pinche de cocina”, aunque ya cuando estaba en la Escuela de Cocina “tenía trabajos por horas o por jornada los fines de semana”.
Su primera gran oportunidad se produjo a mediados del primer año de estudios, cuando le ofrecieron trabajo en un restaurante leonés que llevaba muy poco tiempo abierto por aquel entonces, el Zielo, donde tuvo “la gran oportunidad de poder ver lo que era empezar de verdad en la hostelería”.
Aproximadamente ocho meses después de eso, abrió sus puertas en León el restaurante LAV, donde se le ofreció entrar a trabajar el verano después de la apertura. “Ahí fue donde pillé la cocina de alto nivel y categoría”, cuenta, al tiempo que detalla que también pasó por el Restaurante Pablo, donde trabajó el año en que recibió la Estrella Michelín. “Después he dado muchas vueltas, porque así es este sector. También estuve trabajando en Mallorca y he pasado por muchas categorías: de ayudante a cocinero, a segundo de partida, a jefe segundo de cocina, a jefe de cocina y a chef ejecutivo”.
Fue en este último puesto donde se dedicaba “más a la gestión de restaurante, a hacer nuevas cartas o gestionar al personal”, en “un trabajo de oficina” que “no pensaba que le fuera a gustar” pero que sí lo hizo. No obstante, se dio cuenta de que “existía un techo de cristal” en una profesión “muy sacrificada” que, a pesar de ser “muy gratificante”, es “muy difícil de compaginar con la vida y la familia”.
Cocina consciente
Fue por eso por lo que, consciente de que “la gente en los restaurantes come muy bien pero en casa la cosa cambia mucho” y de que “la gente joven cada vez tiene más complicación para comer bien, nutrirse bien o saber aprovechar la comida”, Sergio decidió dejarlo todo para crear un proyecto personal y volcarse en la “cocina consciente”.
Bajo el nombre de ‘Volviendo al origen’, el cocinero ofrece cursos online de batch cooking, es decir “cocinar uno o dos días para tener todos los platos listos de la semana”, para gente “que no tiene ninguna base o que no cocina normalmente” y que “no sabe cómo organizarse o ni siquiera sabe hacer la cesta de la compra”. A esta gente la ayuda “con todas las partes, desde aprender a hacer la cesta de la compra o utilizar alimentos que son de temporada hasta cómo organizarlo, guardarlo, hacer conservas o tratar de utilizar al máximo todo el producto o darle la máxima vida útil para gastar el menor dinero posible”.
Todo ello lo hace a través de redes sociales, concretamente de Instagram, donde en su cuenta @rossino.chef sube sus contenidos y ofrece cursos de doce semanas, en las que primero lo da “todo comido y migado” para después “ir profundizando” de acuerdo con “los gustos de cada persona” para que “aprenda todas las bases de cocina por repetición y de manera sencilla a través de recetas” con el objetivo de que “cuando pasen esos tres meses la persona termine sabiendo cómo comprar, cómo cocinarlo y cómo aprovechar todo lo que tiene en el frigorífico para que no se le ponga malo”.
“Ayudar en el día a día”
La decisión de dejarlo todo tras una década dedicada a la cocina en la que alcanzó la cima profesional supuso para Alfaro “un cambio muy grande”, que, según reconoce, “da bastante miedo”. No obstante, aunque “la opción de volver siempre está ahí”, tiene claro que ahora mismo hace “lo que quiere hacer”, al tiempo que se siente “muy gratificado de poder ayudar a la gente”. “Creo que la hostelería está muy bien y ayuda a desconectar a la gente, pero también hay que ayudar a la gente en su día a día y no tanto en su terreno de disfrute para que empiecen a disfrutar de estar en casa, cocinar en casa y nutrirse adecuadamente”, señala.
Fue hace tres meses cuando el joven tomó esa decisión que supuso “un cambio muy vertiginoso”, pero ya tiene varios clientes que “están contentos y están empezando a tener cambios”. Unos clientes que “son emprendedores o trabajadores por cuenta ajena que tienen una vida familiar y que no se preocupaban tanto de lo que comían hasta el momento en el que han tenido hijos” y que se han dado cuenta de que “con muchas horas de trabajo al día, dolores de cabeza para hacer la compra o discusiones para qué comer” se sienten “perdidos y asustados” porque “la cocina asusta y abruma”.
Contactar con el origen
“En los últimos 20 años se ha perdido esa educación de cocinar en casa con productos de temporada y de alimentarse correctamente”, subraya el cocinero, para quien “las grande superficies han puesto las cosas muy sencillas a la hora de comprar” pero han provocado una “pérdida en la noción de dónde vienen los alimentos y cuál es el valor real de lo que se come” dentro de “un bucle de velocidad con trabajos muy tediosos y desconectados con la vida antigua”.
Todo ello deriva en “comer peor producto y peor calidad”, lo que supone que “nos sintamos peor, sea todo más caro y se vaya haciendo una bola en la que la vida cada vez nos resulta más difícil”. Frente a esto, Sergio anima a la gente a participar en sus cursos, porque “aunque al principio sea más trabajoso, es necesario hacer un contacto con el origen, quitarse la prisa de las urbes y volver a la cocina que comían nuestros abuelos cuando eran niños pero con toda la herramienta que tenemos hoy y que nos hace la vida más sencilla”.