Y la mejor playa de Europa es...

Un refugio de aguas cristalinas situado en Setúbal (Portugal) encabeza la lista elaborada por European Best Destinations

L.N.C.
06/06/2017
 Actualizado a 01/09/2019
Playa de Galapinhos, en Setúbal. | ABC
Playa de Galapinhos, en Setúbal. | ABC
Poco más de media hora se tarda en llegar desde Lisboa hasta Setúbal… y allí, en las inmediaciones de la Sierra de Arrábida, se halla un verdadero oasis en una franja costera de por sí espectacular. Bienvenidos a la Playa de Galapinhos, zambullámonos en sus aguas y en sus rincones con más satisfacción que nunca porque acaba de ser elegida la mejor playa del continente, según la votación realizada por la web European Best Destinations.

Por supuesto que existen otros enclaves maravillosos en la UE para disfrutar del sol y de un baño relajante, pero los lectores de 130 países (pues la votación se abre a todo el mundo) no han tenido dudas: nos encontramos ante un verdadero paraíso que, además, no exhibe la saturación de otros lugares, aunque cada vez recibe un mayor número de visitantes tanto portugueses como españoles como de otras nacionalidades.

¿Qué convierte este paraje en especial? ¿Qué subyuga a quienes se desplazan hasta allí? Cuando uno desembarca en Galapinhos, se da cuenta de que el acceso algo difícil merece la pena porque preserva la identidad del espacio.

La playa se refugia escondida y se dibuja en su esplendor ante nuestros ojos cuando comprobamos que sus aguas cristalinas y azules nos recuerdan al mismísimo Caribe. Pero no, no hemos cruzado el Océano Atlántico. Estamos en el cono sur de la Unión Europea y la tranquilidad que rezuma el entorno es capaz de apaciguar a los espíritus más estresados.

Este Eldorado aún a salvo de la explotación masiva se alza entre las rocas y nos invita a bucear y a practicar actividades como la pesca submarina. Resulta complicado no rendirse a sus encantos y, cuando nos hallamos en la orilla, queda atrás la sensación de que el camino para descender ha arrojado un panorama marcado por la pendiente y los arbustos, aunque afortunadamente no se extiende demasiado el camino.

La paz nos invade mientras dirigimos la vista hacia un lado y hacia otro, mientras gozamos de la amplitud, de la profundidad, de la sensación de bienestar tan cerca de la capital portuguesa. Ideal para combatir situaciones de exceso de trabajo y con la garantía de que tampoco los servicios quedan lejos. Al menos un bar y un restaurante testimonian que tomarse un respiro para beber o picar algo es perfectamente posible. Nada que ver con el aislamiento que causan otras playas incluso más frecuentadas en el radio de acción de Lisboa (caso de Meco, por ejemplo, cuya ubicación favorece las pequeñas tormentas de arena).

En Galapinhos no. Podemos cerrar los ojos e imaginar que nos aposentamos lejos del mundanal ruido, pero en realidad la cercanía nos ha traído hasta aquí para permitirnos degustar las ventajas de este capricho de la naturaleza, tal vez llamado a ser redescubierto por obra y gracia de este reconocimiento que lo encumbra.

Desde European Best Destinations subrayan que «se trata de una playa perfecta en un paisaje natural intacto» y que «se caracteriza por ser una playa tranquila, con agua clara y mar en calma, lo que favorece la observación de especies marinas». Además, también destacan «la belleza de todo el Parque Natural de Arrábida, un entorno en el que la sierra y su vegetación descienden para tocar las azules aguas del mar en sus playas de arena dorada».

Así, no podemos dejar pasar la oportunidad de señalar que Coelhos, Creiro y Portinho constituyen alternativas tan próximas como atractivas. Y se une igualmente la riqueza viníciola y el patrimonio monumental, según se encargan de difundir instituciones como Turismo de Lisboa, que hace hincapié en el trayecto breve que requiere plantarse en Galapinhos.

¿Y si se nos antoja pernoctar en los alrededores para poder continuar con el gozo al día o días siguientes? Pues ningún problema, porque se despliegan ante nosotros establecimientos como el Troia Design Hotel y, sobre todo, la Casa d’Adôa, con dos siglos de historia a sus espaldas y a solo 50 metros del mar. Es el brío de la Reserva Natural del Estuario del río Sado lo que nos incita a descansar y a permanecer en armonía.

De acuerdo, la playa no presenta una longitud que nuble la vista (550 x 60 metros), pero la ondulación en calma y la arena fina impulsan la consideración idílica, por no hablar del perenne regusto a acogida.

No hay ninguna época del año en que la temperatura se desboque, pues bascula entre los 18 y los 20 grados, un motivo que explica por qué los visitantes se dan cita durante los fines de semana del otoño y del invierno.

Hasta el regreso a la ciudad sorprende por su escasa demora: 10 kilómetros escasos a la localidad de Setúbal (donde nació el exentrenador del Real Madrid José Mourinho) y otros 50 más en caso de que nuestro plan sea volver a esta Lisboa «cool» que se rodea de preciados secretos.
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