"Y todavía tenemos que dar las gracias de que estamos vivos"

La familia a la que un rayo y el incendio que provocó calcinó la nave del ganado y le mató 19 terneros y vacas recuerda la tragedia

Fulgencio Fernández
21/06/2023
 Actualizado a 21/06/2023
Dantesco, no hay otra palabra para el infierno en el que se convirtió la nave y el fuego que calcinó a casi veinte animales. | REPORTAJE GRÁFICO DE MAURICIO PEÑA
Dantesco, no hay otra palabra para el infierno en el que se convirtió la nave y el fuego que calcinó a casi veinte animales. | REPORTAJE GRÁFICO DE MAURICIO PEÑA
Arsenio, su mujer Rosana y su hermana Geli no dejan de atender el teléfono en la mañana del día después del rayo que calcinó su cuadra y a los 19 animales que atrapó el fuego que se formó en segundos, un verdadero infierno del que quedan los restos de los animales reventados, con las tripas fuera, otros calcinados. Dantesco. Arsenio cierra la puerta, como no queriendo volver a ver y cada vez que alguien la abre hace una mueca de dolor.

Las llamadas son de gente que se ofrece para ayudar. "¿Qué podemos hacer?", preguntan, "lo que sea, ayudar como sea", insisten, pero los tres ganaderos implicados repiten lo mismo: "Muchas gracias, de verdad, pero ahora no se puede hacer nada. Estamos esperando a que venga Rebisa (le empresa de recogida de los animales muertos) y después ya veremos".

En el sitio donde calcinó a los terneros y vacas nos sentábamos muchas veces a hablar cuando llovía– Y todavía tenemos que agradecer el poderlo contar, el estar vivos, porque ahí, donde ocurrió todo, donde están los animales, ¡cuántas veces nos sentamos a charlar, con los vecinos, cuando llovía o hacía malo! Si nos llega a pillar, no lo contamos; insiste Arsenio, que para hablar de la potencia del rayo señala a una naVe cercana: "Ahí estaban trabajando con las ovejas... se tiraron todos al suelo, asustados por el estruendo que metió". 

– ¿Y vosotros?
– Rosana y yo íbamos por Villamanín, con ganado, camino de Casares, cuando nos llamó Geli asustada, que diéramos la vuelta, que se quemaba todo, el ganado, la casa...

Geli, que era la que estaba en la casa, en el molino de Trobajo del Cerecedo, reconoce que va a tardar mucho tiempo en olvidar aquellos momentos de enorme tensión y nervios. "Yo estaba en casa, escuché los truenos y demás, hasta que se me fue la luz. Iba al limitador y no respondía se volvía a ir, no me dejaba subir la llave, hasta que ya vi que empezaba a entrar humo, salí a la calle y a la nave de las terneras y las vacas ya no había nada qué hacer, no se podía entrar".

Algunos vecinos presentes recuerdan que se acercaron y los bomberos, que ya habían llegado, no les dejaron acercarse porque era muy peligroso ante la dimensión del fuego.
Geli llamó al 1-1-2 y a los bomberos, recuerda que, ante las preguntas que le hacía el 1-1-2 (desde Valladolid) sobre la ubicación concreta, ella insistía: "¿La ubicación? Donde la columna de humo, detrás de la Casa de Galicia, usted mándelos que seguro que ven el humo". Y así era, puesto que cuando contactó con ellos ya le dijeron: "No te preocupes, que te hemos escuchado, ya vamos para allá".Pero ya no se podía hacer nada por los animales, la nave se había convertido en una ratonera de fuego y, aunque tiraron una pared, ya habrán muerto pasto de las llamas. "Lo que hicieron fue centrarse en la pared del molino para que no pasara el fuego para la casa ni siguiera para otras construcciones, que fue lo que se logró".Cuando llegaron Arsenio y Rosanase sumaron al grupo pero "el daño estaba hecho; aunque yo al ver la nave no dejaba de pensar cuántas veces nos sentamos ahí a charlar, nosotros, o con los vecinos... Menos mal que por lo menos lo contamos", vuelve a decir como único consuelo al duro trago que le ha tocado vivir, con su familia, justo cuando estaban subiendo el ganado a la montaña. "Aquí teníamos las paridas y los terneros", dice Rosana, que lamenta: "A empezar de nuevo. La ganadería es así...". También se les quemó el pienso, que habían almacenado en las tolvas, y un tractor. "Este otro lo habíamos sacado ayer".Llega Claudia, la hija de Rosana y Arsenio, del colegio. No hace ni amago de entrar a la nave, se acerca a su padre para que achuche.– ¿Te acuerdas de quién es?– Sí. Vino cuando los terneros.
Cierto. Esta misma familia había sido noticia, mucho más feliz, en marzo de 2019, porque una de sus vacas –la llamada Liebre– acababa de tener cuatrillizos, cuatro terneros, en un hecho que, según explicaban entonces los veterinarios, era realmente extraordinario. "Es más difícil que una vaca traiga cuatro terneros que encontrar una ostra con perla".

En aquella ocasión Claudia sí iba feliz hasta el lugar del parto, el mismo de la tragedia del lunes, y rápidamente eligió nombres para los cuatrillizos que, decía ella, son dos chicas y dos chicos: "A las chicas les he puesto nombres de flores: Rosa y Amapola; y a los chicos el de dos de mis amigos del cole: Mario y Juan" que ya no recuerda si les pareció bien o mal.

Me levanté varias veces esta noche obsesionado con que se podía reavivar el fuego, no lo voy a olvidar La niña para su padre, muy querido entre los ganaderos, buena gente, trabajador, que ya piensa en ponerse manos a la obra: "Que venga Rebisa, que verlas así me cuesta trabajo y a desescombrar, limpiar y empezar de nuevo. Lo importante es que lo podemos contar". Aunque el susto tardará en pasar: "Esta noche me he levantado varias veces, obsesionado con que se reavivara el fuego. Y por la mañana tuve que apagar dentro del abono seco".
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